¿Qué es pensar? Esta es una pregunta con cuernos, es decir, difícil de responder. Históricamente se ha dado múltiples respuestas a la misma. Ahora, se podría decir, con muchos hoy, que calcular es pensar: sumar, restar, despejar una incógnita en una ecuación, resolver un teorema, etc.
Generalmente asumimos estos cálculos como pensar, pero a lo que me refiero es al pensamiento creativo. Creativo es poner algo nuevo, diferente de lo dado, como elemento que forma parte de una relación, de tal manera que el nuevo ingrediente que se crea un vínculo nuevo, esto es, se instaura un nexo inédito, se crea una nueva dimensión de lo real, que indica hacía una nueva dirección de sentido, que trasciende el significado de los términos previamente definidos, independientemente asumidos como dados.
La forma lógica del pensar es la que ha sido históricamente más analizada. Se conjuga en una proposición, cómo, por ejemplo, estas: Juan es un hombre, Esto es una mesa, El prado es verde o la princesa está triste, en el verso de Darío.
La relación se codifica señalando que S es P, dónde S es el sujeto o sustancia, lo consistente; el verbo, es, aparece para indicar el tipo de vinculación que se establece entre las partes de la relación, y la P se refiere a lo que se dice, niega o indica respecto al modo en que se encuentra o es el sujeto.
Esto es lógica elemental, pero también es gramática básica, porque en Grecia, de donde procede nuestra lógica, Aristóteles cuando la codifica utiliza como su modelo la gramática de la lengua helénica clásica, es decir, el dialecto culto de Atenas.
En el mandarín, por otro lado, no existe el sujeto como elemento fijo de una proposición. La gramática de esa lengua es aislante, es decir, que los términos tienen una sola morfología y el sentido se define por el contexto que ocupan en la expresión.
El sujeto, en nuestro ejemplo, es aquello a que se le atribuye una consistencia: Juan, esto (pronombre), el prado, o finalmente, la princesa. Se le atribuye una cualidad: ser hombre; ser una mesa; tener un color; ser circunstancialmente una princesa.
Pensar, según vamos viendo, es establecer ataduras de diferentes tipos. Se utiliza el termino: pensar, por referencia al acto de una conciencia, que es una pseudoentidad, porque auténticamente es solo mientras actúa, mientras produce relaciones, y en tal sentido es evento, acaecer, no un cajón, una cosa que piensa. Conciencia en este sentido, es todo centro que produce algún tipo de relación de términos diferentes. Pensar consiste en establecer lazos de co-pertenencia, es la sede donde se enlazan en mutua correlación términos extremos, diferentes.
Pero el ser de una conciencia, la consciencia de alguien, es algo en continuo movimiento, en permanente cambio, es esencialmente flujo temporal, y una relación en ese discurrir no es una cosa, sino una serie de acontecimientos, de hechos en un espacio-tiempo. El pensamiento es –mientras se ejerce– el cumplimiento en cierto sentido de la metáfora del río de Heráclito.
Mientras más rico, grande y caudaloso es un rio, aparece muy diverso en su fluir en conjunto: puede ser sereno en la superficie, pero igualmente arrastrar gran cantidad de elementos en su curso desde islas de distintos tipos de plantas acuáticas, restos de basura, restos de árboles caídos desde el bosque, medios de transportes, animales, etc. En su interior crea y canaliza diversos tipos de corrientes que pueden parecer estanques, lagos de aguas tranquilas, o moverse en forma de torrentes o crear cursos pantanosos, o flujos rápidos y cortantes, arremolinados con diversa velocidades y temperaturas, también se organiza en forma de ría, cuando se topan con las aguas de algún mar. Como se puede ver la imagen del río es múltiple y variada, y esta imagen refleja del río, aparece con gran intensidad en la apariencia metafórica.
Es por esta potencial diversidad que el pensamiento para elevarse como instrumento de creatividad debe de traducirse como un sistema en apariencia estable, en un medio estable, como sería un lenguaje, un sistema articulado de signos y/o símbolos, o ser traducido a sonidos o imágenes en movimiento que han de registrarse mediante un sistema que pueda reflejar una continua secuencialidad a través de una serie estable pero que permitiera captar la persistencia de un continuo fluir.
