Las pilas fueron inventadas en el año 1800 por el físico italiano Alessandro Volta, que señalaba ya en esa época que su invento era muy útil para la humanidad, pero que con el tiempo podría ser dañino para el ambiente.

Una pila es “un generador portátil de energía eléctrica, la cual se obtiene a partir de la transformación de energía química. Una pila no pierde la carga eléctrica salvo por la degradación física de sus componentes y este proceso es irreversible”.

Hay varios tipos de pilas: cilíndricas, rectangulares, de botón, recargables, alcalinas, de níquel y cadmio, níquel e hidruro metálico, las de ion de litio, y otras.

Una batería o acumulador de energía, “almacena carga eléctrica previamente producida por un generador, y va perdiendo su carga eléctrica constantemente en el tiempo, se utilice o no. Una batería se puede volver a cargar cuantas veces sea necesario, hasta que su estructura se degrade por el uso”

En Europa, desde los años 90, todas las pilas y baterías deben ser recicladas. En Francia hay contenedores a la entrada de los supermercados o en los servicios al cliente de las tiendas de electrodomésticos.

Sin embargo, en Estados Unidos, las pilas alcalinas no se consideran peligrosas debido a la cantidad relativamente menor de metales peligrosos que contienen y pueden ser tiradas a la basura.

Una pila o una batería contiene un 30% de metales pesados, litio, mercurio, plomo y otros, los cuales son tóxicos y perjudiciales para la salud de los seres vivos y el medio ambiente.

Las pilas comunes AA o AAA que usamos para tantas actividades de la vida cotidiana tardan entre 100 y 500 años en degradarse. Una sola pila de reloj puede contaminar 600 mil litros de agua.

En la basura, pierden su cubierta y liberan los metales que contienen. Estos se infiltran desde el vertedero o el relleno sanitario, contaminando las aguas subterráneas, los ríos y el suelo y con ello se introducen en las cadenas alimentarias.

Cuando cambiaron recientemente la batería de mi alarma, le pregunté al técnico si sabía dónde su compañía reciclaba estas baterías o dónde entregarla. Él se quedó muy sorprendido por mi pregunta y manifestó un total desconocimiento del peligro generado por las baterías.

No obstante, se mostró muy interesado y receptivo:  “Eso es lo que falta en nuestro país: orientación, información… hay mucha gente que no quisiera azarar el planeta por desconocimiento… pero el que no sabe es como el que no ve, voy a comunicarlo a mi jefe….”.

Frente a su disposición le mandé una serie de información sobre el daño que estos pequeños y grandes artefactos tan útiles pueden crear a nuestro planeta.

Este tema adquiere cada día más vigencia, tomando en cuenta el crecimiento exponencial del uso de baterías y acumuladores de energía con el desarrollo de utensilios portátiles, de vehículos eléctricos y de instalaciones fotovoltaicas e informáticas.

¿Frente a este desafío cuál debe ser nuestro papel como consumidor? Tratar de evitar el empleo de pilas, cuando es posible, y privilegiar los productos que funcionen con cuerdas y energía eléctrica. También debemos reflexionar antes de comprar juegos para niños que necesitan un gran número de pilas.

Un dato interesante es que la mitad de las pilas se utilizan para actividades de esparcimiento (música, juegos, cámaras). Nos toca ver cómo disminuir estas prácticas en nuestras vidas.

Ahora bien, desechar correctamente pilas y baterías no es solo cuestión de una sencilla recolección. Lo fundamental es de asegurarse que su disposición final se haga con protocolos de bioseguridad adecuados y que no sean incineradas.

Una sociedad civil empoderada puede tomar cartas en el asunto. Puede, por ejemplo, solicitar a sus autoridades programas de educación ambiental para el manejo, la gestión y disposición final de pilas.

Lo anterior implica evaluar los problemas y efectos que se pueden derivar de los componentes contaminantes, a fin de plantear posibles soluciones de manejo y consumo.

De lo que se trata es de estructurar intervenciones educativas y medidas para la sustentabilidad; es decir, abordar la cuestión del consumo deseable, el manejo adecuado, y el tratamiento y disposición final de los bienes que consumimos.