Plan Estratégico de Santiago no es una oficina en el edificio empresarial. Tampoco un libro bonito con muchas gráficas, cartografías y fotografías de identidad santiaguera. Menos aún una lista de proyectos para exigir y reclamar a los gobiernos. Nunca la sumatoria de pensadores, adivinos o pronosticadores en bola de cristal que predicen el futuro. El Plan Estratégico de Santiago es un ejercicio de ciudadanía responsable. Una gestión armónica del consenso y el disenso. Un abordaje participativo del desarrollo local. Definitivamente un compromiso municipal de todas y todos.    

Roberto Capote Mir, mi profesor favorito en planificación; y en su momento jefe de gestión de servicios y gestión social en Naciones Unidas decía “el mejor plan del mundo se basa en la concertación y siempre requiere de organización, dirección y control, pues lo que no se controla, no se cumple”. 

La planificación estratégica se diferencia de la planificación normativa. La normativa es la planificación tradicional y lineal. Aquella que se hace por pasos graduales, con objetivos, propósitos   y condicionantes. La normativa se basa en una proyección lineal de tendencias. Se formula con propósitos, objetivos, actividades y tareas calendarizadas, sobre todo supone que cada actividad para que se cumpla, debiera tener claramente asignada una partida presupuestaria del Estado. La norma se sobrepone al plan.  La planificación normativa es una guía informativa de cómo actuar. Todos los estudiosos indican que esta planificación genera una discontinuidad entre el futuro deseado y la historia que se pretende cambiar, pues el futuro más que un sueño compartido por toda una sociedad, se proyecta como un acto mecánico de un aparato del Estado o gobierno concreto.

En la década de los años 80 del siglo XX, la planificación estratégica, cambia el paradigma. Carlos Matus fue su principal promotor pero no le alcanzó el tiempo y las condiciones políticas para ponerla en práctica. Como ministro de economía de Salvador Allende, fue destituido, encarcelado y perseguido por los militares. Tuvo que surgir la concreción estratégica de Barcelona (1988-1992) para que se generara un verdadero laboratorio social que catapultó esta metodología por Latinoamérica. Culminado con el primer Plan Estratégico de Barcelona. Santiago, sería cofundador en 1993 del Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU), por las gestiones de la PUCMM y Ayuntamiento Santiago. Así aconteció también con la ciudad de San Francisco California en Estados Unidos de América. 

De qué se trata la planificación estratégica. Se trata de juntar la direccionalidad y la planificación. De apoderarse de un supuesto que conduce a la admisión consciente que el Estado y su administración aisladamente no pueden lograr el desarrollo, por lo que requieren de una alianza estratégica con las sociedades que el Estado pretende dirigir. La planificación estratégica es vincular el corto y el mediano plazo, para que las acciones de hoy concurran con las de mañana, creando redes, sistemas y regímenes de actuación continua, concurrente y colectiva, entre Estado y sociedad.

La planificación estratégica por ser “estratégica” no puede pertenecer a ningún sector. Es un error afirmar “ese plan estratégico es de la sociedad civil, aquel de los empresarios y este otro es el plan estratégico del gobierno. Si es estratégico es porque suma y multiplica un concierto de voluntades. Planificar estratégicamente es importantizar la construcción colectiva del futuro soñado, deseado y anhelado por todos. Es promover cohesión social, concertación política y articulación social. Es asegurar la mayor racionalidad en el uso de los recursos dado que cada actor estratégico se compromete con un nivel de intervención.

Es aprovechar las escasas oportunidades para vencer, como decía Matus, la resistencia activa e incierta de los oponentes, aprovechando las fortalezas y las contribuciones de los aliados para impulsar el desarrollo.

Entonces, Santiago se introduce firmemente al Siglo XXI con la articulación de su Tercer Plan Estratégico al año 2030. La iniciativa es una gran oportunidad para construir un nuevo ejercicio de ciudadanía. Un espacio para pensar entre todas y todos, la ciudad y metrópolis que deseamos. Un medio para invocar gobernabilidad y atraer fuerzas sociales a protagonizar su desarrollo.

La planificación estratégica conduce a la ciudadanía de cualquier territorio a pactar con sus gobernantes locales. A concertar programas de gobernabilidad, cultura, salud, educación, justicia, uso de suelo, medio ambiente y economía. En especial concretar una visión de la gobernabilidad necesaria para que la ciudadanía ejercite su capacidad de autogestión. Santiago de los Caballeros es el primer municipio de América no transformado en capital, que será honrado por ciudadanos y autoridades con el aporte de un tercer Plan Estratégico en el Siglo XXI. Ese sólo hecho es un signo alentador y debiera concitar el  apoyo de todos los sectores y agencias del país. Un espejo en el que se pueden mirar las 32 provincias y más 158 municipios del país.

El Plan Estratégico 2030 necesita una ciudadanía preparada a marchar con un enfoque común sobre Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas. Santiago está pariendo un nuevo producto democrático. Se impone que el trabajo atraiga la atención de las entidades de cooperación, y todo aquel que desee encontrar innovadores proyectos. Modelos de desarrollo, que implican un serio esfuerzo por repensar la democracia y la participación social.