La agenda política del país no la han elaborado los más capaces ni los mejor intencionados. La sociedad dominicana parece estar enmudecida y no tiene  acceso a las esferas donde se toman las grandes decisiones. El gobierno no abre canales  para dar paso a la opinión ciudadana y con mucha frecuencia ejerce el poder en base a ocurrencias  que lo llevan a cometer  errores lamentables  y costosos para la población.

Los que hacen y administran las  leyes   no representan a los ciudadanos y cada vez están más alejados de la ciudadanía dando señales de que padecen de ceguera y sordera democrática. Han banalizado la democracia reduciéndola a una democracia electoralista que les garantiza su perpetuidad y sus caros beneficios y privilegios.

Los partidos políticos, anquilosados y disminuidos,  se han burocratizado y sólo procuran defender y promover los intereses de sus burocracias arropadas por élites continuistas con escasa vinculación con las bases partidarias y también con escaso compromiso con el fortalecimiento de la institucionalidad democrática.

En su gran mayaría, los políticos dominicanos, sólo han sido capaces de crear una agenda política distorsionada,  crea ruido, mucho ruido y que  acapara el tiempo político, impidiendo hablar y discutir los verdaderos problemas que enfrenta el país.

En ese escenario, las oligarquías socioeconómicas nacionales son las que  seleccionan y  ponen sobre la mesa los temas del debate. Cuando no les interesa el problema, o desean ocultar lo prioritario, recurren a maniobras de distracción, convirtiéndose en “padrinos comisionados” y mediadores de agendas ocultas del gobierno de turno y de sus propios intereses.

Mientras la ciudadanía quiere saber cómo se enfrentan políticamente los problemas de la crisis económica  y el endeudamiento público,  qué pasa con la corrupción y con los corruptos, qué pasa con la justicia, con los desfalcos públicos; qué pasa con la situación de la salud pública y la seguridad alimentaria , con qué oportunidades de trabajo cuentan los jóvenes y los adultos, cuáles son los cambios que hay que plantear en una nueva ley electoral y de partidos políticos que sanee el financiamiento de los mismos;   qué medidas reales deben tomarse para  perseguir el  fraude fiscal, qué pasa con la enajenación de playas, minas y montañas  del país; cómo afrontar el deterioro de la democracia, y otros tantos problemas que afectan a millones de dominicanos; simplemente no aparecen las respuestas políticas serias porque tampoco  existen  los planteamientos políticos serios.

Por la falta de interés y de compromiso político colectivo y por una  indiferencia frente a la necesidad de  exigir  una agenda política orientada y enfocada en el fortalecimiento  de la democracia, la política  ha terminado siendo un espectáculo donde abunda una larga cantidad de debates estériles e irrelevantes y un espacio de ocio rentable para los políticos de profesión que “viven de la política”. 

La empobrecida agenda política nacional  resulta a todas luces insuficiente para abordar con garantías los graves problemas nacionales que continúan generando crecientes niveles de desigualdad, pobreza y vulnerabilidad entre millones de dominicanos convertidos en verdaderas “víctimas de la democracia”, de esta democracia enrarecida y secuestrada.

La política no es sólo que hacen los políticos. En este sentido la agenda política del país deberá ser multidimensional y multisectorial, capaz de garantizar la plena participación de personas y formaciones sociales y políticas diversas mediante debates colectivos y propuestas concretas que sirvan para la acción política superando la distancia entre ciudadanía y representantes.   

Si queremos dejar de ser víctimas de la política y de los políticos, habremos de movilizar, educar y empoderar a los ciudadanos para que vayan al “encuentro  con la política”. Los ciudadanos deben abandonar la posición de elementos pasivos de la democracia. No hay lugar para la no-política

No hay lugar para indiferencia. La indiferencia –dirá Gramsci- “es la fatalidad”; aquello con que no se puede contar. Odio a los indiferentes porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes”.

No podemos quedarnos mirando pasivamente desde la ventana la triste figura de la política que perversamente construyen los políticos. Hagamos nuestro el llamado a la acción comprometida a que nos invita el mismo Gramsci: “Instrúyanse, porque tenderemos necesidad de toda su inteligencia. Agítense, porque necesitamos de todo su entusiasmo. Organícense, porque tendremos necesidad de todas sus fuerzas”.

Arrebatémosle la pluma a los que escriben una agenda política con renglones torcidos. Dejemos escuchar nuestra voz para hacerles  entender que la democracia es mucho más que “cualquier cosa”. Ejerzamos nuestro derecho de “estar ahí” cuando se escriba el proyecto ineludible de  país democrático.