Nueva York.-Siendo vicepresidente de Barack Obama, Joe Biden admitió que presionó al presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, para que despidiera a su procurador general Viktor Shokin. Era marzo del 2016, Ucrania necesitaba un préstamo de $1.000 millones y Biden le aseguró a Poroshenko que no habría desembolso si no despedía al procurador.
Shokin investigaba unos pagos ilegales de Burisma Holdings una compañía ucraniana que le pagó más de $3.0 millones al hijo de Biden, Hunter Biden. Despedido Shokin, cerraron la investigación y Ucrania recibió el desembolso.
Ahora hay un escándalo porque el presidente Donald Trump quiere que Ucrania reabra el caso, detallando la participación de Biden. Hunter puede traerle problemas a su padre en ésta campaña.
Hunter estuvo adicto al Crack, y unos vendedores casi lo matan, confundiéndolo con un policía. Su hermano Beau murió en 2015, y Hunter inició un romance con Hallie Biden, su ex cuñada viuda.
La investigación que envolvía a Hunter era parte de un acuerdo entre los gobiernos estadounidense y ucraniano para investigar conjuntamente casos de corrupción en ambos países.
Aquí es donde nace la narrativa de la interferencia Rusa en la campaña presidencial del 2016, porque investigaron ampliamente a Paul Manaford, ex jefe de campaña del presidente Trump.
Lo que debió ser la investigación de los Biden la voltearon contra el entonces candidato Trump, el resto es historia.
Manaford fue condenado por trabajar para el gobierno de Ucrania sin registrarse como agente de un estado extranjero.
Ayer el vicepresidente Biden usó su poder para terminar una investigación que lo perjudicaría; ahora el presidente Trump quiere reabrirla y tiene el poder necesario para lograrlo.
A Trump lo investigaron, a Biden deben investigarlo también, sin favoritismos.
Esto es alta política, aquí no hay inocentes y aplica el dicho popular “quien ríe último ríe mejor”.