La oposición política española logró desalojar a Mariano Rajoy y al PP del palacio de la Moncloa gracias a la unidad de partidos y organizaciones políticas tremendamente desiguales. Partidos que durante años se habían enfrentado con críticas bastante radicales.

Sin embargo, forzados por los acontecimientos, el pasado viernes primero de junio descubrieron lo que el maoísmo llamaba “el aspecto principal de la contradicción”.

El aspecto principal de la contradicción de la política española lo representaba en ese momento el inminente colapso del sistema partidista español bajo el peso insostenible de la corrupción de Estado. Ya Rajoy carecía de fuerza moral para sostener su Gobierno, había que dar un paso al frente.

El arcoíris de fuerzas políticas que respaldaron al PSOE incluía a nacionalistas como el PNV, PDeCAT, Esquerra Republicana, EH Bildu, En Comu Podem y también agrupación Nueva Canaria, así como los partidos gallegos y valencianos subsumidos en Unidos Podemos.

Durante más de una década estas organizaciones habían calificado al PSOE de cómplice de la llamada Casta y responsable mayor del desbarajuste económico de España en el 2008.

Sin embargo, el primero de junio comprendieron que el 2018 no es el 2008, y que la mayoría de los españoles reclamaba un alto en el despenadero político por el que transitaba. Y eso solo podían lograrlo los partidos políticos, los reales existentes, no los marcianos.

Para frenar la corrupción y la impunidad en la Republica Dominicana, y sacar del poder a quienes la practican, es necesaria la unidad de los que la sufren, denuncian y rechazan, que es la mayoría.

He escuchado por los vecindarios de la Marcha Verde, discursos encendidos, simplificadores y aparentemente partidarios de una cierta ética radical. Discursos que apuntan hacia el poder, pero también hacia grupos, líderes y partidos que también luchan desde la oposición por un cambio político. Ese radicalismo siempre termina impidiendo la coordinación estratégica de sentimientos y movimientos sociales que aunque tienen distintas procedencias e intereses son activos opositores al actual estado de cosas.

Ese radicalismo mete a todos en un mismo saco y enmascara el blanco, pregonando que todos los políticos y partidos son iguales al PLD y que su crítica a la corrupción no es más que pose e instrumentalización. En verdad, ese radicalismo, verboso y simplificador, confunde e inmoviliza a la población y finalmente facilita la continuidad del estatus quo. Circunstancias que siempre me recuerdan al gran Cesar Vallejo:

“! Cuídate, España, de tu propia España!”

“Cuídate de la hoz sin el martillo, cuídate del martillo sin la hoz”