Actualmente, los sistemas políticos de diversos países discurren en medio de grandes y bruscos cambios o de inestabilidad. En esencia, vivimos un momento en que prima la inexistencia de líderes políticos con el suficiente carisma y/o claridad de lo que quieren o proponen, y en la existencia de muchos líderes claves del sistema que, si alguna fuerza puede atribuírseles la misma descansa básicamente en la debilidad de sus adversarios. La inestabilidad, es también, fruto de la inexistencia colectividades políticas, y de políticos con claros de proyectos de sociedad, o a situaciones como la que se vive en este país en que la fuerza política hegemónica ha llevado la sociedad hacia su más completo deterioro del marco institucional que sirve de base al sistema.
Es por lo que de repente, en determinadas coyunturas surgidas por cambios bruscos del contexto político de una sociedad se sitúan al frente líderes de limitado carisma o redivivos que, viniendo de una suerte de sombra o penumbra determinada por sus hechos, de improviso devienen figuras centrales del momento político que vive su país. de igual modo, vemos como se forman las alianzas más abigarradas que se convierten en poder en momentos de gran convulsión o confusión política. Los casos de España e Italia, para citar dos entre muchos, ilustran lo antes dicho. En el primer país, de improviso Pedro Sánchez surge de la penumbra y es nombrado primer ministro de un nuevo gobierno signado por la incertidumbre, que nace del derrumbe de otro corroído por la corrupción, la ineficiencia y la arrogancia.
Fruto de la quiebra de un sistema esencialmente lastrado por los mismos males que el español, Italia estrena un gobierno surgido de una alianza impensable y hasta abominable entre un populista de la extrema derecha xenófoba/racista y otro de la anti política irresponsable. En nuestro país, el PLD nos ha llevado a la mayor quiebra moral e institucional de nuestra historia. Ha pervertido todo, corroído las instituciones y ha sido el partido que más contribuido al fortalecimiento de ese pesimismo que durante siglos ha postrado esta sociedad y que en gran medida no le ha permitido sacar lo mejor de sí en muchas coyunturas que, bien aprovechadas por sus mejores hijos, hubiesen evitado ese lamento de varias generaciones de luchadores que sistemáticamente se preguntan sobre el valor de sus sacrificios.
Con sus luchas intestinas, el PLD mantiene el país en vilo, ha arrastrado a una oposición que no muestra la suficiente firmeza y luces a que lo acompañe en la aventura de unas primarias de los partidos simultaneas, dirigidas y validadas por una JCE que reconoce su incapacidad material y humana para realizar esa tarea. El PLD ha impuesto su agenda de entretenimiento a una oposición políticamente organizada que ha sido incapaz de articularse, darse su propia agenda y vincularse a una sociedad ávida de un proyecto político claro y con perspectivas, que sigue sumida en una frenética cuanto estéril oposición parlamentaria discutiendo una Ley de Partidos cuya discusión ya tiene décadas y que actualmente no será aprobada hasta que el PLD no resuelva sus diferencias en torno al tema de las primarias.
El terreno en que la oposición política organizada puede encontrar la fuerza para sacar al PLD del poder es el de la calle, no en el ámbito del falso teatro de las discusiones estériles con un PLD paralizado por las diferencias de sus principales jefes. Esa oposición tiene que buscar su fuerza en su relacionamiento con otros actores sociales, políticos y productivos y no simplemente en la búsqueda del debilitamiento de un PLD que aún puede encontrar fórmulas para superar su crisis interna, pactando vías de entendimiento entre sus facciones para enfrentar unidos el reto de las próximas elecciones congresuales, municipales y presidenciales. Las victorias que se obtienen por la simple debilidad del contrario y no por la fortaleza del vencedor suelen ser pírricas y sin capacidad para enterrar en antiguo régimen y establecer otro sustancialmente diferente.
Esas experiencias deben servirles a las diversas vertientes de la sociedad civil dominicana para asumir la ética de la responsabilidad, la ética del compromiso para lograr resultados tangibles, para exigirle a la oposición al presente gobierno peledeísta que asuma una actitud de lucha y unos lineamientos programáticos que hagan posible la movilización de esta sociedad para luchar por cambio político de profundo contenido social, por un cambio de rumbo del país sustentado en una amplia y sólida base social con capacidad de establecer un gobierno que sea una sustancial negación del actual régimen político.