Usan el mismo uniforme pero no pueden meterse juntos en el mismo saco.
Cambian las insignias pero también las actitudes.
Es bueno apreciar estas y otras diferencias y similitudes si vamos a tratar de entender lo que ha pasado y está sucediendo con los militares dominicanos.
En primer lugar, la proliferación de generales y oficiales superiores que tanto distorsiona y pervierte la maquinaria militar es producto del oportunismo y corrupción de los políticos. Históricamente, el número de generales, coroneles, capitanes etc. estaba determinado por la cantidad de plazas para ser ocupadas. No podían haber oficiales sin plaza y no los hubo hasta que el PRD, por oportunismo y estupidez subvirtió la norma.
El PLD desde el principio no trató nunca de entender, conocer ni dirigir a los militares de quienes desconfiaba. Optó por corromperlos. Sabían los peledeistas como lo sabía cualquier dominicano que muchos oficiales superiores disfrutaban y aprovechaban algunas ventajas y usaban a su favor comisiones en compras, avituallamiento, transporte, mano de obra, etc. También sabían que muchos oficiales aprovechaban el rango combinado o no con algún cargo para hacerse con tierras del Estado, aprovechar ciertas instalaciones y obtener del empresariado algunas concesiones. Todo esto se sabía y en cierto modo se toleraba. A eso, en parte, se refería Balaguer cuando hablaba de la comida de la Boa. No estaba bien, nunca estuvo bien, pero se aceptaba como un mal de la época. Era coger para sí un poco de lo que había.
El PLD transformó todo eso. El narco y la época hicieron el resto.
Hasta Balaguer, los militares dominicanos tenían fama -a veces muy bien ganada- de represivos y corruptos. Con el PLD la fama se redujo a una sola palabra: corruptos.
La gran expansión económica mundial de los años 90 y la cultura que vino con ella permitieron al PLD entregarse en cuerpo y alma a usufructuar el Estado, enriquecerse al vapor y crear todo un entramado de corrupción que no tardó en extenderse al ámbito militar. Y así como los civiles se corrompieron al por mayor, así mismo lo hicieron los militares y naturalmente dentro de estos los oficiales, subalternos y superiores. Pero, así como no todos los políticos del PLD fueron corruptos, así mismo hubo otros oficiales que tampoco se corrompieron. Dentro de estos, los hubo superiores y subalternos quienes no solamente no se corrompieron sino que secretamente lamentaban o resentían el espectáculo de corrupción imperante.
Al día de hoy, esta diferenciación tiene vigencia. Hay oficiales subalternos y también superiores que no entraron en el entramado de corrupción montado por al tándem Narco y política. Los hay que no se interesaron, los hay que repudiaron y también muchos otros que fueron dejados fuera. ¿A qué viene tratar este tema ahora?
El que emprenda una investigación sobre el impacto en los militares de las gestiones del Ministerio Público se sorprendería del grado de apoyo y simpatía con que una enorme cantidad de oficiales, especialmente subalternos, reciben las investigaciones y sometimientos a oficiales de alto rango que alcanzaron mucho poder con el PLD pero que nunca gozaron de prestigio en las filas de la institución.
¿Sabrá el gobierno quienes son esos oficiales?
¿Qué hacer con ellos?