En este mundo pretenciosamente globalizado el gran capital, en cualquiera de sus monedas, no tiene fronteras. Los imperios, con toda su soberbia injerencista, tampoco tienen fronteras. La comunicación, que con sus redes sociales invade la cotidianidad de cada ser humano, tampoco tiene fronteras. El gran comercio, que alienta en todas las latitudes el consumo hasta de lo que aún no existe, tampoco tiene fronteras… ¿Y entonces? ¿Quién convence a nadie de que la pobreza sí tiene fronteras? (Pregúntenselo a los pobres de Honduras y, a nombre de los pobres del mundo, le darán la respuesta).