El anuncio de hace unos días de que la variante Ómicron de COVID-19 está presente en República Dominicana estaba previsto desde hace una semana, desde cuando en Chile se había reportado el caso de una ciudadana chilena, procedente de nuestro país, cuya muestra de PCR había mostrado la infección por esa variante.
La variante Ómicron ya ha llegado a unos noventa países. En todos se ha observado un aumento significativo de los contagios, aunque una confirmación masiva en laboratorio por secuenciación genómica se ha realizado únicamente en el Reino Unido, donde, hasta el 23 de diciembre, se han secuenciado casi dos tercios de los 27600 casos analizados por esta técnica. A distancia siguen Estados Unidos y Sur África, que fue el primer país que detectó la variante hace aproximadamente un mes y medio. (https://es.statista.com/estadisticas/1278962/omicron-paises-afectados-segun-los-casos-confirmados-de-contagio/).
A pesar de que en la mayoría de los países esas confirmaciones se limitan a centenares o decenas de casos, hay evidencia de que esta variante es altamente contagiosa y tiene una cierta capacidad de causar reinfecciones o infecciones en sujetos vacunados. Hay proyecciones, como la del miércoles pasado del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington, que estiman que en los próximos tres meses podría haber tantas infecciones con la nueva variante como en los dos años de pandemia.
Las reacciones a este brote han sido inmediatas, en particular en Europa y Estados Unidos, que impusieron severas restricciones de viaje a los ciudadanos de los ocho primeros países sur africanos donde la variante había sido observada y en los cuales los contagios habían aumentado de manera violenta. En República Dominicana se impusieron limitaciones de viajes para cinco de esos países más Angola.
La proporcionalidad de estas reacciones fue objeto de dudas por parte de la Organización Mundial de la Salud y causó protestas de los países afectados, sobre todo Sud África, y ahora en algunos casos (Estados Unidos, por ejemplo), han sido derogadas.
Cabe observar que en realidad en Europa ya desde antes de la aparición de la variante Ómicron había en algunos países un repunte del brote muy significativo, debido únicamente a la variante Delta del virus, lo cual llevó Austria y Alemania a imponer confinamiento, con efectos muy positivos, aunque en estos países hay la incertidumbre de qué pasará con la Ómicron.
Las opiniones acerca del efecto de la variante no coinciden y dependen de muchas variables. Ya desde el comienzo se observó que raramente resulta letal y que la necesidad de hospitalización, en particular para más de una noche, no aumenta acorde al aumento de los contagios. Un estudio de Imperial College estima la reducción respecto a la delta de estas últimas hospitalizaciones en un 40-50%. Sin embargo, el impacto de largo plazo sobre el sistema sanitario podría igualmente ser importante si hubiese una compensación de este efecto con un extraordinario aumento del número de los contagios.
En parte, la reducida incidencia de esos dos efectos podría ser consecuencia de la inmunidad por vacunación o previa infección. En este contexto, y esto es interesante en nuestro país, se registra una reciente declaración del portavoz en México de Sinovac acerca de la reducción que esa vacuna asegura para infecciones, hospitalizaciones y muerte.
El gabinete de salud de la República Dominicana, ha manejado excelentemente bien la pandemia, y el plan de vacunación ha sido bastante eficiente. Hasta el 22 de diciembre, se habían suministrado 14,030,778 dosis, en 6,931,885 personas de las cuales 5,688,369 están vacunadas completamente. Esto equivale al 52,44% de la población, es decir falta 47.56% por vacunar. Es entonces necesario intensificar la campaña de vacunación, porque el impacto del contagio con la variante ómicron es de todas formas menor en los vacunados. Pero no puede no preocupar el elevado número de no vacunados.
En Europa donde se han registrado más de 89 millones de casos y 1.5 millones de muertes por la pandemia, el contagio se está propagando a una velocidad vertiginosa, sobre todo en algunos países, (Reino Unido, España, Francia, Portugal, Italia).
Las reacciones de diferentes países han sido diferentes, y posiblemente más emotivas que científicas, también tal vez por el riesgo de que las festividades de fin de año contribuyan a aumentar los contagios.
Esto ha sido causado por la tendencia de la variante ómicron a volverse dominante sobre la delta, efecto evidente sobre todo en Dinamarca, Portugal y Reino Unido, pero hay que recordar que ya había empezado a manifestarse una tendencia en aumento del contagio, debida a la delta, antes de que la variante ómicron apareciera.
Algunas de estas medidas tienen un impacto económico significativo. También si el impacto sobre el sistema sanitario es menor que el de hace un año, muy probablemente en gran parte por mérito de las vacunas, hay algunas consideraciones que se deben hacer sobre estas consecuencias del nuevo brote.
Hay costos indirectos. En los últimos días se han cancelado miles de vuelos, aunque una concausa han sido también las condiciones climáticas. Esto, mas sobre todo las cancelaciones de reservas debida a la incertidumbre asociada a la Ómicron, afecta al turismo lo cual no puede no preocupar un país como República Dominicana, que ya había recuperado parte de su turismo prepandemia, al menos a los niveles de 2019. Es sobre todo el turismo europeo el que en perspectiva puede resultar el más afectado, y esto probablemente imponga una promoción del turismo interno o nuevas medidas de apoyo.
