Con motivo de la reciente celebración del Día Mundial del Medio Ambiente, el Ministro del ramo, doctor Francisco Domínguez Brito, dirigió un oportuno llamado a las Naciones Unidas a fin de acudir en ayuda de Haití para llevar a cabo un amplio programa de reforestación de su territorio.
Al presente, se estima que al menos el noventa y ocho por ciento del territorio haitiano carece de toda vegetación. Es simplemente tierra arrasada. Durante la gestión presidencial de Michel Martelly se produjo un encuentro en la frontera con el Presidente Danilo Medina y entre los temas tratados, el primero abordó el de llevar a cabo un programa de reforestación del territorio haitiano.
En esa ocasión, el mandatario dominicano hizo el ofrecimiento de facilitar todas las semillas requeridas para llevarlo cabo. El proyecto no llegó a concretarse. De suponer que la razón principal obedeció al hecho de la intensa campaña de descrédito internacional iniciada poco más tarde e impulsada en gran medida por el propio Martelly, acusando al gobierno y el pueblo dominicano de mantener una actitud racista en contra de la comunidad haitiana residente en el país, integrada en su mayoría en ese momento por indocumentados.
El tema fue objeto de replanteo en la agenda del encuentro sostenido semanas atrás entre el Presidente Medina y su homólogo vecino, Jovenel Moise, durante la visita que este hizo al país, primera al exterior después de su toma de posesión, donde este abordó de nuevo la necesidad de ejecutar el programa de reforestación para Haití.
Obviamente, dada la magnitud del mismo por las condiciones desérticas que prevalecen al otro lado del territorio de la Hispaniola, su ejecución requerirá de recursos económicos y técnicos de que carece el país vecino y que justifican el reclamo hecho por Domínguez Brito para lograr la indispensable cooperación de las Naciones Unidas.
Seguramente haya quienes se pregunten ¿qué tiene que ver la República Dominicana con un problema creado por los propios haitianos? Pero lo cierto es que para este lado de la isla que compartimos resulta de suma importancia tanto como puede serlo para Haití.
No podemos olvidar que a despecho de las características que nos diferencian como pueblos somos un todo geográfico, y que es precisamente ese noventa y ocho por ciento de suelo desértico vecino, uno de los principales factores que incluyen a la isla Hispaniola en la lista de diez lugares del mundo más vulnerables a los efectos del cambio climático. Esto sin olvidar nuestra propia carga de agresiones al medio ambiente, que no han sido pocas ni de escasa importancia.
El destacado geólogo y ambientalista Osiris de León recreó esos efectos en pasados días durante una ilustrativa conferencia que pronunció en la Cámara de Cuentas. En el listado que acompañó su exposición figuran sequías extremas, carencia de agua potable, disminución en la producción de alimentos, tormentas y huracanes más frecuentes y de mayor intensidad y un incremento de la presión migratoria a través de la frontera. Por consiguiente, en la medida en que Haití pueda reforestar su devastado territorio menores serán esos efectos para ambos.
Reclamar ayuda para Haití en ese sentido y facilitarle la que por nuestra parte nos resulte posible, será tanto como ayudarnos a nosotros mismos. El tema es de máxima importancia para ambos, porque si este pedazo de isla en medio del Caribe se hunde, todos, allá y aquí correremos el mismo riesgo de ahogarnos.