En un análisis que hiciéramos el 27 de septiembre del 2017 titulado – Ley de partidos y el derecho de elegir– dijimos que, postura que aun mantenemos:  obligar a todo un conglomerado a aceptar como posible autoridad a personas elegidas por minorías representadas dentro de los partidos políticos, constituye un duro golpe a la libertad de elegir”. Con lo que; pretendíamos explicar las razones que nos conducen a asegurar que un Padrón cerrado, es limitativo de las facultades y atribuciones de los ciudadanos para decidir en democracia.

Esas inferencias y otras de carácter constitucional y sociopolítico, sirven de sustento para expresar las inquietudes de un humilde servidor, cuyo deseo es el desarrollo de un sistema de partidos que les permita a los dominicanos, preseleccionar a sus posibles autoridades sin más obstáculos, que aquellos que surjan del proceso mismo. Soy partidario, pese a los aprestos de algunos que se han empeñado en satanizar una ley que fluya en esa dirección,  de que un partido de oposición, en este sistema electoral imperfecto y clientelar, es el mas beneficiado con la aplicación de una norma que estatuya primarias abiertas.

Por ello quizá, no entiendo el empeño del grupo que aun ostenta la hegemonía a lo interno del principal partido de oposición, de sumarse a las pretensiones de entelequias políticas que a lo único que les temen; es a ser desenmascarados en un proceso donde simultáneamente todos los partidos celebren sus primarias. Tomando en cuenta que la gran mayoría, exhiben padrones abultados que sumándolos todos, superan por mucho el número de dominicanos con capacidad legal para elegir y se elegibles.

¿Cómo pretende crecer entonces, un partido que desde ya ponga trabas a sus posibles electores, basado en estrategias de instituciones y actores bisagras, cuyo único objetivo es existir a costa del Presupuesto de la Nación?  Una sola conclusión podemos sacar de esa interrogante.

Ese grupo, que se precia de ser institucionalista. Que a duras penas soporta el debate interno, y que ha actuado conforme al los lineamientos de un interés político especifico. Teme como el diablo a la cruz a que el dominicano no contaminado con las maniobras partidarias, pueda ser un ente activo en la elección de un líder verdalmente carismático, que reúna las condiciones necesarias para estructurar un proyecto presidencial creíble, confiable, cercano a la gente y con los medios idóneos que posee todo estadista. Atributos que sin dudas; tienen nombre y apellido en el PRM.

Sin embargo, el proceso interno recién terminado en esa parcela política, deja un matiz distinto y envía un mensaje a aquellos que se creían dueños de la militancia. Esa que esperaba ansiosa, sustituir con el sufragio interno a dirigentes que valiéndose de poderes especiales, los despojaron de candidaturas ganables para entregárselas a unos aliados que en vez de aportar, menguaron el crecimiento de esa organización. Y decidieron poner en manos del otro proyecto, el triunfo en la mayoría de los municipios, incluyendo el Distrito Nacional, Sato Domingo Este y San Cristóbal; referentes fundamentales para medir las simpatías de los líderes.

Los más osados y optimistas se refugiarán en las recientes encuestas que colocan a su pupilo en situación ventajosa frente al líder.  Obviando con lógica razón;  que hubo en el pasado, quienes apoyados en mediciones complacientes apostaban igual y terminaron siendo derrotados. Queriendo, y sin poder ignorar que las preferencias internas dijeron de qué lado de la cancha está el balón. Con tanta razón dice -Mario Ligorría- “Es una ilusión creer que se puede planificar una compaña y llevarla a cabo en forma planeada”.