En el año 2009, impactado por la crisis financiera mundial, Nicolás Baverez, reconocido abogado francés que había fungido como encargado de asuntos económicos del gabinete del presidente de la Asamblea (conservador), escribió un libro que tituló “Después del diluvio”, con el interés de influir en la implementación de políticas, sobre todo públicas y de orden económico, con las que él creía que se podían prevenir nuevas catástrofes como la iniciada por el mal manejo del sector inmobiliario.

El título del libro aludía a un poema también muy reconocido, pero para mí, la frase impactante fue una que utilizó para resumir la respuesta que la mayoría de los países afectados: “Todos keynesianos” y que él resumía como el aprendizaje más fuerte derivado de esa experiencia.  Él aludía a los esfuerzos de John Maynard Keynes para aportar soluciones a la situación económica de los Estados Unidos quien consideraba que el problema económico central de esa sociedad era la producción y el empleo, en cuyo caso, el estado era el único “actor” capaz de relanzar la economía.  A la luz de una década después, vemos que ambos se quedaron cortos.

En efecto, las medidas adoptadas para afrontar la crisis que empezó a diseminarse en el 2008 incluían el financiamiento de planes masivos de relanzamiento de la economía, aunque, en cierta medida, aplicados de manera independiente entre un país y otro.  Se lanzaron respuestas orientadas específicamente hacia los sectores más afectados y ya desde entonces, se anunciaba como un peligro el recurrir al proteccionismo, algo que se vio en cierta medida en los países del G20 en ese momento y estamos viendo cada vez más en términos políticos, pero también económicos. Antes, como ahora, las emitidas respuestas eran necesarias, pero no eran las únicas.

En el caso anterior, una dimensión excesivamente keynesiana dejaba de lado la atención a aspectos de necesaria regulación de los actores. En el caso actual, nos beneficiaríamos de una mayor atención a la realidad de conjunto. Aunque en septiembre de 2020, desde el Foro Económico Mundial se lanzaron iniciativas para visualizar globalmente las respuestas a la crisis de salud y económica, aunque más adeante se lanzó un movimiento global que contó con el apoyo del papa Francisco denominado capitalismo inclusivo, justo es señalar que gran parte de los paquetes de ayuda de los diferentes países han estado concentrado en sus ciudadanos y han llegado a incluir aspectos de alcance tan individual como la ayuda a la educación.

Porque si bien esta es la primera pandemia, en el sentido de que todos y cada uno de los países están de alguna manera afectados en los aspectos de salud y económicos derivados de ella, hasta han sido mucho más tímidas las maneras de abordarla colectivamente.  Se olvida que hace más de diez años ya existía la preocupación de que los virus tipo SARS fuesen un problema potencial en China y se mira con recelo el hecho de que en la primera década del siglo XXI Asia generara el 54% del PIB y el 44% de los intercambios planetarios, además de haber acumulado el 80% de las reservas de cambio, algo que aumentó aceleradamente en los últimos 15 meses. Los problemas son colectivos. Tenemos mucho que ganar si pensamos que las soluciones también.