Hace algo menos de dos semanas entré a la librería Feltrinelli,  en Roma, y compré el libro “Avarizia”, del periodista Emiliano Fittipaldi, acabado de ser colocado en un escaparate. Un libro de denuncia que desvela diversos escándalos y datos sobre las actividades financieras y la enorme riqueza de la Iglesia que papa Francisco, en su proyecto de reforma, quiere limpiar.

E texto contiene un mar de informaciones que quizás por la prisa, el autor las presenta con una secuencia no fácil de seguir. Sin embargo, su lectura no deja de ser sumamente importante para hacer una reflexión sobre las posibilidades que tiene Francisco de limpiar, como dice, las finanzas vaticanas y con eso secar la fuente que sirve a tantos cardenales para saciar su sed de lujo, de amor por el dinero, el boato y la carne.

Describe, cómo diversas órdenes religiosas creadas supuestamente para ayudar a los pobres, los niños, los peregrinos y las congregaciones por la fe, son convertidas en fuentes de recaudadoras de dinero, que a su vez es blanqueado y/o invertido en paraísos fiscales para acrecentar las arcas vaticana en general y a cardenales, obispos y sus familiares en particular. En ese turbio manejo de recursos, entran importantes figuras del mundo de la política, del sector bancario, de la economía en general y de la judicatura, que sirven de soporte a la estructura de poder de la curia vaticana.

Los bienes que forman la estructura económica vaticana son tan diversos como oscuros y obscenos. La misma fue creada por León XIII en 1878, como una oficina para administrar los bienes que le quedaron a la iglesia, luego la toma de Roma por las tropas de Garibaldi en 1870, cuando se funda la República italiana. En 1929 se funda otra oficina que se integra a la inicial, para administrar los fondos que el estado fascista de Mussolini le otorgó a la Iglesia por el acuerdo Laterano

Esos fondos y bienes han sido la base de las actividades económicas de la iglesia romana en todo el mundo. Por ejemplo, en zonas más exclusivas de Roma tiene más de 500 aptos., centenares de unidades inmobiliarias en Campos Elíseos de Paris; en Londres bienes inmobiliarios que superan los 500 millones de Esterlinas. Hoteles lujo en Jerusalén, en Irán, palacetes de lujo de hasta 600 metros de construcción, en zonas exclusivas de Roma,  casi todos habitados por cardenales o alquilados a precios de vaca muerta a funcionarios estatales envueltos en la estructura corrupta.   

Tiene inversiones en súper mercados, gasolineras, en TV porno y una farmacia dentro del Vaticano que vende fármacos sin licencia médica. La factura media anual de las farmacias en Italia es de 700 euros, la vaticana facturó en el 2013 la belleza de 32,8 millones de euros.

Para limpiar las financias vaticanas, Papa Francisco se ha rodeado de personajes de dudoso talante, uno de ellos, el cardenal australiano George Pell, considerado su  brazo derecho, envuelto en diversos escándalos de protección de curas pedófilos, incluso, aunque sin probarse, acusado de abusar de un niño de 12 años. Él es miembro del poderoso grupo C9 de cardenales integrado por Papa Francisco para que le aconsejen en la conducción del gobierno del Vaticano, además encargado de una suerte de ministerio de Economía, creado para que desde el mismo dirija toda la estructura económica de la Iglesia.

También es figura relevante Gian Piero Milano, llamado a Roma para limpiar las finanzas  vaticanas, pero viene precedido del  escándalo del crac del Banco Ambrosiano. Se le acusó de haber liquidado a vaca muerta bienes inmobiliarios por 160 millones de euros, colocados en sociedades oscuras en algunos paraísos fiscales. Es relevante el hecho de que los cardenales italianos han sido expulsados de los principales puestos de mando de las instituciones financieras. Todas están ocupadas por figuras de otros países y no todos de claro pedigrí.

En el frente de las finanzas Papa Francisco se juega el futuro de su papado, es el área más sensible del poder de Iglesia y ha de esperarse que su desenlace marque de manera definitiva lo que será dicho papado. En esa área se han tejido los más turbios intereses de diversos cardenales y figuras claves de la curía de Roma. Una jauría de lobos que han medrado en los diferentes papados que defenderán esos intereses con todas las armas de que siempre han tenido y usado, no importa quién sea el Sumo Pontífice.

Quizás a eso se deba es especie de mantra de Francisco: “oren por mí”.