Hace más de 15 años, cuando empecé a trabajar en la Fundación Abriendo Camino, fui impactada de inmediato por las diversas formas de violencia en que se encuentra sumergida la niñez de Villas Agrícolas. Esta situación me motivó a escribir en acento.com a manera de testimonio frente a situaciones a mi parecer intolerables y en franca violación de los Derechos del Niño.

He escrito a saciedad sobre violencia local y violencia global, violencia pública y violencia privada. También sobre violencia intrafamiliar, violencia contra la mujer y feminicidios, violencia callejera, violencias casi siempre causadas por el estado de pobreza en que vive inmersa la mayoría de la población dominicana.

La violencia en contra de la niñez es un gran escollo al desarrollo físico y emocional de nuestros niños y niñas y una de las razones del pobre desempeño escolar de muchos de ellos.

Nada de la violencia es ajeno a los niños de barrios, que lo ven todo como normal. Niños atravesados por balas, niños cuyos padres han sido muertos por balas, niños mulas, niños rajados, quemados, llenos de moretones, niñas madres, niños violentos y con el alma rota: esa es la realidad de la vida de la mayoría de los niños, niñas y adolescentes en Villas Agrícolas como en los demás sectores vulnerables del país. Al final, la violencia infantil se banaliza y las pocas estadísticas confiables sobre el tema no ayudan a visibilizar la realidad y a conocer los desgarradores dramas individuales.

Denunciar y escribir es muy bueno para la conciencia individual de quien escribe, pero   no cambia mucho la realidad ya que el abordaje de los problemas abordados debe ser sistémico, y fuerza es de constatar que el cambio no es prioridad de nuestros gobernantes. 

En Abriendo Camino, poco a poco hemos venido reflexionando como colectivo sobre las limitaciones de una ONG que quiere trabajar basándose en el respeto de los Derechos del Niño en un sector vulnerable.

La primera constatación es que solos es muy poco lo que podemos hacer. La violencia contra la niñez tiene un costo muy elevado para el Estado y para la sociedad y lo más eficaz sería invertir en prevención.

La segunda constatación es que se necesita de un personal empático, muy especializado, con cualidades humanas especiales y que debemos incluir la interculturalidad y la etnopsicología en las prácticas, ya que existe una población de niños y niñas haitianos que sufren más de las violaciones a sus derechos que los demás niños porque sufren también de discriminación.

La tercera constatación es que hay un arsenal jurídico al alcance para la protección de los menores, que incluye la Ley 136-03, o Código de Protección de los Derechos Fundamentales de Niños, Niñas y Adolescentes; el Convenio sobre los Derechos del Niño, del cual la República Dominicana es signataria, así como sus posteriores observaciones, y la Hoja de Ruta Nacional 2015-2018 para la Prevención y Eliminación de la Violencia contra los Niños, Niñas y Adolescentes en República Dominicana, aprobada por el Directorio Nacional del Consejo Nacional para la Niñez y Adolescencia (CONANI). Todas las instituciones y personas que trabajan con la niñez deberían empoderarse de este corpus jurídico.

La cuarta constatación es que, del dicho al hecho hay mucho trecho en la aplicación de este conjunto de normas, y que faltan políticas, programas y presupuestos públicos de calidad, con impacto y sostenibilidad para la garantía de los Derechos de la Niñez.

La realidad es que cada día que pasa es un día perdido en la vida de cientos de niños, niñas y adolescentes víctimas de violencia. Partiendo de su realidad y experiencia en el terreno, la Fundación Abriendo Camino está implementando un proyecto piloto en Villas Agrícolas con el financiamiento de la Fundación Air France para realizar un trabajo de concientización sobre la violencia, los derechos y la prevención.

Se trata de desarrollar capacidades para detectar, orientar y acompañar los niños, niñas y adolescentes victimas de violencia e impulsar mecanismos comunitarios de protección y denuncia que deben integrar todos los actores de la comunidad.

Y es que todos los actores deben asumir sus responsabilidades: los padres deben entender que la ley castiga ciertos actos, que los están mirando y que la comunidad, los vecinos, las instituciones barriales asumen como propios los Derechos del Niño y su cumplimiento. Los niños, niñas y adolescentes deben poder identificar las violaciones a sus derechos y tener claro cuáles son los espacios de protección seguros en su sector donde pueden acudir y donde no serán juzgados sino reconfortados y aconsejados.

Entre todos y todas y paso a paso podemos abrir el camino para un País Libre de Violencia Infantil.