El pobre Juan Pablo nunca convocó a las masas explotadas para hacerles conciencia de su realidad. Nunca lanzó un manifiesto denunciando a los hateros y mercaderes inescrupulosos por tanta iniquidad. Nunca escribió un libro que definiera los antecedentes y las perspectivas históricas de lo que se proponía hacer. Nunca se le ocurrió crear un partido político para ocupar el poder y ser el gran líder del naciente estado-nación. Por eso, los enemigos de la patria que ideó se quedaron con ésta para vendérsela al mejor postor, y él terminó vendiendo velas en Caracas con el mismo traje con que llegó.