La religión musulmana prescribe que un buen musulmán- si tiene los medios y la salud para ello-, debe, por lo menos una vez en su vida, hacer un viaje a la Meca en Arabia Saudí para rendir homenaje a Mahoma. Peregrinar, el “hajjh”, es un acto de reafirmación en las creencias. Es uno de los pilares del Islam.

Desde hace muchos años se ha tratado de asimilar el marxismo a una especie de religión, como una especie de mesianismo judío en el cual el papel del mesías se le otorgaba a la clase trabajadora. Si se sigue esta idea del marxismo como una especie de iglesia Marx y Engels serían los profetas y los santos serían revolucionarios como Lenin, Trotsky, Stalin, Mao y etc.

Esta interpretación, claro está, es una pura mistificación, ya que para Marx la religión, al igual que Dios, es una creación del hombre, no al revés. Lo crea para con ello buscar un alivio, consuelo o esperanza en un ente imaginado superior a todo lo humano. Empero, el marxismo es algo secular y terrenal, aunque sea altamente espiritual en el sentido de pretender que el desarrollo gradual de la sociedad y en momentos puntuales, revolucionario, nos conduciría a una sociedad buena y libre. Una vez superadas las etapas centradas en la explotación y la opresión, el individualismo posesivo y la mezquindad que propicia la escasez.

Esa sociedad basada en la plena libertad de una humanidad liberada de las necesidades, permitiría el surgimiento de mujeres y hombres nuevos y buenos. El marxismo no tiene teodicea pero sí tiene una teleología, asimilable, cambiando todo lo que hay que cambiar, al paraíso de los cristianos, musulmanes y judíos, pero no en el más allá sino en un acá, aún lejano pero cada vez más cercano, gracias al desarrollo de la ciencia y la tecnología.

A finales de junio de 2018  mi esposa  y yo, hicimos un viaje en coche desde Madrid con destino a Frankfurt para ir al nacimiento de nuestro segundo nieto. La idea era hacer un viaje tranquilo deteniéndonos en algunos lugares por logística y en otros por interés de conocer la ciudad o por algún interés histórico, artístico o sentimental. Recorriendo una de las magnificas autovías francesas vi anunciado el pueblo de Colombey- les-deux-Eglises.

Mi deseo era detenernos allí aunque fuera por una hora pero decidimos aplazarlo para el regreso. Ese era el pueblo donde De Gaulle solía ir a su casa, la Boisserie, a descansar, reflexionar y pensar en las decisiones a tomar. También a escribir. Debo confesar que aunque no soy gaullista, si admiro mucho a ese personaje. Por su dignidad, su perseverancia, su patriotismo, que le llevo a ser admitido por los aliados como el jefe de las Fuerzas Libres de Francia.

Posteriormente fue histórico su plantón a los norteamericanos a causa del abandono del patrón oro por el dólar, a lo que se negó rotundamente, exigiendo que se diera a Francia  su depósito en oro no en dólares. De Gaulle fue un hombre de convicciones, conservador  en lo social, pero que en un mundo bipolar, él representaba una Europa que buscaba un papel de contra balance, de contrapeso, y eso ayudaba a la búsqueda de un multilateralismo. El fue el último nacionalista francés y Europeo. Después de él, los gobiernos se poblaron de procónsules. Y aún hoy la UE, cada vez más, se subordina al poder de los EE.UU., en vez de jugar un papel de moderación y liderar las ideas del futuro. No estoy diciendo contra los EE.UU., sino con un EE.UU. con ideas más progresistas y menos movidos por un  egoísmo nacional de corto vuelo y que lo va aislando del resto de países y socavando su liderazgo. Salvo que Biden y sucesores logren producir un giro en su política interna e internacional.

Todas esas consideraciones y algunas otras  me hicieron y hacen admirar a este gran personaje del siglo XX. Y eso a pesar de saber que los socialistas franceses le combatían y consideraban una especie de militar golpista. Mitterrand en su libro “El golpe de estado permanente”, así lo conceptualizó. Pero ya se sabe, en todo análisis hecho por un político de raza como era Mitterrand, hay siempre un elemento de exageración mezclado con una pizca de admiración oculta.

Cuando fue Presidente a Mitterrand sus críticos le tachaban de actuar como un “monarca republicano” o como un De Gaulle sin uniforme. De Gaulle y Mitterrand, dos grandes personajes y dos grandes políticos, cada cual con su visión de “la grandeur” de su país y ambos dos patriotas. Yo no concibo como se puede gobernar sin tener ese impulso de búsqueda de lo mejor y más conveniente para su país.

Fuimos a Metz. Disfrute de esta pequeña y bellísima ciudad. Cenamos en una terraza frente a la catedral mientras proyectaban un espectáculo de luz y sonido reflejado en sus pluriseculares paredes. Luego fuimos a Estrasburgo. Una ciudad que nos impresionó, y dónde está otra sede del Parlamento Europeo. Hicimos lo de siempre, patear la ciudad en la parte antigua, disfrutar de su catedral y como cualquier turista que visita la ciudad, hacer un paseo en uno de los barcos que recorren el río y los canales. Y de Estrasburgo nos dirigimos hacia el lugar donde quería ir y que por nada del mundo aplazaría esa visita. Fuimos a Trier.

Trier o Tréveris es la ciudad renana donde nació el hombre más famoso y universal de la ciudad, uno de los autores más citados, el hombre que varios gobiernos decían adoptar sus ideas como orientación de sus metas políticas y que llegaron a tener bajo su mando a un tercio de la población del planeta, y más población aún, si añadimos a los partidos que se califican seguidores de sus ideas, algunos, partidos de masas años atrás como en Italia, Francia, y en otros, minorías cualificadas pero con peso específico en cuanto a influencia en universidades, fábricas, centros de investigación y organizaciones sociales. Me refiero a Karl Enrich Marx.

