“… No hay por qué tener miedo de empezar; todos estamos aquí para mostrarte que el discurso está en el orden de las leyes, que desde hace mucho tiempo se vela por su aparición; que se le ha preparado un lugar que le honra pero que le desarma, y que, si consigue algún poder, es de nosotros y únicamente de nosotros de quien lo obtiene”. (Michel Foucault: El Orden del Discurso).
Rastreando y cartografiando todos los cauces de los cientos de caminos de la ideología de la reelección, nunca había visto un, tan exuberante paupérrimo discurso, alrededor de la reelección actual. Ni los apologistas ni el personaje central logran articular algo creíble que no sea la reproducción del poder como arquetipo fisonómico del poder como expresión y dinámica de la corporatividad. De una corporación escindida en el manto de la acumulación que da la política como negocio.
Detrás de todo discurso hay un lenguaje. El discurso es la organización del lenguaje que deriva en una estructura y sus significados. La develación del discurso de la ideología de la reelección es tan tosca, tan poco imaginativa, con tan solaz creatividad, que deprime escucharlo. ¡La sociedad no acusa ninguna importancia! Solo la recreación de que su jefe ha gobernado dos veces y el otro, eterno aspirante, tres veces. Que la economía ha crecido, sin embargo, justo es expresarlo: tiene de 175 años de vida republicana, 164 en el telón del crecimiento. Que Danilo ha sido el mejor presidente de la historia. La estupidez consciente se sobredimensiona sobre la ignorancia obligada. Dibujando a los protagonistas, en un contoneo de cinismo y simulación al desnudar por completo su pírrica argumentación.
El discurso, en el quehacer de la sociología, desborda el elemento intrínseco que conforman las palabras estructuradas y se adentra en la práctica social, que no es otra que la reelección per se. Ello así porque el discurso nos lleva, en la comprensión de su contenido a través del análisis, a tres elementos: la base explicativa, el drama o el teatro que configura la etapa expresiva y el meollo, lo medular del mismo: la fase argumental.
Los apologistas del discurso de la ideología de la reelección no desdibujan ni desvainan la primera dimensión, al no disipar las dudas de la crisis de legitimidad que encierra la misma (reelección), ni más información que el crecimiento, sin el abordaje de la institucionalidad y del consenso mutuo que expresan todas las encuestas, como representante del pueblo, de lo que dice la sociedad en torno a la misma. Ella, es en sí misma, la generadora de incertidumbre y en todo caso, la palabra de la aventura de la crisis de gobernabilidad. Las grietas de la deuda social y de la crisis en la calidad de la democracia se ahondan.
No hay un estado de ánimo positivo alrededor de la reelección, que constituye el componente de la expresividad. Sencillamente, no hay ni existe un sentimiento en el cuerpo social dominicano ni el beneficiario de ella representa, por así decirlo, una determinada fuerza social, en otras palabras, no es un líder. La reelección no convence, no hay esferas de argumentos creíbles, a no ser la ambición y el delirio del poder.
Los “votos” están en el Congreso, ya tenemos votos del PRM, votos de la gente de Leonel”. La síntesis es el cuadro permanente del discurso de un diputado que parecería que su rol en el “primer” poder del Estado, es la construcción de la política de la reelección como instancia “institucional” de la propia degradación y del resquebrajamiento de la democracia. La ideología, entendida como el armazón de la visión de las ideas que nos guían en nuestro accionar y al mismo tiempo cimentan la base de nuestro pensamiento que produce la forma en como vislumbramos el ordenamiento social. El marco de la ideología de la reelección ha sido trémulamente circular, con una tautología que nos encierra como país, que nos impide alcanzar el desarrollo.
La ideología de la reelección petrifica un mayor y mejor orden social porque niega la esencia misma de la democracia, que es la alternabilidad, los límites, las reglas y las instituciones como baluartes, soportes y ejes que validan el Estado de Derecho. Hay si se quiere, alrededor de este simulacro de ideología de la reelección, como un merengue sin letras. Las estructuras y los significados son tan hueros, tan insustanciales, que nos dicen que ha habido en su gira circular, muchos gastos, pero nada de singularidad por una inteligencia que fluya con esfuerzos lo que hoy no se puede vender.
Los “titanes” de la ideología de la reelección, en esta oportunidad adolecen de un guía “espiritual frondoso” que le permita en medio del discurso generar palabras que son el eje vivo de un producto que articula fuerza, orden y grafica la simbología, adjetivos y metáforas para el empuje creíble de un desiderátum sin cuadratura.
Michel Foucault en su libro “El Orden del Discurso” nos dice que los distintos discursos crean marcos que estructuran la vida social, a través de los cuales se ejerce el poder. Esos discursos, ampliaría el referido autor, paradigmas que establecen límites a lo que puede ser dicho con sensatez y a como se puede decir. El empobrecedor discurso de la ideología de la reelección no encuentra espacio, no solo porque la sociedad no quiere, sino también, por la falta de un lingüista que “encante” y un publicista que envuelva el desatino.
La construcción del significado de la reelección y todo su accionar se desdibuja en el horizonte por la insensatez de la continuidad alterando sin legitimidad la Constitución. La ideología de la reelección no encuentra el “self”, su propio sentido y su identidad. En esta pequeña filigrana de la reelección, conocimiento y poder no se encuentran, están embarrados, un embadurnamiento, se oponen, lo que implica su dificultad, en gran medida. La reelección conlleva en sí misma, una frontera que no es más que: la cordura y la locura.
La ideología de la reelección, más allá de su pobretura discursiva, queda desmitificada y desmitologizada por la misma constitución de la vida social del cuerpo social, de la sociedad dominicana, en el entendimiento de que las relaciones sociales y la cultura material requieren y reviven de un nuevo equilibrio de poder.