Trasncurridos cincuenta días luego de resurrección, el mundo cristiano católico y ortodoxo celebra la fiesta de Pentecostés.
La palabra Pentecostés proviene del latín Pentecoste, y esta a su vez del griego πεντηκοστή, (pentecosté), que significa “Quincuagésimo”, hace alusión a los cincuenta días trascurridos desde pascua de resurrección.
Pentecostés proviene de una fiesta judía, y estaba relacionada a los cincuenta días después de la pascua del cordero para conmemorar el encuentro con Dios y Moisés en el monte Sinaí, y la entrega de la Ley al pueblo de Israel. Es un acontecimiento que tal como lo narra el libro del Éxodo, en el Antiguo Testamento, ocurre cincuenta días después de la salida del pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto. También en la cultura judía, la celebración de pentecostés estaba unida a la acción de gracias del pueblo a Dios por los frutos y cosechas, era fiesta que unía a diferentes culturas para celebrar.
El cristianismo tomó la fiesta y la integra a su calendario litúrgico dándole un nuevo sentido, y conmemorando la venida del Espíritu Santo, aquel que Jesús anunció y la fuerza dinamizadora que les unía de Moisés, los patriarcas hasta Jesús. El libro de los Hechos de los Apóstoles narra que el día de pentecostés estaban todos reunidos y recibieron dones y talentos, recibieron la fuerza del Espíritu.
Pentecostés es la venida del ruach, es decir, el soplo o viento, es quien instaura vida a los cuerpos medio muerto, sin vida, es este espíritu que vivifica a la humanidad. El episodio que narra el libro de los Hechos de los apóstoles tenía la misión de unificar, calentar, fortalecer, integrar las diferencias; según lo cuenta el autor bíblico, desde ese momento las comunidades creyentes empiezan la creación de lo que hoy conocemos como cristianismo, las tareas de diaconía o servicio unido a lo que Mircea Eliade en su obra tratado de historia de las religiones, llama epifanías y hierofanías, es decir, las diferentes manifestaciones de lo sagrado, y la manifestación de Dios en espacios sagrados.
Qué nos trae la fiesta de Pentecostés?
Desde hace mucho tiempo se habla de forma cotidiana de los dones del Espíritu, estos dones o gracias, además del sentido religioso, tienen un sentido ético, que bien usado pueden dejar gran riqueza integral a quien lo une a sus actitudes. Estos dones son: sabiduría, entendimiento, consejo, ciencia, piedad, fortaleza y temor de Dios.
Se le ha dado la vuelta
Hoy día se apuesta más a la inteligencia que a la sabiduría y esto limita el crecimiento integral y valórico de la persona. El entendimiento se ve afectado por una actitud aletargada que muchas veces ciega la conciencia, y esto provoca que a diferencia de tiempos antaños, se escuche poco a las generaciones primeras en sus consejos. La ciencia se manipula a toda costa y aunque se usa para el bien, pero también se tergiversa y se aparta a Dios de ella. La piedad se ha cambiado por el “sálvese quien pueda”, sin importar quién y cómo. La fortaleza se ha puesto en cosas que pasan y cuando estas caen, el ser humano se queda sin nada; y el temor de Dios se ha cambiado por la confianza en los poderes creados por la humanidad.
Cómo integrar y aprovechar todo esto como don?
- Haciendo el cambio hacia el crecimiento interior que va generando sabiduría.
- Cultivando la gracia del discernimiento, pues no es verdad que lo sabemos todo por ciencia infusa.
- Abrirse a don de saber escuchar la voz de la conciencia y otras voces que conectan con la sabiduría.
- Pedir la luz que ayuda a ver en las profundidades del ser, donde se encuentran grandes verdades.
- Actuar con justicia y verdad, mirar con compasión y caridad.
- Cultivar la fortaleza que va más allá de las propias fuerzas humanas.
- Entender que la creatura no es más grande que el creador, por tanto en medio de este gran universo somos una gotita de agua en el océano.
Cada persona es constructor de su propio camino, integrar elementos que hacen de este camino un legado de huellas dignas de seguir, constituye haber encontrado el sentido por el cual vivir.