Víctor Villegas

Víctor Villegas nació en San Pedro de Macorís el 22 de septiembre de 1924 y falleció en esta ciudad el 21 de abril de 2011, hace exactamente siete años, razón de más para dedicarle como decano de la promoción esta fecha. Villegas se destacó como poeta, ensayista y profesor universitario, empero su vida estuvo además dedicada al ejercicio de la profesión de abogado que ejerció con éxito, como la mayoría de los miembros de su generación.

Villegas fue en los últimos años de su vida, un activo y decidido empresario de las letras. Tanto con su famosa revista Yelidá que dirigió y que llenó un vacío cultural como en múltiples actividades. Entre sus lauros figura un Premio Nacional de poesía en 1982. Fue miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, del Ateneo Dominicano; Miembro de la Comisión Internacional Consultora de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Escritores. Fue condecorado con la medalla al Mérito Literario Hispanoamericano, en Caracas, Venezuela, y Medalla literaria José María Heredia, Santiago de Cuba.

Además durante años animó en la zona colonial las agrupaciones culturales hasta días antes de morir. Dueño de una imaginación fértil, sus cuentos de su ciudad natal se hicieron famosos en el mundillo literario, tanto así, que el realismo mágico le queda pequeño, a su conejos gigantes, a sus monos cuasi mágicos, al extremo de que Rafael Peralta Romero y quien escribe, le dimos condición literaria lo que para él fue pura oralidad. Entre sus obras están los siguientes títulos poéticos: Diálogos con Simeón, 1976; Juan Criollo y otras antielegías, 1982; Botella en el mar 72 (1984); Poco tiempo después, 1991;  Cosmos, 1986 y Diálogos con Simeón Charlotte-Amalie (1994) y las antologías, una propia: Poesía de Víctor Villegas, selección 1947-1984, en 1986. Y Pedro René Contín Aybar, selección y prólogo de su Poesía, 1982 y la Antología de Poetas Petromacorisanos, ediciones de la UCE, 1982. Finalmente, Antonio Fernández Spencer poeta y humanista, 1995.

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Poemas de Víctor Villegas

 

Ya es hora de entendernos

Ya es hora de entendernos

con el tiempo

susurrarle una oración

en el oído

acariciar su pelo

por la espalda

adormecerle el pie ligero

tocar tan levemente el cuerpo

que no sienta su muerte

su única razón

su propia muerte inútil

como ajena

*

Ya es hora de morderle

la oreja

ocultarle en el puño

su imperturbable sueño

enterrarlo en el hielo

de donde ya no salga

soplarlo

quitárselo de encima

como a una araña incierta

*

Ya es hora de sentir

que no hay ahora

que la palabra entera

camine por las calles

y lleve entre sus brazos

los cuerpos sin palabras.

 

Vivo a mi lado

Vivo a mi lado dando vueltas

igual a los cerezos.

Cuerpo mío

estatua de la sombra.

Péndulo que no gira

en permanente movimiento.

Sombra: tumba del cadáver

que arrastro por mi orilla.

Solo te hablo cuando duermo.

Aún salgo de mí y te ti

cruzo por las habitaciones

en caballos azules

busco la luz.

*

Póngola en el lugar

donde no está

lleno las mesas

agua doy a la sed

palabras inoídas son rotas

en el cántaro de su silencio.

*

Cuando despierto

somos de nuevo dos.

Fuego y ceniza.

Agua y desierto.

Línea única

ciega ruta en líneas

diferentes.

Es un mismo lugar y en todos

los lugares.

Haciéndose ciudad

yendo y viniendo

en su ningún sitio deshaciéndose

sol insomne de la tierra

la tierra en su vuelta a empezar

y no hay comienzo.

Somos dos y uno: movemos

el tiempo y la materia.

 

Deseo, si no me miento, estar amándote

Deseo, si no me miento, estar amándote

saber que ensanchan las calles

cuando ríes.

Así como tu pelo,

aceptaría los días en desorden

y el ruido de las hojas

que dejas cuando pasas.

Entraría al anillo que el pone

en tu dedo cada tarde

volvería a encontrar tu noche de

cansancios debajo del cuaderno.

*

No por querer crece

este día más alto a su tamaño

no llueve más, si llueve

a las irrefrenables alas del deseo.

*

No hay espacio sin ti

que tome la tibieza

como forma

ni cosa que respire

ni árbol que no hable.

De no tenerte

está el orbe vacío.

Rueda el mar

cae el viento

viértese la tierra contra

el cielo

hasta la primavera ya nos pesa.

*

A veces estás e

en las pocas palabras

que aún quedan.

Te sienta bien la lluvia.

*

El aro indescifrable

donde habitas sin muerte

sin tiempo que perturbe la muerte

que no vives

se acomoda a tu cuerpo.

*

Mejor paso de página

este día. Tal vez encuentre

a poco oler

lo que nunca perdí así como

tu traje ausencia por el que sobrevivo

y sobrevives.

 

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La fotografía

Trinitarias en un sito público de Santo Domingo