La tortilla se está volteando a favor de nuestras provincias. Dentro de poco tiempo todos los universitarios del país van a querer ser egresados de la extensión de San Juan de la Maguana de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la cual ha aumentado su rating nacional en cuestión de minutos.
No es para menos. Los felices egresados de la UASD en San Juan se vieron dotados de anillos de graduación, así como de computadoras y becas. Y se ha rumorado que hay promesas de viajes a Las Vegas, que provendrían de un ex senador y ex gobernador de la misma provincia.
Parece que los cargos en esta comarca son sumamente apetecibles. San Juan ha demostrado ser una plaza que ofrece posibilidades expansivas de desarrollo personal a sus representantes, lo que se revela como una razón suficiente para que se aferren a sus posiciones estratégicas. Cualquier dádiva es buena para defender con uñas y dientes un jugoso cargo o curul.
Es indudable que acceder a una función pública significa una cuantiosa inversión para la gran mayoría de aspirantes y que competir desde una posición electiva pone a los candidatos en situación de ventaja económica. Una vez electos les quedará, a cada uno de ellos, hacer funcionar su materia gris para ver cómo repartirse de manera ágil el botín que constituye el presupuesto de la Nación.
Y es cierto que los dominicanos hemos adquirido grandes habilidades en esta materia. Con cada gobierno que pasa nos hemos ejercitado, refinado y capacitado, a tal punto que es con bombos y platillos que iniciamos el año 2019. El fraude contra el Estado en la DGII fue evaluado en 4 mil 127 millones de pesos y se llevó de paro a unos 300 funcionarios (los cuales, dicho sea de paso, todavía no han sido sometidos).
Por blindados que estemos con este ejemplo no deja de irritar el último escándalo que explotó, en este mismo mes, en el ministerio de Educación y que invalida, por el momento, el interesante y necesario proyecto de Cruzada por la Lectura lanzado en días pasados con amplia cobertura mediática.
Según las palabras del mismo ministro de Educación, se trata de un proyecto “destinado a superar las históricas limitaciones y falencias en el sistema, apelando a varios componentes, como son: estrategia de formación centrada en la escuela para docentes del primer ciclo de Primaria, acompañada de una estructura de tutores para darles el necesario seguimiento al proceso”.
La parte atrás del proyecto es que esta pequeña joya estaba atada a un contrato multimillonario para la impresión de los 800,000 ejemplares necesarios para llenar las mochilas de todos los alumnos del país con los libros escogidos.
Según refieren los diarios el escritor y director general de Cultura del ministerio encontró, como por casualidad, uno de los numerosos nichos que existen en cada institucion a pesar de la existencia de los comités de transparencia, de compras y contrataciones, veedurias y de todos los demás artificios e ilusiones que se han inventado para hacer creer en la transparencia de un gobierno que no lo es.
No solamente el director de Cultura (uno de los peritos encargados del proceso de transparencia de la operación), coló en la lista de obras de autores dominocanos uno de sus libros, sino que también tenía un contrato con la única editora escogida bajo proceso de excepción para la impresión de los libros.
Si no fuera por la denuncia realizada en la Procuraduría Especializada de Persecución de la Corrupción Administrativa (PEPCA), por una editorial que se sintió lesionada por este turbio proceso de adjudicación, que deja mal parada a la institución, la brecha encontrada hubiera sido de antología.
Frente a esta otra desilusión tengo que adherirme a una visión más esperanzadora de nuestro futuro común. Nos ha tocado, por fin, una buena notica en este principio de año. El jefe del Estado, en un discurso reciente, vislumbró “un futuro rápido donde los hombres podrán tener amores con un robot”.
Lo único que podemos desear es que esta alta tecnología, que existe ya en Japón, nos llegue rápidamente. Quizás con la adquisición y distribución masiva de esos artefactos podríamos bajar el triste record de embarazos en adolescentes que tanto nos duele.