Ahora lanzo una frase en apariencia paradójica: Lo real no es. Quiero decir que en el mundo no hay cosas. Una cosa es algo indeterminado. Algo que no posee cualidad alguna, ni está definido ni circunscrito en un tiempo o espacio determinado. El mundo está constituido por hechos y los hechos son relaciones. [Cfr. Wittgenstein, Tractatus logico philosophicus, 1, 1.1]
No podemos de-finir, de-limitar algo sino frente a lo otro. Frente a lo diferente. La oscuridad no es perceptible sino frente a la luz. Si todo fuera negro u oscuro no percibiríamos nada.
El principio de identidad nombra la operación fundamental del pensamiento. Y sin la relación que percibe el pensamiento no hay realidad, habrá cosas, pero no realidad, pues la realidad se define porque es nombrable y puede ser verdadera o falsa.
¿Qué transmite el principio de identidad? Afirma que toda entidad es idéntica a sí misma. Al parecer no dice mucho, pero si nos detenemos a analizar lo que decimos en esa frase en apariencia tautológica nos daremos cuenta porque es el principio de toda realidad y de todo pensamiento.
Generalmente, en la lógica formal este principio se resume con una fórmula: A=A, esto es, que la primera A no se diferencia de la segunda A. Pero esta simbología es incorrecta, pues no nos presenta una A que es identica a si misma, sino una igualdad. Y eso no es lo que dice el principio.
Para comprender que significa la identidad necesitamos tener claro otro concepto: la diferencia. Su sentido se muestra con el ejemplo. Si no podemos percibir la diferencia entre oscuridad y luz, no podríamos captar o definir lo que es uno u otro. Es decir que sin poder percibir la diferencia no tendríamos nada. Entiéndase que utilizo el vocablo nada, como ausencia de diferencia.
Si pasamos a seres complejos como sería un ser pensante dotado de consciencia, el
ser, el acontecer de ese acaecer pensante, la diferencia que lo caracteriza asume una forma temporal.
La consciencia se mueve como el río. El río es una imagen metafórica del transcurrir del tiempo. El tiempo entendido como figura simple y multiforme, como una secuencia o serie de ahora o instantes, abierta hacia cualquier dirección.
El instante es un punto, este otro instante es otro punto. La secuencia formaría una línea sucesiva de esta forma: Punto 1, punto 2, punto 3, etc.: “…”. Mas la dirección de la línea esta abierta.
Empero, en una consciencia no todo cambia con el instante, en cada punto la conciencia es consciente de lo que es y que no es, de lo diferente. Eso lo explica Platón en un fragmento del diálogo El sofista 254 d, cada uno es él mismo lo mismo para él mismo. En este caso la identidad es interna a la propia consciencia, y cada instante es restituido a sí mismo, consigo mismo en el interior del acto consciencial, en la mismidad de la consciencia.
La diferencia viene a manifestarse en el interior del pensamiento como aquello que lo constituye, y nada eclosiona sin colocarla como su horizonte. Ese horizonte es lo que permite ser lo mismo a lo mismo desde la constitución de lo diferente. La oscuridad vendría a ser el horizonte o contexto o el sentido que permite desde ella distinguir la luz.
La diferencia constituye la posibilidad de la relación, de la co-pertenencia de ser y pensar.
El pensar se revela como transcurrir, como acontecimiento abierto. La diferencia revela la posibilidad de la relación. La dirección que abre la diferencia es el horizonte o sentido.
Pensar es la eclosión del acontecer en el horizonte del tiempo. El tiempo es el límite del pensar. Ser y pensar es el acontecer, es la co-pertenencia que constituye el mundo.
Tal posibilidad era nombrada Physis [naturaleza y/o verdad] en el principio del pensamiento griego. La relación que expone la Physis es el des-velarse (verdad) del ser en cuanto acontecer. Exponer el ser es la tarea del pensar.