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Portada de "Principios de estética y educación artística"

Principios de estética y educación artística (2005), del escritor y profesor universitario dominicano Odalís G. Pérez, es un libro nacido de una experiencia pedagógica y estética al nivel de la educación media y universitaria. En las consideraciones preliminares a la obra, el autor aclara, contra toda pretensión excesiva de agotar la materia, que su libro “no pretende ser un manual acabado y definitivo, sino más bien una incitación teórica y apreciativa al conocimiento del arte en sus variadas manifestaciones” (página 13).

La aclaración es pertinente, pues ningún manual agota (ninguno puede agotar) la gama completa de temáticas que aborda. De modo que este texto debe ser visto como lo que aspira a ser: un intento de orientar al lector interesado, pero no especializado en arte, abordando temas fundamentales, pero también añadiendo nuevas cuestiones sobre la creación estética y artística.

A diferencia de sus obras previas de los últimos años (salvo La identidad negada), que suelen llevar un sello polémico, esta es una obra esencialmente pedagógica. Pérez deja de ser ese enfant terrible a que nos tiene acostumbrados, el teorizador y crítico impenitente, para pasar a ser el pedagogo, el educador: no polemiza, no refuta ni contradice teoría o pensamiento alguno; no ataca a nadie; no fustiga la ideología neotrujillista de una parte de la intelectualidad criolla, ni lanza sus dardos contra cierto “pensamiento pseudonacionalista”. Antes bien, Pérez ofrece su propia visión del fenómeno del arte y la belleza; teoriza y refiere para una mejor comprensión y un mayor aprecio del arte en sus distintas expresiones, desde las más antiguas hasta las más recientes. 

El libro está debidamente documentado, con referencias de lugar y una bibliografía exhaustiva. Es cierto que hay definiciones elementales, esquemáticas y directas, típicas de todo manual, pero éstas no son simplistas ni reductoras.

Arte moderno

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La estética, en su sentido etimológico, se refiere al “percibir”, al “sentir”. La áisthesis era, entre los antiguos griegos, sensibilidad, sensación, sentimiento. Para Alexander Baumgarten, su fundador, la estética es el estudio de lo bello. En línea con Leibniz, la define como “ciencia de los conocimientos sensibles o gnoseología inferior”. Ella se ocupa del conocimiento sensible, de la percepción sensorial, más inmediata y más material. Por eso es una especie de conocimiento inferior al conocimiento filosófico. Para Kant, la estética es el estudio de la sensibilidad, de las formas en que aprehendemos la realidad. Hegel concibe la belleza como la aparición sensible de la idea, y coloca el arte, junto a la religión y la filosofía, en la esfera del espíritu absoluto. Kant y Hegel hacen de la estética no un simple apéndice, sino pieza clave y parte integral de sus respectivos sistemas filosóficos. En este orden, la estética será la reflexión teórica sobre lo sensible y la sensibilidad, sobre el arte y lo bello. Lo sensible fue, desde el origen mismo, el ámbito de reflexión de la filosofía del arte y la belleza; así en los pitagóricos, en Platón, en Aristóteles. Si se tiene a Baumgarten como padre de la estética moderna, se considera a Aristóteles el fundador de la filosofía del arte.

La concepción global del texto de Pérez es ecléctica. Como otros, entiende la estética en sentido clásico como disciplina humanística, originada en la filosofía, que se encarga de “estudiar la producción sensible en toda su extensión y en toda su movilidad” (pág. 18). Entiende, pues, la estética como filosofía de lo sensible y de la sensibilidad. Pero, a diferencia de los clásicos, tiene plena conciencia de la modernidad y la posmodernidad estéticas. Sabe que en el arte se han producido grandes cambios, rupturas e innovaciones formales que cuestionan radicalmente los antiguos cánones estéticos.

Público de arte

La novedad de su pensamiento radica en incorporar a la teoría estética la reflexión sobre las nuevas mediaciones artísticas. Su perspectiva asume las rupturas formales iniciadas por los creadores modernistas y las corrientes vanguardistas de principios del siglo XX que, a fuerza de proclamar la ruptura con la tradición artística –como bien apunta Octavio Paz-, terminaron creando la tradición de la ruptura. De ahí sus comentarios atinados sobre el arte clásico y el arte moderno, el arte figural y el arte neo-figural o abstracto.

Entre las muchas definiciones de arte, Pérez elige una muy próxima a la definición hegeliana. Define el arte como manifestación de la sensibilidad y el espíritu que tiende a producir obras con un valor estético determinado. Concibe la obra de arte como producto, como producción material y espiritual. La obra de arte es un producto estético elaborado por el artista, resultado de su visión particular del mundo, que refleja una manera específica de ser de las cosas. El lenguaje del arte se define como el conjunto de medios que utiliza el artista para expresarse; esto es, el medio a través del cual se define y concretiza como tal la obra de arte. Ello significa que el lenguaje se aplica a los diversos géneros artísticos. Por eso hablamos con propiedad de lenguaje de la pintura, lenguaje de la escultura, lenguaje de la arquitectura, lenguaje de la música, lenguaje del cine, lenguaje del teatro, lenguaje de la danza…