Abelardo Vicioso nació en esta ciudad de Santo Domingo y falleció en ella del 27 de abril de 1930 al 13 de enero del 2004. Fue poeta, ensayista, periodista, historiador e investigador de la cultura. Profesor universitario. Un hombre de ideas firmes. Fue co-director de la colección El Silbo Vulnerado. Viajó a Cuba, donde su apodo de Papo, provocó carcajadas al presentarlo como El Papo Vicioso, que en La Habana es sinónimo del pene masculino. Miembro prominente de su generación. Fue nombrado Vicecónsul en Curacao pero a los seis meses se refugió en la Embajada de Venezuela y padeció el exilio. Residió por dos años en México cuando su padre tuvo misiones diplomáticas. Vivió en Cuba en el exilio, regresando al país en 1963. Igual que otros de su promoción, escribió sonetos clásicos, haikais y kaikus hasta terminar haciendo versos libres. Entre sus obras están algunas de investigación como El Freno hatero en la Literatura Dominicana, 1963; Santo Domingo en las letras coloniales (1492-1800) con la cual ganó el Premio de Historia de 1979 y Muestra de ensayos Generación del 48, en colaboración, 1988. Además de figurar en diversas antologías nacionales e internacionales, editó los siguientes libros de poesía: La lumbre sacudida, 1957, premio nacional 1958; Cantos Latinoamericanos, Cuba, 1974 y 100 poemas de intenso vivir, 1990. Dejó además una novela inédita de gran extensión (946 páginas 6 x 9 con doce puntos), que tituló Las memorias del teniente Veneno, que sus hijos Carlos y Cinthya presentaron sorpresivamente, ya que el autor no hizo pública la existencia de esa obra, que fuera publicada por el Ministerio de Cultura en abril del 2008, primorosamente editado por Búho. Hasta después de muertos los escritores nos pueden sorprender.
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Poemas de Abelardo Vicioso
Primavera en la sombra
Desde la espera dorada re reclamo,
desde amarga prisión, desde la espera
nace, naciendo gris, la primavera
presentida del día en que te amo.
*
La ciudad ha extendido sus resabios
hasta mis soledades amorosas
Hay espinas creciendo con las rosas
y luciérnagas muertas en los labios.
–
Pero no he de quemar tu mano triste
con lágrimas de amor desparramadas,
no he de llorar si tu mirada insiste
*
en liberar de sombras mi mirada.
¡Cuánta luz en mi pecho consumiste
para entrar en la espera sosegada!
Entrada al amor
En la mañana del amor, el beso
tiene aroma de rosa en tu cintura,
una granada abierta es la figura
de tu cuerpo en el agua del regreso.
*
Quiero pescar luceros y, por eso,
bajo a la fuente germinal y oscura
donde la piel de tu vigor es pura
y donde sabe a caracol el beso.
*
Tierra en donde mi espíritu se derrama,
fértil vuelo de un ángel que nos guía
seguro de tu lámpara y mi llama,
*
es la piragua de tu cuerpo amigo
amarrada a la orilla de este día
esperando el embarque de mi trigo.
El poeta ebrio
Arrancadme este pedazo de luz que me cuelga del ojo
como una lágrima, como un gajo viviente
que se ha puesto de acuerdo con el vecino saludable
para nublarme la alegría.
*
Sacadme del corazón este mineral antiguo,
esta cansada voz perfecta que me enseñaron a llevar
como medalla reluciente.
Libradme de la mansedumbre,
contribuid a mi entusiasmo.
acompañadme a la muerte cantando,
bebed junto conmigo hasta tener el mundo en nuestras manos.
*
Os aseguro que veremos bailar las mesas de alegría,
nuestras fuerza tendrá la medida exacta del deseo
y la calle no será más que un hueco luminoso.
*
¿Qué importa que despertemos mordiendo la yerba,
con una margarita destruida en la mano
o en una oscura cárcel con la camisa ensangrentada.
La soledad no es mía
No soy yo, somos todos los que ardemos
con el corazón en la boca, mordiendo
sus tejidos hasta la sangre.
*
Somos todos los que bailamos la melancolía
y ascendemos la definitiva tristeza
con la sonrisa pintada en los labios.
*
No lo nieguen, hay que decirlo, no soy yo solo.
Sería muy fácil desaparecer: Ya estaría hundido
dos metros debajo de las pisadas de los hombres.
*
Todos me acompañáis cuando viajo a la luz
de difíciles días, sumido en la penumbra
de las calles desiertas, o en las alcobas tristes
donde pone la muerte su ojo cada día.
*
Si también me acompañarais a cantar el amor,
a lucir nuestra bandera como un traje de fiesta,
a limpiar nuestras calles con la nueva llovizna
lanzada desde ab ajo en hermosa parábola.
*
No soy yo, somos todos los que vamos a morir
de espaldas, lentamente y sin lenguas,
sin ojos ya, con íntimo cansancio.
Soneto 3
Tú eras toda la fiesta. Eras la brisa
que se llevaba la melancolía
lejos del alma. Eras la alegría
la flauta, el vino, el pan y la sonrisa.
*
La noche alzaba su burlona risa
cerca del mar donde naufraga el día,
pero en su corazón amanecía
bajo la tierna luz de tu sonrisa.
*
Lago donde la vida con sus ríos
se vierte entera, el mundo estaba en ti
mostrando sus más bellos señoríos.
*
Tú era la fuerza que jamás sentí,
el sostén de mis dulces desvaríos.
Tú eras toda la fiesta para mí.
Haikais
1
Llueve. Estás lejos.
Sobre el asfalto negro
siento tus besos.
2
¡Qué lindas flores
tienen los limoneros!
Pasan las nubes.
3
El cielo tiene
muchas estrellas lindas.
Beso la luna.
4
La luna duerme
y pasan las estrellas
sin despertarla.
5
Si no te amara
no estuviera lloviendo
toda la tarde.
3
La fotografía