El rumor, en su sentido etimológico, es un ruido que corre, un ruido que emana de una multitud, noticias que se esparcen. Se puede considerar que el rumor es el más antiguo de los medios de comunicación de masas. Antes de que existiera la escritura, el boca a boca era el único canal de comunicación disponible. El rumor vehiculaba noticias, hacía y deshacía reputaciones, precipitaba los motines o las guerras.

La noción fue evolucionando hasta adquirir el sentido de falsas informaciones. Es durante la Segunda Guerra Mundial que se estableció el lazo entre rumor, política y propaganda.

El rumor como fenómeno ha sido estudiado por antropólogos y sociólogos, entre los cuales se destaca el francés Edgar Morin, conocido, entre otras razones, a raíz de su estudio sobre un rumor muy famoso, el denominado Rumor de Orleans.

Y se le llama así porque fue precisamente en esta ciudad donde se generó un rumor que ha sido considerado un caso emblemático en el que se mezclaban la trata de blancas, el antisemitismo, la emancipación femenina y la modernización de la ciudad.

Los rumores aparecen muchas veces en una situación de crisis, o cuando los canales formales vehiculan una información reducida. Esta se transmite oralmente de persona a persona de manera informal, retransmitiéndose luego de manera formal por los medios de comunicación, y principalmente hoy en día por las redes sociales.

A medida  que las informaciones circulan se van produciendo diversas distorsiones. Según los sociólogos el contenido del rumor que se va conformando y esparciendo traduce en parte los deseos de la población que lo va estructurando de actor en actor.

El rumor se transforma en una especie de pantalla donde se pueden descifrar pensamientos socio afectivos que guardan relación con la actualidad.

Utilizando el rumor puede resultar relativamente fácil manipular los sentimientos, las actitudes y los comportamientos en un país donde predominan los prejuicios y la irracionalidad con respecto a determinados temas, como es el caso de las relaciones domínico-haitianas.

Es de esta manera que se reavivan los fantasmas de la reunificación de la isla, de la invasión, de la necesidad de un muro y, últimamente, de las sonadas aventuras de un grupo de personalidades de la capital que se olvidaron de tomar las precauciones más elementales en ocasión de un paseo por la línea fronteriza, produciéndose su detención por varias horas de parte de un grupo de haitianos enfurecidos. 

El terreno estaba más que abonado para generar en muy pocos días un rumor ensordecedor, gracias a las redes sociales y a los medios, en una sociedad que no sabía y no sabe prácticamente nada sobre la firma de un Pacto Mundial sobre Migración.

Los interesados en pescar en rio revuelto lograron imponer su voluntad a un gobierno y a partidos en perpetua campaña electoral y escasas capacidades de análisis, colocando a la República Dominicana dentro del 7% de los países que rechazaron firmar el pacto migratorio universal.

A partir de los rumores de odio esparcidos por una derecha nacionalista que representa  todavía un infimo por ciento de los electores de este país, pero cuyo quehacer principal es el envenenamiento paulatino y sin escrúpulos de sus conciudadanos, en muy pocos días un pacto que más del 90% de los que opinan no había leído, se volvió para casi todos los entendidos y, sobre todo, para los desentendidos, una cuestión crucial.

Da pena ver los conglomerados que nos representan, partidos, asociaciones de hombres de empresas -algunos de los cuales se lucran de la explotación de los migrantes irregulares- hacer coro a los representantes de la derecha “nacionalista” y a las bocinas manipuladas por intereses espurios y politiqueros

Un rumor que partió de un hecho que hubiera podido pasar desapercibido, por tratarse de un tratado internacional no vinculante, fue manipulado por un grupo de personas sin escrúpulos, graduados en generar confusión y en influenciar las creencias, las opiniones y los comportamientos  logró, gracias al uso de las redes, un impacto decisivo.

El uso y tergiversación  del rumor tuvo un efecto sobre la sociedad, hasta el punto de condicionar la decisión del gobierno que, sintiéndose presionado, dio marcha atrás privándose de un instrumento que le hubiese ayudado a poner la casa en orden.

Lo mismo se puede decir de partidos políticos que actuaron con escasa responsabilidad frente al caso, desdiciendo parte de los contenidos supuestamente progresistas, o simplemente democráticos, de sus postulados.

Nosotros, la República Dominicana, que hemos exportado más de dos millones de dominicanos,  legales e ilegales, hacia todos los continentes, que somos más emisores que receptores de migrantes, somos el único país de América Latina que se ha colocado del lado de la América de Trump rechazando un Pacto Mundial sobre las Migraciones que representa, de manera indiscutible, un paso de avance para un mundo más civilizado.

Para terminar, debo destacar que la influencia del rumor es a menudo inconsciente, ya que las grandes mayorías no se percatan de la realidad del rumor y, mucho menos, de su enorme impacto sobre nuestras vidas.