Un breve repaso de los sistemas electorales democráticos de América y de Europa nos enseñaría que las reglas para elegir los congresistas en la mayoría de los países impiden que un partido político que obtenga el 43% de los votos en unas elecciones congresuales no gane un solo senador – ni para consuelo-.
Eso solo sucede en la Republica Dominicana, como le ocurrió al PRD en las elecciones del 2010.
El caso se agrava cuando el horizonte estratégico de cierto liderazgo político colinda con el pragmatismo extremo, hasta el punto de que como ocurrió en el 2010 los resultados (desconocidos en términos tan inequitativos para la distribución de escaños en el Senado), no fueron utilizados para reflexión y promoción de reformas, sino como armas punzantes para el ataque fratricida en perjuicio de la dirigencia partidaria de turno.
En América Latina existen congresos con una sola cámara – Perú, Venezuela- Nicaragua y otros – en los que es imposible que la oposición se quede sin alguna representación, y también sistemas bicamerales (México, Colombia y Argentina, por ejemplo) con modalidades de elección del senado que garantizan a la oposición sacar senadores aunque haya obtenido una votación muchísimo menor que el 40%.
No se entiende, pues, como toda aquella costosa batahola de discursos, consultas y consultorías durante las vísperas de la reforma constitucional del 2010, prometiendo el arribo inminente de la madre de todas las revoluciones democráticas modernas, no sirviera para superar tan elemental y escandaloso anacronismo.
¿Puede calificarse de representativa y moderna una democracia en la que el 43% de los ciudadanos que votan por un partido al congreso se queda sin un solo representante en el senado?
Ese sistema debe ser reformado de raíz, y la propuesta debió encabezarla la oposición, que es y podría seguir siendo, la primera y principal víctima directa. Aunque, en realidad, toda la sociedad es afectada, como lo demuestran las escandalosas e impunes actuaciones de algunas “altas” cortes designadas – entre otras instancias – por un senado monopolizado.
Corregir ese tipo de aberraciones que afectan la independencia del régimen institucional del país, se les “escapo” a los ingenieros constitucionalistas, los mismos que con las reformas del 2010 y la del 2015 han configurado una peculiar democracia que le apellidan “pactada”… ¿o pateada?