Algo tan vital para una sociedad como el patrimonio público es “valorado” por una parte significativa de la partidocracia política, como de su propiedad particular. Como el “sacrificio” por su trabajo encomiable en la construcción de esta democracia banalizada. No se dan cuenta que con sus acciones no solo rompen las olas de las ilusiones de la esperanza, sino que generan la crisis de la gobernabilidad, es cuasi como si estuvieran gobernando el vacío .
Una sociedad política que expresa y dirige su hegemonía no en función de la legitimidad de sus acciones y decisiones, sino en la dinámica de la imagen, a golpe de una estentórea presencia mediática que sublimiza y expande como onda expansiva toda realización real, la cual se generaliza como si fuera ese eje, todos los demás indicadores de la sociedad.
En estos 4 años y 6 meses, el discurso ha sido nihilista. La sociedad no existía. Todo el encuentro y desencuentro factual, es lo que hay hoy. Por ello, en el “2020 no nos recordaremos lo que fue la sociedad dominicana”, La ruptura no existe ni los cambios estructurales tampoco. No aparece nada fundamental. Lo que vemos es de manera sistemática la entronización del autoritarismo, con el esfuerzo de desdibujar y desfigurar cada vez más, para redificarse a través de ellas, en su desconocimiento.
La institución soy yo, diría el gobernante del Poder Ejecutivo. Yo soy la institucionalidad. Garantizo el bálsamo necesario para cerrar las heridas. Así, se erige en el corpus del conjunto. No hay muecas, no hay el menor resquicio de transfiguración. Es el mimetismo y espectáculo como drama sempiterno de la visión de la política. El juego ha sido sepultar las instituciones para el Presidente remontarse, treparse sobre la tierra toda y convertirse en el salvador. ¡Enorme riesgo!
Por ello , miramos como La Policía Nacional, Las Fuerzas Armadas, El Congreso, Los Partidos Políticos, La Justicia, en fin, todas las instituciones evaluadas, se deslizaban constantemente en el ranking; en cambio, la figura de la presidencia llego a tener 7d2%, 88% de valoración positiva. Es una imagen construida a golpes de efectos mediáticos. No hay ningún país donde el Presidente de la Republica sea tan mercadeado, vía la publicidad pagada. Anuncios institucionales de una organización del Estado, se publicita y al final, sale la figura del Presidente. El Presidente “Es mucho más que Dios!.
El cálculo dio sus resultados durante los primeros cuatro años, aun con la descomposición que significo “la reforma constitucional” para la reelección. La orgia del éxito parecía inmune a toda trapisonda y abuso de poder; a la corrupción, a la impunidad; a la exhibición de la opulencia, a la grotesca desfiguración del Estado.
Con ODEBRECHT, Tucanos, OISOE, Darío Contreras, CEA, CORDE (Los 3 Brazos), INDRHI; se responde a aquella pregunta del 20 de Octubre del 2016 ¿Cuál corrupción? “Que me digan un solo caso de corrupción”. El salón se abrió y todos los actores salieron al mismo tiempo, sin ritmo y armonía. Muñecos desgarbados, con ojos desorbitados que querían eclosionar de su centro.
El latrocinio de lo público; la captura del Estado, por parte de una organización multinacional y los actores involucrados, expresan un profundo déficit de confianza. La confianza es el principal Capital Social en una democracia. Sin ella, no existe una gobernanza efectiva. La confianza es la impregnación de la credibilidad, el espacio para la interactuación social con calidad, con eficiencia. La confianza es el epicentro vital para el equilibrio de los distintos actores en el escenario de lo público. Es más importante que toda la materialidad enarbolada a través del Producto Bruto Interno.
La ausencia de confianza, destruye lenta pero inexorablemente todo lo conquistado. Dibuja las diligencias tardías y resalta la estrategia del engaño, del humo, de la manipulación, del populismo del bueno y el malo, de la construcción del enemigo, de la desinformación y la mentira.
El salón así, se convierte en actores de títeres sin gracia. La máscara es el rostro. Las vacas se transforman en bueyes y becerros, para asirse al discurso y poder alegrarse de su pronta metamorfosis y reírse en su interior de lo que no creen. ¡El telón se abrió de repente¡ La rispidez del plasmar de los actos de corrupción , fue el enorme dolor de desconocer su existencia. Ella misma se inmuto de dolor. Ya no requiere de libretos. Se convirtió en monstruo y paso a domeñar a sus creadores, a través de todo el horizonte de la sociedad. Le dolió a la corrupción y a la impunidad que sus padres las ignoraran cuando le ha posibilitado toda la riqueza mal habida. ¡Exige sus espacios y aun con lágrimas de risas, reivindico el valor de la gratitud¡
Hay, en medio de la descomposición social, de la inocultable anomia social, una crisis de institucionalidad. Una crisis de confianza, que se ve en las encuestas. Como decía Antonio Gramsci, los momentos de crisis “son aquellos en donde lo viejo no termina de marcharse y lo nuevo no termina de llegar”.
Otros son los ritmos sociales, donde la perspectiva de cambio exige una nueva mirada política, una verdadera asunción con nuevos ojos, con nuevos lentes, porque “la pasividad nacida de quien espera sin esperanza”, ya paso en la sociedad dominicana. ¡Toquemos y toquemos que el canto de la ventana se transforme en la puerta de la llamarada de la historia! Temple, audacia y visión nos alumbran en este concierto de ilusión y de expectativas ciertas, para desarticular esta petrificación de la política. La nueva reconfiguración no puede sustentarse en la mera tentación del paso de la página!.