Los dominicanos tenemos varios meses escuchando  informaciones, leyendo artículos y  visualizando imágenes relacionadas con el caso Odebrecht. Cada día nos llegan informaciones de países diversos y de nuestra propia realidad en la que aparece Odebrecht. Hay datos, documentos y comentarios  para editar una enciclopedia, para filmar una  o más películas, para escribir una novela y hasta para  componer un rap. Hablar de Odebrecht es hacer memoria de un caso polémico y complejo caracterizado  por la opacidad. De igual manera, Odebrecht  ha desatado una espiral de denuncias, de interrogatorios, de acusaciones, de contraacusaciones y de encarcelamientos que nos mantiene estupefactos. Odebrecht se ha convertido en un acontecimiento  que ha  impulsado la creatividad de  personas, de instituciones y de grupos,  para defenderse y ocultar su participación en la estrategia  de esta empresa. Podemos decir  que este  fenómeno  ha  producido de todo, tanto en el orden del mal  como en el orden del bien.

En el orden del mal, ha producido el desprestigio  global de una empresa que no ha respetado ni siquiera  su propio país; ha creado un clima de incertidumbre y desequilibrio de carácter económico, político, social y humano. El aspecto humano  ha sentido con fuerza el orden del mal, pues son muchos los empresarios jóvenes  con estado anímico en clave depresiva,  al tener que enfrentar  la interpelación de la sociedad y la persecución de la justicia. El orden del mal también está provocando tensiones dentro de los países en los que ha operado esta Compañía  y entre las personas que han participado en sus  operaciones. 

Podemos afirmar que  Odebrecht ha roto la paz de hogares que ahora sufren el encarcelamiento,  la vergüenza y la persecución de  familiares;  y ha provocado  susto  permanente en partidos políticos y en líderes de países que están acusados de recibir pingües beneficios de las transacciones Odebrecht.  Este mal ha generado un  grave desprestigio    de empresarios, políticos y líderes, tanto del sector público como del  sector privado.  Es un mal que tiene como eje estratégico  la corrupción; como metodología, la carencia de  ética; como lenguaje,   el hurto;  y como lógica de sus acciones y procesos,  el soborno.  Es un mal que no fascina; es un mal que provoca repulsa.

Parecería contradictorio hablar del bien que ha producido Odebrecht, pero no lo es. En el orden del bien generado por este fenómeno, encontramos  cinco lecciones  aprendidas, a  nivel personal  y como tejido social:

La primera lección se vincula con una toma de conciencia cada vez mayor de la sociedad de la necesidad de una educación familiar, escolar y social, centrada en valores que tengan como subrayado, la honestidad, la verdad y el bien común. Esta lección constituye una oportunidad y un desafío para los hogares, las instituciones y los países que desean  superar  el cáncer Odebrecht; y para los sectores interesados en eliminar  la contaminación destructiva de la corrupción y la ratería como cultura.

La segunda lección  acentúa la necesidad de la institucionalización de una formación ciudadana en perspectiva ética. Urge recuperar el valor de esta ciencia y buscar los mecanismos,  los medios y los recursos que la acercan a la gente común, a los intelectuales, a los políticos, a las iglesias, a las instituciones castrenses; y  a todos. Esto implicará la eliminación de comisiones de éticas que  solo sirven para adornar, para presentar ofrendas florales descomprometidas y, sobre todo, para aparentar  una posición inmaculada.

La tercera lección destaca  la importancia de orientar a los jóvenes universitarios sobre la  necesidad  de articulación orgánica del proyecto personal  con el proyecto de sociedad que deseamos y que nos urge  construir. Esta tarea le presenta nuevos retos a la educación superior dominicana. La articulación de estos dos proyectos demanda una formación universitaria  que busque conexiones permanentes entre el desarrollo académico, el desarrollo sociopolítico y el desarrollo ético del país. Ha de ser un desarrollo que alcance a todos y  que tenga como horizonte el bien de todas las personas y de la colectividad.

La cuarta lección tiene como foco  el conocimiento y  el respeto a las leyes; un respeto duradero y con sentido práctico. Tenemos que empezar a prestar atención a las leyes que regulan la vida del país. Todos tenemos el compromiso de informarnos sobre sus disposiciones; y sobre sus implicaciones personales, institucionales y sociales. Es tiempo de recuperar el sentido y el valor de las leyes en nuestra sociedad. Los primeros que necesitan recomponer su comportamiento ante las leyes son los mismos que las formulan, así como los responsables de su ejecución. Llegó la hora de darnos cuenta de que las leyes no son para los más vulnerables; de que las leyes son para todos; de que las leyes incluyen a los que ejercen el poder y a los que giran en torno al poder;  sea este de carácter político, religioso, militar, educativo, empresarial, etc.  Esta lección  nos alerta  para que activemos  el fin de la mafia, de las prebendas y del negocio que afecta la recta aplicación de las leyes en nuestro país.

La  quinta lección prioriza la articulación de fuerzas. Hoy, nos abruma la descomposición social; y esto  requiere  coordinación de fuerzas. Requiere voluntad política y venas creativas para el fortalecimiento del trabajo interinstitucional; para la constitución de redes  operativas,  capaces de desmontar las  prácticas que frenan la honradez y la responsabilidad,  en el ejercicio profesional y en la gestión institucional. Es tiempo de alianzas transparentes y con un pensamiento autocrítico. Esta lección demanda el destierro de la filosofía de la sospecha, de la privatización del saber y de las experiencias. Es necesaria una combinación de pensamiento, de ideas y de acciones  para salvar a la República Dominicana de una ruina moral, institucional y social. Es vital la construcción de una comunidad social que busque lo mejor para nuestro país;  que se esfuerce  por su avance en todos los sentidos.  Unámonos  para lo mejor; para potenciar lo más hermoso de nuestra historia, de las personas y de nuestros pueblos. ¡A reducir, a eliminar el egoísmo personal y social!