Carlos Marx

Marx nació en Tréveris un 5 de mayo de 1818, es decir hace 203 años. Desde el hotel a la casa donde nació Marx  había un buen trecho caminando. La casa original había sido destruida y la actual es una restauración. Es una casa bastante amplia de dos pisos, con una terraza interior. Obviamente, la casa de un próspero burgués de la época perteneciente a la élite de la ciudad. Marx era hijo de un profesional burgués de buena posición social y pro revolucionario napoleónico, porque muchos renanos estaban contra el control Prusiano.

La casa de Marx es un museo donde hay infografías, fotos, reproducciones ampliadas de párrafos de sus obras, documentos manuscritos, y para mí fue algo “fetichista” estar en una sala que presidía un sillón ya bastante deteriorado por el paso del tiempo en el cual Marx se sentaba largas horas a leer, pensar y escribir. Hice fotos con mi móvil, ninguna digna de un concurso ni siquiera de aficionados que se inician en la fotografía, salvo una, no interesante por su calidad sino porque sale junto al sillón de Marx la perra galgo que nos acompañaba, Meiga.

Algo que me pareció interesante es que los visitantes de la casa de Marx eran en su gran mayoría asiáticos, y específicamente chinos. Occidentales visitantes éramos pocos. Chinos eran los que estaban en la casa cuando la visitamos y otras veces que pasé frente a ella, incluso vi una pequeña fila para entrar, también compuesta de ciudadanos chinos. Esto me hizo reflexionar que quizás sea en China dónde hay más personas que siguen valorando las ideas de Marx.

Pensé en las paradojas de la historia, Mao el revolucionario puso las bases del Estado Chino actual, pero fue ese pequeño hombre de estatura pero con un cerebro de gigante, Deng Ziao Ping, depurado y vilipendiado como un capitalista, reformista, y etc. etc., el que encarriló la revolución y el partido  en China hacia la meta que, de manera paulatina, en una larguísima marcha de decenios o incluso hasta más de una centuria, a través del portentoso desarrollo de sus fuerzas productivas, de la ciencia, la investigación, la innovación, la automatización y la inteligencia artificial, puede llevar a China hacia una sociedad postcapitalista o socialista en el real sentido económico marxista.

No sé, ni yo ni nadie, si será China  o EE.UU. la primera sociedad que superará lo que se ha entendido como capitalismo desde el siglo XVIII hasta nuestros días y hará realidad la mayor igualdad posible en un marco de plenas libertades y liberará a la humanidad de la necesidad para irnos encarrilando hacia la plena libertad humana. Pero si considero que son ellas, junto a otras sociedades europeas y asiáticas, las que están aplicando -a sabiendas o no-, lo que Marx concluyó en sus estudios del capitalismo sobre que, sin una abundancia de bienes y un concepto no consumista y egoísta de la sociedad, no se podrá cambiar lo que hoy muchos llaman “naturaleza humana inmutable”.

A través de la Ciencia, las nuevas tecnologías, la permanente innovación, progresivamente se irá eliminando en el mundo la escasez, de la misma manera que los trabajos más rutinarios, simples y repetitivos, sucios y degradantes. Cada vez de manera más rápida se irán sustituyendo por la robótica. Habrá una automatización generalizada y la Inteligencia artificial y todo ello combinado, podrá hacer realidad la fábula del maná que cae del cielo (esto es una figura poética, obviamente).

Los alimentos, los bienes necesarios no caerán del cielo sino que se producirán como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas y habrá abundancia, no como el privilegio de una minoría sino como el disfrute común, como un derecho humano, no jurídico, sino factual: el derecho a tener todo lo necesario para vivir dignamente, con servicios públicos universales.

La República Popular China regaló a la ciudad de Tréveris una gran estatua de bronce de Marx. En el ayuntamiento ese regalo fue objeto de polémica. Para unos, Marx era ese que aunque nació aquí nos marcó como cuna de un peligroso revolucionario. Para otros, era Marx un personaje histórico que se podía homenajear como filósofo, economista, sociólogo…Al final se acordó colocar a Marx en una plaza cerca de unas oficinas del ayuntamiento, a unas centenas de metros del Museo de la fundación Simeón de Tréveris y del más importante monumento histórico de la ciudad, la Porta Nigra. Eso sí, no colocada en la vía peatonal más accesible a dicho monumento sino mirando hacia una calle secundaria. Pero allí está Marx formando parte del sitio monumental de su ciudad natal. Gracias a China.

Así pues, aunque tengo poco espíritu ritualista y soy demasiado secularizado como para hacer peregrinaciones religiosas, en julio de 2018 pude cumplir con mi deseo de visitar la ciudad donde nació Karl Marx. Y tuve la oportunidad de estar en el museo citado donde había una exposición con motivo del 200 aniversario del nacimiento de Marx.

Pensé que ahora me quedaba algo que hacer respecto al personaje. La próxima vez que visitara Londres tenía que cerrar el ciclo  de curiosidad y homenaje personal a Marx, visitando su tumba, donde yacen las cenizas de uno de los hombres que más ha hecho por darnos las claves de por qué, pese a todas las miserias, crisis, pandemias, guerras y desgracias, todo es pasajero, nada es eterno, y la sociedad irá evolucionando hacia un mundo de igualdad, bienestar racional y plenitud en libertad de los seres humanos. En fin, que más pronto que tarde se iniciará la verdadera historia de la humanidad. Marx dixit.

Torrelodones, 5 de mayo de 2021