El capital social es la esencia inmaterial que en Santiago genera adhesión social y sentido de servicio para las buenas obras comunitarias. Una virtud ciudadana que aunque nací y maduré en Santiago no entendía. Incluso cuando llegué al exterior a estudiar, apenas pude notar en la conducta social observada en ciudades de América y Europa.  Sin embargo, al asumir la gerencia de proyectos del Consejo para el Desarrollo Estratégico de Santiago (CDES), estudié y viví la arquitectura institucional de esta auténtica, genuina y probada virtud santiaguera: el capital social.

¿Dónde reside esta esencia santiaguera? ¿En qué territorio nace esa gracia, gallardía y talento que hace de los santiagueros, ciudadanos identificados con su propio desarrollo?, ¿Por qué se observan tantos empresarios comprometidos con el desarrollo integral? ¿Hay otros territorios en los que el sector privado se involucre como acontece aquí, con los problemas y las soluciones de su ciudad?

Las y los santiagueros tenemos un gran sentido de identidad socio-territorial. Nos sujetamos a nuestras costumbres, y sobre todo poseemos una personalidad emprendedora, organizada y hospitalaria. Estas conclusiones las derivamos del estudio sobre “Marca Santiago” que hicimos hace algunos años. Verbigracia que como cibaeños pronunciamos a gusto con la “í”;  hábito que nos distingue para bien. Esa es la base social que subrayó el Senador Valentín en el convenio de la Cámara de Diputados y CDES.   

Se ha demostrado que esa esencia santiaguera surge de la fertilidad de la tierra, de su propiedad minifundista y de la sociedad que surge de cultivar tabaco, café y cacao. Se sabe que cuando Santiago y la región negociaban estos productos con Holanda, Inglaterra y Francia, se consumó en el siglo 17,  “el primer tratado de libre comercio de América”. Tan rentable fue esa negociación con Europa que precipitó a la Corona Española a decretar las funestas “Devastaciones de Osorio”. El rey español Felipe III fue muy influido por el grupo de colonos residentes en la banda sur de la isla y en Santo Domingo. 

Entrado el siglo 19, el sociólogo Pedro Francisco Bonó, diferenciaba a Santiago y el Cibao de las zonas donde predomina el hato ganadero, corte de caña y tumba de arboles (banda sur de la isla). Según Bonó el sur acumulaba una población “supersticiosa, holgazana y embrutecida”. A diferencia de aquellas que cultivan tabaco, donde se observan gentes activas, laboriosas y dedicadas. 

El profesor Bernardo Kliksberg del INDES-BID, con quien cursé postgrado en gestión social, subraya que “una oleada de investigaciones explora algunos de los tesoros escondidos en una forma de capital excluida del pensamiento económico convencional, el denominado “capital social”.  Los trabajos de Robert Putnam y James Coleman verificaron la influencia sobre el desarrollo de factores intangibles, no visibles, pero de presencia diaria y activa en las sociedades y que son de alto peso en su evolución. 

En la obra “Para hacer que la democracia funcione” (1994), R. Putnam, después de extensas indagaciones sobre la evolución histórica de Italia, encuentra algunas de las principales causas del mayor desarrollo de la Italia del Norte, con relación a la del Sur, en variables no consideradas por los enfoques macroeconómicos convencionales. Putnam ha publicado más recientemente “El declive del capital social”, donde analiza las relaciones sociales en ocho democracias de Occidente.

El capital social santiaguero y cibaeño fue la piedra angular que permitió superar las devastaciones de Osorio del siglo 17. Lo mismo aportó en la segunda devastación del año 2003 y en esta década del siglo 21, se acumulan nuevos factores que pueden generar una tercera devastación, pues el Estado y el aparato productivo, deben superar el crecimiento sin inclusión social, como demostró el ministro Isidoro Santana en su conferencia en CDES.

Más que promover nuestras virtudes en el PES 2030 debemos fortalecer el capital social para el desarrollo local. Necesitamos visualizar el santiaguero que debiera protagonizar el desarrollo local en esta tercera década del siglo 21. Nos importa consolidar, el clima de confianza existente entre los sectores. Santiago tiene que ayudar más al Cibao, y por su parte la región del Cibao debe aprender más de Santiago.

Según el profesor Kliksberg un “clima de confianza” incide en aspectos clave, tales como: i) el grado de cohesión social, ii) las expectativas mutuas de las instituciones, y iii) la reducción del pleitismo y los conflictos. Se sabe que cuanto mayor es el clima de confianza, menor el costo que una sociedad incurre para arbitrar conflictos, malentendidos y desinformaciones. También progresa la capacidad de concertación entre la sociedad civil y el Estado, y entre sectores dentro de la sociedad civil.

Valoramos ayudar a cientos de entidades sociales que realizan un buen trabajo pero no tienen ni visión definida, ni estatutos institucionales. Tampoco cuentan con juntas directivas válidas, acumulan debilidades en sus elecciones internas,  no tienen planes, ni presupuestos operativo. Queremos un nuevo plan estratégico 2030 que fomente la planificación en todas las instituciones sociales de Santiago.

Se conoce que en la medida que los miembros de una sociedad forman organizaciones, y participan en ellas, crean gestiones asociativas exitosas, despliegan sinergias y asumen una gobernanza proactiva. También elevan la conciencia cívica y su responsabilidad corporativa. Las actitudes de los santiagueros hacia lo colectivo, deben fortalecerse desde cumplir correctamente con las obligaciones impositivas, hasta saber protestar, proponer la diferencia y concertar una inversión local transparente, incluyente y justa.

El buen capital social santiaguero nos ayudará a lograr una mayor capacidad para detonar el desarrollo en la provincia Santiago y el Cibao. Nos apoya para fortalecer las empresas que deben ser renovadas con herramientas de biotecnología agrícola y médica. Con células, tejidos y órganos tecnológicos, inteligencia artificial, materiales inteligentes e ingeniería de superficies, nano-tecnología, energía verde, sistemas ópticos, tecnologías inalámbricas, consumo ecológico, educación universal, gestión de bienes y gobernanza global, mercadotecnia y salud tecno­lógica y virtualidad cotidiana. Todas son tendencias fundamentales en el nuevo Plan Estratégico 2030.