Diciembre es un mes encantador en el mundo y, especialmente, en la República Dominicana. Los días de este período se visten de colores, música y planes gastronómicos innovadores. De igual modo, es un tiempo cargado de experiencias familiares que acortan distancias, reconstruyen y fortalecen la fraternidad. En el ámbito religioso, el foco central lo ocupa la preparación para conmemorar la natividad de Jesús. Como podemos observar, el último mes del año tiene una agenda sin resquicio alguno para incrementar nuevas acciones y programas. Si acaso había alguna brecha, los partidos políticos se han ocupado de aprovecharla. Por ello ahora, el ruido y las consignas de las caravanas, constituyen otro ingrediente que se añade al folclor navideño de 2019. Los toques mágicos están a cargo de la Junta Central Electoral y los diferentes tribunales vinculados a las elecciones. Realmente es un panorama que no permite tedio, pues hay motivos para todas las generaciones y complacencias.

Precisamente, en este momento tan pintoresco para la sociedad dominicana, aparecen los resultados de las pruebas Pisa. No hay necesidad de describir la finalidad y la estructuración de estas; múltiples artículos, comentarios y resultados de entrevistas ya han dado cuenta de sus propósitos, alcance e implicaciones para los países participantes. En este artículo vamos a obviar todo aquello que ya ha sido presentado con maestría y realismo, no sólo por actores de la educación, sino por economistas, sociólogos y periodistas. Asimismo, han expresado su posición sobre las pruebas,  empresarios, académicos y organizaciones confesionales.  Son pocos los espacios, agentes sociales y educativos que se han quedado fuera del debate y del gemido socioeducativo provocado por los resultados del proceso de evaluación indicado. Diciembre está inundado del dolor provocado por Pisa.

Nosotros compartimos ese dolor pero no estamos de acuerdo con el carácter puntual que tiene. Por esto el artículo que suscribimos se pregunta si el dolor es generado por una sorpresa aparente. Con todo el respeto que merecen, y,  que le concedo a los articulistas, no creo que los resultados de la prueba Pisa deben producir tanto sufrimiento en el último tramo. No, esta consternación ha de ser antes, durante y al final. ¿Es que no estamos viendo que la calidad es una consigna publicitaria que no ha pasado por el frente de los centros educativos? ¿No estamos conscientes de la inercia social ante un 4% orientado a satisfacer compromisos partidarios, más que a problemas sentidos de la educación dominicana? ¿Todavía no observamos a una Asociación de Profesores con dificultad para comprender y transformar, las necesidades prioritarias de la educación dominicana y sus compromisos en la sociedad del conocimiento y la información del Siglo XXI? ¿Tampoco nos damos cuenta de que el Ministerio de Educación de la República Dominicana, muestra preocupación por los accesorios y margina los ejes sustantivos y estructurales de una real revolución educativa? Aun más, parece que no nos damos cuenta de que el clientelismo político ha poblado los centros educativos de personas que no están interesadas en la educación, mucho menos, en la transformación del proyecto de sociedad vigente. Muchos profesores son compañeritos del partido oficial actual y de otros partidos históricos. Su interés, sobrevivir en una sociedad desigual y equidad anquilosada. Fuera de ellos, el compromiso con un desarrollo curricular significativo; con una formación y un aprendizaje que cualifique las capacidades y los valores de estudiantes, familias y comunidades. Hoy contamos con una minoría de profesores responsables, con vocación consistente y desempeño de alto nivel. Ningún profesor se autonombra en el Ministerio. Todos los profesores que están interesados en otra cosa, son designados por un Ministerio distraído y direccionado por intereses que se oponen a los fueros del ámbito educativo. La distracción que señalamos es propia de la mayoría de los ministros que hemos tenido a lo largo de la historia. Esta situación interpela abiertamente a la sociedad; la invita a revisar sus miedos y su comodidad.

Además, han aguzado los ojos para darse cuenta, de que los gestores de la educación en el sistema educativo dominicano, también requieren formación cualificada y focalizar su trabajo.

Por último, pregunto, ¿Seguimos sin darnos cuenta de que las instituciones formadoras de maestros, trabajan sin articulación alguna? Cada una impulsa sus productos estrellas, sin dar pasos que las dispongan a construir y reaprender juntas.

Tenemos razones para preguntarnos si la sorpresa sobre los resultados de Pisa es simulada. Desde la pregunta que plantea el artículo, los animo a investigar los siguientes aspectos en la educación dominicana actual:

El peso específico que tienen los procesos educativos frente a la cantidad e intensidad de eventos educativos que se promueven;

la fuerza que tiene la investigación en la educación preuniversitaria, teniendo como foco la investigación en los centros educativos.

la incidencia del factor político y partidario en la inserción de docentes improvisados y sin vocación educativa;

el escaso y débil acompañamiento a la práctica educativa de los maestros;

la elevada carga disciplinaria del currículo en detrimento de un equilibrio entre contexto-disciplinas-arte; pensamiento crítico-resolución de problemas-responsabilidad comunitaria; entre ser-sentir-pensar- hacer; y formación-reflexión-acción.

Si no queremos que el factor sorpresa se convierta en una cultura en la educación dominicana, hemos de actuar corresponsablemente en la cotidianidad para transformar las estructuras, enfoques y prácticas del sistema educativo actual. El caso Pisa es complejo y requiere voluntad política, social e institucional.