Los cambios en la fecundidad y en la conducta reproductiva (cont.)

Si bien el descenso de la fecundidad se ha generalizado en la sociedad dominicana, el año de inicio, la magnitud y velocidad de los cambios en los diversos estratos socioeconómicos y en las distintas unidades o entidades territoriales no han sido homogéneos, como una expresión de las desigualdades e inequidades socioeconómicas que persisten en República Dominicana, pese al muy elevado y sostenido crecimiento económico de las últimas cinco décadas.

Persisten en la sociedad dominicana brechas en el nivel y estructura de la fecundidad y en las prácticas reproductivas que implican decenios de años de rezagos en la transición demográfica en los estratos más pobres y los menos educados. De acuerdo a la ENDESA-2013, el promedio de hijos de las mujeres del quintil de ingreso inferior era casi el doble del correspondiente a las mujeres de los dos quintiles superiores. Las mujeres iletradas tenían un promedio de 5.1 hijos, en tanto que las mujeres con educación universitaria sólo 1.9 hijos. Las provincias del Suroeste y las más pobres de la región Este (Hato Mayor y Monte Plata) presentan los altos promedios de hijos por mujer.

Los cambios en el comportamiento reproductivo de las mujeres, entendida ésta como el conjunto de valores, comportamientos y decisiones acerca la descendencia a tener (el número de hijos, la edad de iniciación de la maternidad, el uso o no de medios de anticoncepción, las preferencias reproductivas, así como el acceso y uso de servicios de salud sexual y reproductiva y el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos), han sido los principales impulsores del descenso de la fecundidad.

El factor que más ha facilitado el cambio reproductivo ha sido el uso generalizado de anticonceptivos modernos para evitar embarazos e hijos no deseados, limitar el número de hijos y/o aumentar el intervalo entre los nacimientos. Los programas de planificación familiar iniciados en RD en la segunda mitad de los años 60 del siglo pasado han hecho grandes aportes al desarrollo económico, social y humano, especialmente de las mujeres, que de manera  pacífica y silenciosa, empoderándose a través de la anticoncepción, han propiciado la  revolución reproductiva en la sociedad dominicana desde el siglo pasado, pese a la resistencia de los hombres y la virulenta oposición de la ortodoxia religiosa, especialmente de la Iglesia Católica.

Todavía a principios de los años 70 del siglo XX sólo una ínfima minoría de las mujeres dominicanas -y de los hombres en menor medida- utilizaba algún anticonceptivo, pero ya a mediados de los años 80 dicho uso había ascendido a cerca de la mitad de las mujeres, y en la actualidad casi tres de cada cuatro mujeres usan algún método. Este uso se ha generalizado en similar proporción en los diversos grupos o estratos sociales y entidades territoriales, apreciándose en la actualidad sólo moderadas brechas entre las mujeres de los dos primeros quintiles y las del último quintil de riqueza; entre las mujeres menos educadas y las más educadas; entre las mujeres urbanas y rurales; y entre las residentes en las regiones. No obstante, en 2013 un 11%% de las mujeres de RD tiene necesidades insatisfechas de anticoncepción. Los mayores niveles de necesidad no satisfecha de anticonceptivos los presentan las mujeres de los quintiles inferior e intermedio de riqueza (13 por ciento), disminuyendo en los demás hasta llegar a 7 por ciento en el quintil superior.

Una característica del patrón de uso de métodos anticonceptivos de las mujeres dominicanas ha sido, durante todo el periodo de la transición de la fecundidad, el apabullante predominio de la esterilización, método irreversible que lo usan en la actualidad el 65% de las usuarias activas, en su mayoría cuando ya tienen tres o más hijos y antes de los 35 años. El segundo método más utilizado, la píldora anticonceptiva, apenas lo usan el 18% de las mujeres.

Con respecto a las prácticas reproductivas relativas a la nupcialidad y la sexualidad, la edad a la que las mujeres tienen su primera unión conyugal y su primera relación sexual han variado muy poco, manteniéndose en torno a 19 y a 18 años respectivamente, aumentando el porcentaje de mujeres que tiene relación sexual precoz (antes de los 15 y antes de los 18 años). Especialmente la persistente alta fecundidad en adolescentes está muy relacionada con la conducta reproductiva y sexual de los jóvenes en RD: iniciación cada vez más temprana de la vida sexual y bajo uso de anticonceptivos. El no uso de anticonceptivos conduce al embarazo y a la maternidad adolescente, que se asocian a su vez a la pobreza y la baja educación, pues 39% de las mujeres con educación primaria y 5% en las de mayor escolaridad inician las relaciones sexuales antes de los 15 años, y en el caso hombres esos porcentajes ascienden a 29% a 18% respectivamente (ENDESA-2013).

En relación con las preferencias reproductivas, sí ha habido cambios significativos respecto al tamaño ideal de familia y el número deseado de hijos. El número ideal promedio de hijos se ha reducido de 3.1 a 2.8 y el promedio de hijos deseados de 2.6 a 2.0 en el período 1991-2013, logrando cada vez más las mujeres de RD la realización de sus deseos reproductivos al acortar la diferencia entre la fecundidad deseada y la que efectivamente llegan a tener.

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