La permisividad durante el ejercicio de cualquier función, sea pública o privada, generalmente se convierte en una forma de corrupción. Ello así, porque por obtener ventajas política, económica o social, quienes están investidos de una autoridad permiten que se produzcan actos violatorios a la Ley, a los derechos humanos y a elementales normas de convivencia. El reciente acto de barbarie de una turba de dominicanos contra varias casas de pobladores de origen haitiano, en Moca, constituye un ejemplo.

En ese acto, armados de bates de beisbol, machetes y hachas, sin que interviniese ninguna autoridad, esa turba golpeó a mujeres, adultos y adolescentes. Algunas mujeres  fueron salvajemente tiradas al suelo y con saña abiertamente racista algunos agresores les cortaban el pelo a jóvenes de origen haitiano; destruyeron algunas casas y de ellas sacaban sus enseres para incendiárselos, al tiempo de perseguir los moradores, blandiendo sus armas hasta expulsarlos  de su hábitat. La turba le decía a unos inactivos y permisivos agentes policiales que tomaban la  justicia en sus manos.

Este gobierno y su presidente han sido extremadamente permisivos con la corrupción y prostitución de la Justicia, como lo denuncia su propio Procurador General. Pero también, ante hechos no menos afrentosos como la mencionada acción. Esas expresiones de barbarie son recurrentes y las mismas han sido documentadas y profusamente difundidas, sin que hasta el momento se haya producido alguna acción del gobierno tendente a someter a la justicia a quienes cometen esos actos típicamente terroristas y de persecuciones alevosamente  xenófobas.

En varios países, algunos migrantes dominicanos y de otras nacionalidades han cometido actos criminales. Allí, connacionales nuestros han llegado al extremo de  constituirse en bandas criminales y de narcotraficantes, pero los nacionales de esos países no forman turbas para tomar la justicia por sus propias manos para destruir las viviendas de los nuestros, ni para golpearlos  o matarlos. No porque ellos sean mejores que nosotros, sino porque en esos países existe un estado de derecho que protege a todos sus residentes, no importa en estatus en que se encuentren y les ponen límites a la propaganda del odio y xenofóbico y racista.

Porque en ese contexto de estado de derecho, es impensable que un presidente y su partido se conviertan en complacidos y complacientes rehenes de un grupúsculo político xenófobo, como sucede en este país. El presidente Medina es consciente de que si bien la comunidad internacional valora algunos pasos de su gobierno para mejorar las relaciones dominico-haitiana, esta mantiene su rechazo a la ambivalencia con que este aborda el tema migratorio, porque permite actos de barbarie como el señalado y que en ese tema ese grupúsculo tenga una incidencia a veces concluyente.

Más que por convicción, este gobierno permite esa incidencia por beneficios políticos. De ese modo, la suma de ventajismo y permisividad dan corrupción política, una de las tantas caras que tiene este flagelo. Sucede igual con el sector empresarial  que teniendo grandes inversiones en Haití y aquí para el comercio con ese país, por temor al gobierno no asume una actitud cónsona con sus intereses y convicciones para que el tema migratorio sea abordado con sostenida coherencia. En reuniones privadas expresan su inconformidad con la manera en que este gobierno maneja el tema, pero a la hora de dar la cara, generalmente opta por la tibieza o la ambigüedad. 

Lo mismo puede decirse de la generalidad del empresariado haitiano, algunos expresan sus deseos de una política migratoria y de intercambio comercial más fluido, pero son incapaces de plantar cara al gobierno y a los intereses corporativos que dificultan, tanto el intercambio comercial, como la regulación migratoria.  De alguna manera, todos permiten y/o se acomodan a la estructura de corrupción que se ha creado en torno al tema y de manera particular la que controlan el tránsito de mercancías y de personas….

En ese estado de ambigüedad, permisividad e irresponsabilidad, seguirán produciéndose los actos de barbarie que cometen turbas aquí y allá. Se seguirán produciendo la barbarie como la del poblado de la provincia Espaillat que nos avergüenza y saca a flote lo peor de esta sociedad , seguirán incendiando chispas que finalmente podrían incendiar la pradera. Estamos a tiempo para impedir que eso suceda.

Siempre que, finalmente, se asuma este tema con la debida responsabilidad.