Pero hay también costos directos. En Europa, reducir la duración de las llamados Green Pass obligando a nuevas vacunaciones representa un costo bastante significativo. Por ejemplo, la reducción en Italia de la validez del Green Pass de doce a seis meses significa, olvidando la franja de no vacunados, 35-40 millones de dosis, cuyo costo es aproximadamente el 1 por mil del PIB del país. Y no hay solamente el costo directo de las dosis ya que no hay que olvidar los costos indirectos que supone una campaña de vacunación semestral o trimestral. Además, una reducción a tres meses como la de que se habla en Francia, representaría el 0.3%..
Y tal vez la necesidad no sea tan apremiante, o al menos no lo sea a raíz de la variante Ómicron, por una razón que puede ser interesante poner en evidencia, dado que el tema es de interés también por el impacto que puede tener en el tejido social y económico de la República Dominicana, donde en una lógica análoga, hay una orientación favorable a una cuarta dosis.
Si la razón para ello es la Ómicron, podría justificarse un moderado optimismo, sugerido por el comportamiento de la ola de contagios de la nueva variante del coronavirus, aunque, valga la aclaración, el argumento debe tomarse con mucha cautela porque la variabilidad a que hacíamos referencia, y de la cual un ejemplo notorio es la diferencia observada en las últimas semanas entre diferentes estados de Estados Unidos (https://www.dailymail.co.uk/news/article-10344309/Omicron-surge-leads-151-915-new-COVID-infections-just-39-000-fewer-Christmas-Day-2020.html), no permite extrapolar fácilmente las experiencias de diferentes países, a menos de que sus situaciones de vacunación sean comparables. Y también otros factores como la edad de la población pueden entrar en juego, observación interesante para nuestro país hecha, en relación al brote de Ómicron en Sur África, por el director de los CDC de África, John Nkengasong.
Normalmente las olas causadas por una variante se manifiestan en picos en la curva de los contagios diarios, que, después de un cierto tiempo, empieza a bajar. Los picos son caracterizados por su máximo número de contagios diarios (aunque más significativo es el dato promedio calculado durante una semana, para reducir la importancia de eventuales fluctuaciones) y por su ancho.
Es interesante analizar estos datos en los primeros países donde se detectó esta variante. Refiriéndonos a los ocho países sudafricanos mencionados anteriormente, en tres de ellos, Sudáfrica, Zimbabue y Eswatini, el pico de la infección comenzó en los últimos días de noviembre, mientras que en los otros cinco esto ocurrió en las dos semanas siguientes. Hacia el 16 de diciembre, los tres primeros picos iniciaron un importante descenso. En Sudáfrica, el máximo del pico fue alcanzado el 12 de diciembre (casi 38000 casos) y la media sobre siete días alcanzó su máximo entre el 16 y 18 de diciembre (poco más de 23000). Actualmente esa media se ha reducido por un 38%. En Zimbabue la media sobre los últimos siete días está hoy al 34% del máximo que fue alcanzado el 14 de diciembre, y en Eswatini al 30% del máximo del 16 de diciembre.
Vale la pena subrayar que estos datos fueron hoy actualizados y que ayer esas medias eran algo mayores.de
Unas primeras indicaciones se ven también en Lesotho y Namibia, donde la media sobre los últimos siete días hoy corresponde al 75% del máximo alcanzado hace cuatro días. A esto se agrega el caso de Dinamarca, el promedio de los últimos siete día es hoy el 60 % del valor máximo que alcanzó hace una semana.
Son primeras indicaciones que no permiten sacar sólidas conclusiones generales, pero parecen indicar que el pico asociado a la variante ómicron tiene un ancho mucho más estrecho que los observados para otras variantes. Típicamente el máximo del contagio se alcanzó en un tiempo del orden de tres semanas. Si ocurriera lo mismo en República Dominicana, esto significaría que debería esperarse que la variante ómicron debería dar origen a un rápido crecimiento del número de contagios durante las próximas tres-cuatro semanas, al cual seguiría una reducción también rápida de las infecciones por esta variante.
¿Se puede controlar este proceso? La altura del pico probablemente sí, vacunándose, aunque la capacidad de las vacunas de neutralizar la ómicron no es segura ni cualitativa ni cuantitativamente, y también observando las medidas de precaución que nos han acompañado en estos dos años de pandemia.
Sin embargo, quisiéramos recordar la opinión de un biólogo computacional del Instituto Weizmann de Rehovot en Israel, Carlos Segal: “No hay duda de que la medida más efectiva es la vacuna… Reduce la morbosidad y el número de personas en condiciones serias. Todas las demás medidas, restricciones sobre las reuniones, enseñanza a distancia, restricciones en los vuelos, a esta altura son medidas de limitada eficacia que no ayudarán a controlar la curva de la Ómicron. Y el daño que causan es grande”.
Esto soporta la decisión del gobierno de no recurrir a medidas como el toque de queda, pero esto no implica que la alternativa sea una cuarta dosis que aumente la protección de un grupo ya suficientemente protegido por las tres dosis recibidas. El blanco real que hay que afrontar es la fracción de población no vacunada. Si esta variante, u otra por venir, atacara ese grupo, esto causaría un problema gravísimo para el sistema sanitario del país y además si en los próximos días las indicaciones que vienen de África y Dinamarca fueran confirmadas, el caso por la cuarta dosis perdería mucho de su peso.
Se ha mencionado que en el país existen seis millones de dosis disponibles. Su utilidad sería mayor si se destinaran a los no vacunados, o inclusive al vecino país de Haití, que ambos constituyen, independientemente de la variante Ómicron, una amenaza potencial por la salud del país mucho mayor que el uno que otro que se enferme a pesar de haber recibido tres dosis de vacuna.