Este tema, de tanto tratarlo pareciera reiterativo, pero el objetivo es talvez, mantener la esperanza de provocar un cambio en base a la repetición, que es un valido recurso de aprendizaje.

La ilusión de todo hijo/a es poder tener a sus padres juntos en armonía y en amor. Esto, de acuerdo a lo que observamos, es cada vez más difícil. Basta mirar a nuestro alrededor para percatarnos de la cantidad de parejas de nuestro entorno que se separan.

En los consultorios de psicología, muchas de las demandas se refieren a situaciones vinculadas al divorcio de muchas maneras. Manejo de los límites, acuerdos entre los padres, horarios de visitas, redistribución de funciones de los nuevos roles, entre otras. Pero el más difícil y que provoca secuelas emocionales a veces impensables a largo plazo, es el abandono paterno luego de la separación, lo cual NO  es una consecuencia del divorcio, sino una irresponsabilidad del padre.

Las historias son incontables. El gran dolor de los hijos no es ya la separación de sus padres, sino cómo cambia el vínculo con papá luego de la separación. Parecería que no es posible, en muchos casos, separar el vinculo conyugal del parental.

Sabemos que hay muchos padres que continúan cerca afectiva y materialmente de sus hijos y no quisiera que esos, que son la minoría, se sintieran aludidos y sacaran la cara por padres que no son responsables como ellos. Las conductas inadecuadas no se justifican sólo por el hecho de ser del mismo sexo.

Cada vez más me doy cuenta, por el trabajo que hago, de lo importante e insustituible que es papá. Es un vínculo poderoso que marca la vida y las historias de los hijos. Junto con mamá, conforma la base para el desarrollo sano y estable de los niños y las niñas.

La cultura les permite a los hombres este desapego. Los convence de que pueden darse este lujo, pero la vida les cobra un precio muy alto, no sólo a ellos, que al final pierden la riqueza de ver crecer a sus hijos e hijas, sino y en una cuenta más alta, a sus hijos cuyo dolor se puede manifestar de diversas formas. Desde reacciones emocionales como rabia, tristeza, rencor, vacío emocional, espiritual y existencial. Otras  manifestadas en conductas, como rechazo y desprecio verbal en contra de su padre, lo cual es a su vez, desprecio por si mismos/as y su historia. Otras pueden ser, rechazo de la vida en pareja, del vínculo parental, homosexualidad y  lesbianismo o repetición del patrón más adelante en la vida en lealtad al padre abandónico.

Por otro lado y producto de esta misma respuesta, recibo con mucha frecuencia a mujeres, que luego de un divorcio, decidido o no por ella, tienen que vivenciar no sólo la soledad referida a la vida en pareja sino además, una profunda soledad en la crianza, a partir de la separación.

Lo que expresan es una gran sobrecarga que pudiese, en un sistema justo y en base a la equidad, dividirse entre dos y no multiplicarse por dos. Sienten la enorme responsabilidad de asumir la carga económica y además la casi insostenible responsabilidad,  de continuar supliendo afecto, compañía, estabilidad y seguridad, como principal fuente, y a veces casi única, a sus hijos e hijas. Esto además de las emociones de inseguridad propias de no saber si se esta actuando correctamente, pues no hay un referente que amplíe la mirada.

Sienten una insondable soledad en  los momentos difíciles que continúan afrontando ellas con sus hijos, pues papá  no puede, no sabe o no quiere.

@solangealvara2

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