“Un gran arquitecto para Santo Domingo”….Este pudo haber sido el título de esta serie de artículos y hubiese sido tan válido -o más- que el que finalmente se ha escogido.

Este gran arquitecto de renombre mundial, ganador de un Príncipe de Asturias de las Artes y de  una Medalla de Oro del RIBA ( Royal Institute of British Architects), es quien ha ganado el concurso para el proyecto (ahora dicen que era sólo un concurso de ideas para ir desechando algunas y usando otras) de “reconfiguración”, que no de restauración, de Las Ruinas de San Francisco.

Tal como hemos venido diciendo en nuestros artículos anteriores, Moneo tiene vasta experiencia trabajando en torno a obras de arquitectura de valor histórico – que no siempre restaurando- y  haciendo con proyectos de probada excelencia arquitectónica.

Ampliación del Museo

Un caso muy particular ha sido la ampliación del Museo Del Prado a partir de la incorporación, física y simbólica, de edificios históricos emplazados en el entorno del mismo. Nos referimos al conjunto del Claustro de los Jerónimos. El Maestro Moneo ganó el concurso para el proyecto de ampliación de El Prado luego de una preselección de finalistas en 1998.

Con esta fórmula de incorporación, Moneo produce una fusión de lo antiguo y lo nuevo que ha sido ponderado por expertos y profanos. El Claustro de Los Jerónimos, de líneas barrocas, fue objeto de un proceso de restauración y consolidación como parte de la reforma a la que fue sometido para su adición al Museo. Este trabajo – que incluyó un desmontaje de piezas- se inició en 2001 bajo la supervisión del Instituto de Patrimonio Histórico Español (IPHE); es decir se hizo un trabajo muy serio con un objetivo muy claro.

Esta ampliación ha significado más de 15 mil m2 adicionales para el Museo del Prado,  con un nuevo edificio que incorpora los restos – restaurados- del Claustro y otras dependencias adyacentes de nueva planta.

Claramente en este intervención Moneo no busca sólo preservar el antiguo Claustro, ni lo busca, tampoco,  la administración general del estado a través de su Ministerio de Cultura, ni la dirección y/o patronato del Museo. El objetivo en todo momento es hacer una operación de puesta en valor del Claustro y su lugar de emplazamiento y utilizarlo como parte integral del Museo. El espíritu restaurador, aunque serio, no es la estrella que guía a la intervención;  es más bien un vehículo para hacer un proyecto de ampliación ambicioso que utilice parte de su entorno histórico para montar una nueva trama arquitectónica y urbana.

¿Y con las Ruinas qué?

Parece ser que en la mente de los promotores locales del proyecto de Las Ruinas, y en la idea del proyectista,  lo que queda claro es el deseo de realizar una puesta en valor del monumento, pero con otros valores un tanto diferentes a los valores históricos; respetando la historia pero sólo para apoyarse en ella de cara a un nuevo proyecto.

El proyecto de Las Ruinas es interesante, y hasta puede ser útil en términos sociales, pero afecta un legado histórico que la ciudadanía no está dispuesta a que se afecte. Nuestra sociedad ama a Las Ruinas con la imagen que conocemos de ella y quiere que se consolide y restaure; que se ponga en valor pero manteniendo la esencia de lo histórico sobre cualquier otro factor.

Como hemos dicho antes  el autor de este columna no es restaurador, el autor de esta columna es un arquitecto que se ha formado en otros aspectos….Y esta declaración sólo sirve para justificar que nos quitamos el traje de proyectistas, nos quitamos el traje de admiradores de la obra del gran Rafael Moneo y nos quedamos sólo con la ropa de ciudadano; un ciudadano que sin Carta de Viena y sin Unesco sólo quiere ver sus Ruinas no tan ruinas pero tampoco tan Cosmopolitan.

Creemos  que el MITUR no se echará esa canana arriba después de la (casi) unánime oposición al cambio tan radical que se propone. Esperamos que Moneo no se enfade mucho y que sea capaz, como de seguro lo habrá sido tantas veces, de modificar su propuesta o hacer una nueva con las reglas más claras…por el bien de nuestro patrimonio.

Es nuestro punto de vista.