Los griegos crearon el mito y la razón. Ejercitados en ese hacer poético de reflexión sobre las palabras a través del poema, a partir de su valor y su propiedad en torno a la función que le correspondería en la dirección del pensamiento oral, su paso esencial fue descubrir el valor intrínseco del lenguaje. Solo quedaba, pues, trasponer esa búsqueda verbal, que el poeta Mateo Morrison (1946) configura aquí a través de entrevistas a cinco destacadas poetas dominicanas: Marianela Medrano (1964), Ángela Hernández (1954), Denisse Español (1975), Soledad Álvarez (1950) y Farah Hallal (1975).

Las cinco entrevistas que conforman este volumen nos brindan la oportunidad de aproximarnos al misterio de la creación poética y al no menos portentoso fenómeno de poetizar (ver la selección de los poemas al final de cada entrevista) en el actual siglo XXI, en que las fuerzas falsamente luminosas de la tecnología y la informática buscan arteramente la aniquilación de la intimidad, la claudicación de la fantasía, el destierro de la imaginación y la anulación de la sensibilidad.

Cada una de estas entrevistas rescata el género de la torva servidumbre que le ha impuesto el ejercicio periodístico. Las mismas están integradas por magníficas páginas en las que las poetas entrevistadas desgarran sus entrañas, para  hacer aflorar las fuentes que nutren su decir o lo que pretende su verbo, o describir piezas de su engranaje, o su primera causa o su última razón de ser.

El orden que se desprende de las propuestas de los poetas que Mateo Morrison  convoca en esta obra, se afirma en defensa del lenguaje y su más elevada misión: la poesía.

Si Matthew Arnold dijo que «el periodismo  es literatura a la carrera», la entrevista le entrega ciertos toques de teatro, y tal como veremos más adelante, del arte de dialogar como lo practicaban Sócrates  y otros filósofos de la antigüedad.

Pues bien, un buen entrevistador utiliza sin darse cuenta la misma técnica de Sócrates, porque así es como lo que tiene en su mente cobra forma y argumento.

Una hojeada a cualquiera de los Diálogos de Platón nos asombra por esa sutil habilidad de preguntar. Asimismo,  Morrison ha sabido hacer certeras  preguntas a las poetas seleccionadas, desde el alejamiento de patrones lineales, tanto en el plano del pensamiento como en el de la comunicación,  la poesía, el lenguaje, el cuerpo, la soledad y la trascendencia del oficio de escribir en un contexto de valores falocéntricos y patriarcales.

Lucas, el evangelista, griego de nacimiento y médico de profesión, se convierte en el gran entrevistador si tenemos en cuenta que escribió la mejor biografía, por el periodismo investigativo que realizó, preguntando a personas que escucharon y fueron testigos de los hechos de Jesús.

Las  entrevistas recogidas en este libro tienen, como trabajo de creación, un carácter sumamente individual. Existe, en primer lugar, una identidad sólida, un estilo peculiar en cada una de las poetas entrevistadas. En ese sentido, la creación se refiere a romper con un punto de vista existente, a volar por un territorio imaginario, a crear de  nuevo y tantas veces como sea necesario un mundo inédito y convulso mediante nuestra manida  y rancia percepción, a vigilar con nuestra mirada interior y siempre con un sentido crítico.

No hay nada de originalidad en esta actitud: ninguna atadura que  sujete a las fuentes de la experiencia, ninguna ingenuidad, ningún «sentimiento». Si el poeta piensa, ejerce la imaginación, domina de tal modo su pensamiento que hace con él lo que quiere; le dirige siguiendo sus caprichos o sus cálculos; respecto a su propio espíritu se comporta como un estratega; no medita, concibe, según su plan abstracto como artificial, operaciones intelectuales, abre brecha en los conceptos muy orgulloso de revelar su fragilidad o de concederle una solidez y  sentido. De la «realidad» no se preocupa para nada: sabe que depende de los signos que la expresan y de los que importa ser dueño.

El valor de esta recopilación de entrevistas radica primordialmente en los puntos de vista de las autoras entrevistadas. El papel  del entrevistador podría compararse al de un discreto consueta que orienta y anima. Quizás por ello Mateo Morrison ejerce este oficio teniendo en mente el epigrama de Óscar Wilde: «Las preguntas nunca son indiscretas, las respuestas, a veces lo son».

Soledad Álvarez

PRIMER ENCUENTRO

 

Marco mi territorio con la lengua,

la tierra de carne y hueso donde retoña el instante

hasta abrir los cauces de la eternidad:

alto pelaje nocturno poblado por mis huellas,

escrutable en sus orificios

en el gozo presentido que asciende por celajes de temblor

como pez en vorágine de líquenes y arenas tibias.

No hay reparos que no deshaga mi lengua

ni espacio intocado que no explore

este lento acariciar mamífero en la noche del primer fuego,

hombre y mujer descubriéndose,

olisqueándose donde crece una flor viva

y la sed abreva en pozos y estalactitas íntimas.

Aquí hueles a cardumen y médanos tibios,

aquí rezuma un dulzor que extiende su espesura

y se derrama como ofrenda en la planicie esférica del vientre.

Movimiento miscible. Desgarradura de velámenes.

Yo oigo el ir y venir del tiempo en su marea,

dejándome ir me encuentro conmigo en lo que abrasa

–entraña henchida de goce y soledades–

y entre un latido y otro

acezante

la infinitud de la pequeña muerte.

    Ángela Hernández

EL LABERINTO OÍDO

 

Oigo a una golondrina oteando el motín del viento

A un cuervo planeando series matemáticas

A un barrancolí seduciendo a la neblina

(los pinos tupen sus raíces)

(fosforecen pupilas ancianas)

Oigo a un zumbador fijando el bosque en una cayena

A un canario dorando el mundo en una semilla

A un zorzal enseñando su voz

(aclaran desasosegados)

(asesinos regurgitan besos natales)

Oigo a un pájaro carpintero incitando a una boa

A una cotorra arrojando palabras enjauladas

A cien jilgueros encender la tarde en la montaña «sin un alma»

(silbidos enraman tripas)

(en fábulas niñas hacen amigos)

 

Mariela Medrano

Génesis 2: 21-24 recuperado

 

Así que la Diosa puso al hombre a dormir

y mientras él dormía, soñaba con su infinita misericordia.

Él suplicó y ofreció buenas razones.

Fue entonces, que el hombre sintió una pizca de dolor

cuando Ella le insertó su costilla en el costado;

completándolo.

Denisse Español

Extravíos

 

Algunos días pierdo el agujero de mi oreja

quedo sin aretes, desfeminada.

Se escapa cuando el cuerpo no responde

cuando la mente se ha extraviado de mí

y las manos han cerrado los ojos.

Manos que pierden ojos

mente que desconoce su templo

ojos que miran a otros lugares.

Valles que son yo

reflejos de otras siluetas desnudas

dibujadas en el espejo.

Farah Hallal

Borrasca precipitándose en cinco idiomas.

 

Como se ve:

el futuro es más que un camino cortado.

 

Las liendres se ocupan de este cansancio

y de las bocas callejeras que lentamente

desmontan lo que en casa

tenga apariencia de tendedero:

la inconstancia de mis piernas

arrastrándose hasta su dolor impar.

 

La tragedia es abisal con este océano

al otro lado de la cama

donde compro el billete de un viaje

que no termina nunca:

iré a dos cuerpos fríos

pudiendo ser hacia uno caliente

empacaré algunos paisajes

en lo más tibio de la memoria

porque allí se echa como perro

un presagio parecido al amor.