La planificación es un proceso importante en la vida y en el quehacer de las personas; también lo es para la sociedad. Posee rasgos valiosos que la convierten en un dispositivo indispensable para la articulación de las acciones y la direccionalidad de estas. De otra parte, se caracteriza por la flexibilidad de sus componentes y la potencialidad que tiene estructuralmente, para posibilitar la participación de los actores y la construcción compartida de nuevos conocimientos. Pero el valor más extraordinario de la planificación es que nos enseña a pensar y a trabajar, en la perspectiva de proyecto. Sí. Nos impulsa a organizar las acciones teniendo en cuenta las necesidades del contexto y un horizonte determinado. Aquí está la virtud de la planificación, la potencialidad que posee para favorecer una acción situada, que pretende darle  respuesta a las parvedades de una realidad específica. Se nota la diferencia cuando nuestras actividades responden a una planificación direccionada o cuando desarrollamos acciones sin saber a dónde queremos llegar y por qué. No es extraño encontrarnos con este tipo de funcionamiento y ahora más en el escenario del  COVID-19.

El panorama que ha develado el virus en el ámbito de la planificación institucional y social es preocupante. La geografía y la arquitectura de la pandemia reflejan que la planificación es una perfecta desconocida en  dimensiones básicas como salud, educación y gestión del agua. En la región, Ecuador y la República Dominicana ofrecen una fotografía bien nítida de lo que implica una desplanificación. Esta contrasta con la maestría que se exhibe en improvisación y desarrollo de acciones con exigua articulación. Este tipo de funcionamiento convierte a los ciudadanos en huérfanos de políticas sistémicas que garanticen su bienestar personal y social.  No pretendo otorgarle poderes mágicos a la planificación, pero reconozco que los resultados son diferentes, si ésta se toma en cuenta.

No hablamos de cualquier planificación. Promovemos y apoyamos una planificación integral que nos prepare para volver a una nueva normalidad. Asumimos que estamos participando de una nueva cultura, de una nueva civilización inauguradas por el COVID-19. Esto nos urge a repensar los planes con los que estamos funcionando. Es posible que no estén dando resultados porque están pensados con claves y variables distintas a las que gobiernan al mundo y a las naciones afectadas con crudeza por el virus. Queramos o no, requerimos un cambio de mentalidad y nuevos criterios para la elaboración de los planes ordinarios y estratégicos.

En el caso de la República Dominicana, tanto Salud Pública como el sector Educación y los que administran el agua, han de hacer un paro en el camino que están siguiendo para elaborar una planificación que vaya más allá del corto plazo; y oriente a mediano y largo plazos. No pueden eludir la responsabilidad de los sectores que representan en la defensa de la vida y del desarrollo de las personas y del país. Sin una planificación pensada para una normalidad distinta, continuaremos participando de una feria de actividades en esos ámbitos, que solo profundizarán la angustia ciudadana y las muertes imparables, para culminar con la extinción global.

Es necesario hacer una lectura inteligente del curriculum oculto de la pandemia en la República Dominicana. Los hechos nos inducen a preguntarnos qué se pretende realmente. Las interrogantes son múltiples, pero las posibilidades de respuestas transparentes y convincentes no sabemos si será posible encontrarlas. Lamentablemente, no hay espacio para respuestas triviales. Lo cierto es que la población espera una salud más protegida, una educación menos coyuntural en sus acciones y agua para todos. Así se establece coherencia entre la salud y la educación de calidad de la que se habla; y el acceso al agua para que todos puedan lavarse las manos como indican la Organización Mundial de la Salud  y Salud Pública.  La situación generada por la pandemia requiere compromiso con la verdad. Y este compromiso reclama planificación integral para una normalidad nueva.