Por ahí andan, arrastrando pobreza y olvido, quienes fueron trabajadores de un Estado al que le brindaron sus mejores años y lo mejor de su talento. Por ahí andan, la mayoría enfermos, rumiando justa amargura por la iniquidad de la que son víctimas. Por ahí andan sin nada más que un exiguo pago que nunca premiará su esfuerzo. Hablo del noventa por ciento de los pensionados, que tienen años esperando el mínimo acto de justicia de que se les incorpore al sistema de salud de la Seguridad Social. Y (¡qué vergüenza!) no hay manera de que así sea.