Recientemente se cumplió un año más de la partida física del único líder político que realmente he admirado y por quien voté por primera vez que fue José Francisco Peña Gómez. Aclaro que nunca fui perredeísta, pero sí peñagomista.

Por esa historia tan mal contada, este país se perdió el privilegio de ser dirigido por el líder más importante de la política dominicana. En 1994 emitía por primera vez un voto, por eso esa campaña me marcó grandemente por ser agresiva y racista.

A Peña Gómez se le acusó de practicar vudú, de ser haitiano y de formar parte de un plan para unificar la isla. Los Castillos publicaron un opúsculo que titularon la venganza de Peña Gómez en el que afirmaban que este líder perdió sus padres en la matanza de 1937 y que quería ser presidente para vengar a su muerte y unificar la isla.

Reconozco que ese episodio fue lo que hizo despertar en mi la curiosidad por leer la historia, porque decidí no ser parte de esa masa de dominicanos que se han tragado el cuento de quienes manejan la lógica del miedo para mantener una división con el hermano país. Por Peña Gómez me propuse leer la historia de forma crítica y realmente es penoso cómo nuestros historiadores han retorcido el discurso histórico, donde un grupito que ha vivido del tema haitiano se ha encargado de mantener viva esa historia racista y que la población sigue creyendo sin detenerse a analizar ese disparate inventado por algunos intelectuales con fines aviesos.

La invasión de Haití es una invención como es una invención el famoso plan de unificar la isla. Ya sé que me dirán ¿entonces los historiadores han estado equivocados? No han estado equivocados, el problema está en que los conceptos utilizados no son los adecuados para definir el fenómeno porque ellos bien saben que el concepto de invasión está mal utilizado, pero le han sacado muy buen provecho y tengo la manera de cómo demostrarlo en cualquier terreno y debate.

Nuestra historia está contada según los intereses de ciertas élites. Pero el tema es que la relación domínico haitiana ha sido utilizada como punta de lanza cada vez que algún plan perverso se anida en los laboratorios de la inequidad de muchos y por eso el único líder que he admirado no pude verlo gobernar. Por Peña Gómez soy mejor pensador.

En las cenizas del líder caído se acunó nuestra nostalgia, sin embargo, aún quedan de él sus valores y enseñanzas. Tal vez haya cabida aún en la ternura, mientras el olvido se muere de vergüenza y el cielo nos hable con la memoria de nuestros antepasados. Vivimos con las añoranzas a flor de piel, hoy en que los políticos han desvirtuado el sentido real de la política y han desdeñado de las enseñanzas de sus maestros, ofrezco una oda al eterno Peña Gómez.