La República Dominicana confronta dificultades diversas para liberar al Sistema Educativo Dominicano de la marginalidad en los ámbitos de una gestión efectiva y de una educación más cercana a las transformaciones de las ciencias y de las tecnologías de la información y comunicación. Intentar esta aproximación a una educación de calidad es responsabilidad principal del Estado Dominicano; pero es, también, una tarea fundamental de la sociedad en general; y, muy especialmente, de la institución familiar.

La familia ha de asumir una postura firme en la solución de este problema. Debe mostrar niveles altos de responsabilidad, pues la educación impacta directamente esta institución, ya sea para su progreso o para su empobrecimiento. Sus hijos son los sujetos directos de los aprendizajes y de la socialización que la educación escolar ofrece. Son muchas las razones que comprometen a la familia con la mejora continua de los procesos y de las acciones del Sistema Educativo del país; pero, lo que debería ser un acto responsable permanente se ha convertido en un descompromiso habitual de actores claves como los padres, las madres y los tutores. Un indicador de la problemática es que, año tras año, los estudiantes de los centros educativos del sector público, al inicio del año escolar, en el período post Semana Santa y en el período post fiestas navideñas, no se presentan a las aulas en las fechas que les indica el Ministerio de Educación. Las aulas de la mayoría de los centros educativos pueden observarse con una cantidad de estudiantes inferior al matriculado en el centro educativo a nivel general y en cada uno de los grados en particular.

El Ministerio de Educación en esos períodos desarrolla campañas publicitarias exhortando a las madres, a los padres, a los tutores y a los estudiantes para que la integración a las clases se realice en el tiempo previsto y con la puntualidad correspondiente. Este esfuerzo para regularizar las clases en los centros educativos públicos todavía no ha sido posible. Nos atrevemos a pensar que la indiferencia a este llamado puede responder a la falta de conciencia de los padres, de las madres, de los tutores y de los estudiantes sobre la importancia que tiene para el país que no se pierda ni un día de clase.

Otro factor que podría estar pesando es la falta de formación de muchos de los adultos con los que viven los estudiantes. Aún más, esta problemática podría estar influida por la poca vida y escasa creatividad que encuentran los estudiantes en sus centros educativos. Este aspecto tiene fuerza para retraer a los estudiantes; puesto que la sociedad de la que forman parte y las edades que tienen, difícilmente encajarán en un contexto educativo reproductor de prácticas; carente de conocimientos y de procesos que despierten la curiosidad científica, el pensamiento divergente, la acción innovadora; y que no propicie una formación humanística integral.

Ninguno de los factores anteriormente indicados como posibles causantes de ausencia en las aulas en los períodos que indicamos exime a los padres, a las madres, a los tutores y a los estudiantes del compromiso que tienen con su propio desarrollo y con el avance del país en el campo de la educación. Necesitamos que los padres, las madres y los tutores desarrollen una mayor corresponsabilidad para buscarle solución a un problema que revierte en el deterioro de las familias, de la educación y de la sociedad. Aspiramos a que estos actores tengan la posibilidad de participar de forma activa y real en los escenarios educativos actuales para que se asuman como parte del Sistema Educativo y no como meros instrumentos de éste. La sociedad dominicana demanda un cambio en su comportamiento.