« El enano no es tan poderoso si prescinde de sus hilos y sus espejos…» (Alejandro Mantilla Q., La Siniestra)

No sé si en otras coordenadas se sepa esto, pero en América Latina sabemos que los títeres son títeres sin importar el color, el partido o la bandera. Y que los títeres están al servicio de los malos de casa y los malos de fuera. No tienen precios, valen cualquier cosa que les metan en los bolsillos. De antemano, les venden el alma al infierno desde que tienen juicio, para que nada les importe ni les duela, ni la bandera, ni la soberanía, ni el hambre, ni la desgracia de los amigos y vecinos. Ensalman su conciencia y hacen todos los tipos de ejercicios para exorcizar los remordimientos y usar pastillas para la desmemoria.

El títere usa libreto hasta para los saludos y los abrazos. Las putas dicen que hasta para las relaciones sexuales consultan el librito que los orienta. El títere es un espécimen sin libertad, que no tiene tiempo para la imaginación, la creatividad ni el pensamiento. El no razona, tiene dotes de muñeco…a él lo piensan otros y les recetan los contextos y las vocales que más le encajan a la farsa, ya diseñadas en los laboratorios del engaño y la avaricia.

Es títere es un hijastro de la tiranía de la manipulación y la mentira, que apuesta a repetir cualquier rumor hasta convertirlo en primera plana de los diarios y las bocinas de la TV. Se sabe, que es cabeza del iceberg  surgido de la descomposición social y política formada de cómplices y adulones, traidores y negociantes con el bienestar de muchos. Nada es accidental en la cotidianidad del títere: sus gestos, acciones, actitudes, discursos, sus silencios, posturas, elección de los espacios donde ir y no ir y el uso de la ropa y sus colores, incluso etc. Es decir, necesita un libreto para que nada escape y una imagen, que se construye a detalles más allá del telón… «Es más un producto del cálculo que de la ideología (Alejandro Mantilla)

El títere está subordinado a todo para asegurar los favores, pero sobre todo a los hilos que lo atan y al titiritero que lo mueve a su antojo a donde más le plazca, como parte del intercambio de favores que se adeudan. Es un ausente de sí mismo, que sólo brinda el cuerpo para que se haga la voluntad de sus dioses que sobre él deciden y ordenan. Vive de la convicción por conveniencia.

Me cuentan y ya lo creo que el títere es un ave de paso, un viento que vuela cambiando de aire, pero con punto final: «El títere nació el primer amanecer, cuando el primer hombre vio por primera vez su propia sombra y descubrió que era él y al mismo tiempo no era él. Por eso el títere, al igual que su sombra vivirá con él y morirá con él» (José Luis García/Elena Santa Cruz).

Si alguien se atreve a encontrar parecidos, no me culpen, es la realidad que lo fotografió de esa forma.