Las palabras de esta poeta empujan lo sublime hacia niveles problemáticos, en donde el lenguaje no es lo que está escrito nomás sino que se extiende hasta los sonidos. La poesía es tiempo y ritmo perpetuo en un vaivén que no se detiene y eso es esta poesía. Doy con ella, con Neronessa, como la niña que sola y de tarde descubre pequeños tesoros encerrados en un libro. Estos comentarios de hoy los hago desde la antología que he venido mencionando últimamente, Conjugar el verbo arena. He querido compartir con ustedes la alegría que significa encontrar poesía nueva en lugares inesperados. En uno de sus poemas Neronessa dice: Entre los trigos negros mis neuronas están esparcidas; entre jaspes de carbón, contoneadas por la granizada de labios, asidas a una pelvis de cuarzo que gotea. Florecen desconociendo el barro al que miman mis raíces. ¿Debo buscar un común denominador en esta poesía? No necesariamente, pero estas palabras, puestas de esta manera en esta composición, me retrotraen al espacio corporal y al conocimiento del yo interno, tanto en lo físico como en lo metafórico. En esta breve muestra de su poesía, puedo descubrir cómo Neronessa escribe para estrechar la abismal distancia que nos define isleñas y morenas, hombres y mujeres, luchando contra obsoletas jerarquías que sirven para acorralarnos en este sistema-mundo machista, capitalista, patriarcal y racista. En un poema titulado “Multidestinatario”, la poeta dice: Invisible coraza tiene su caos y su cosmos, laureada de átomos morfinómanos. De maná technicolor son sus nervios vagos, su trazo como contorno de merluza; paradójica tez de hiedra que no peca exudar un llanto por estatuto o transgredir corteza en pulpa y desafío. Neronessa ha entrado desde hace tiempo en mi órbita. Agradezco al poeta León Félix Batista, quien hace años ya, me hizo llegar algunos de sus textos. Hoy que salpico mi rutina con la poesía que mana de su estatura, pienso en que las palabras de Neronessa tienen el mismo efecto que tuvieron el primer día que me crucé con ellas: hay un sonido lejano pero certero, como río que sonando piedras trae. Dice ella, todavía en “Multidestinatario”, Comisiones estrépito en su vida la taza sin asa, el submarino sin timón. El tiempo es el comodín mientras en tulipanes de satén y era le espera un galeón. En zancadas indaga murallas que no le han de detener: ¿Cómo se traduce el poderío? ¿Huida? ¿Cima? ¿Éxodo a través de las fibras?
Me da la gana de celebrar esta poesía con un trago de Brugal Añejo que no tengo y pensando en Loma Prieta, San Juan adentro, un campo que ahora no tengo. ¿Vale mi pensamiento lo suficiente para ponerme allá? Para esto entonces es que sirve la poesía, para ponerme en mi mediaisla a través de tus palabras, Neronessa, El guante astral nos enmaraña en su combustión espontánea, brincando el carrete de plata del Hércules devorado, los cinco abismos de abolición peregrinando mi materia gris.
La poesía de Neronessa está ahí con su poesía mirándonos desde el contexto socio-histórico de lo que somos. Sus palabras son la paz, la textura compactada, la trama estructural de nuestro clasismo, nuestro valor intercultural, que tiene las mismas variaciones de un hilo de Ariadna o la lógica de un mosaico de sangre. En su poema “Lavanderías” Neronessa destila los colores que seremos, dice: Estos son los matices, cien por ciento humanos, cien por ciento ocre jazz, estos son los tonos del funeral, que al plazo a las tinieblas afana en su incosciente turbado. Hace mucho pensando en Aída Cartagena Portalatín, encontré definiciones de Roland Barthes acerca de lo que es el matiz. Aquella vez quise decir que el matiz es la cultura y nosotros somos el filtro por donde pasa el texto, el lenguaje, la lucha, la calle, y el amor al color calor.