Una ciudad es lo que es su ayuntamiento

Emilio Rodríguez Demorizi

 

Buscando enfrentar el acelerado crecimiento espacial y poblacional de la ciudad de Santo Domingo y hacer más eficiente la gestión de los servicios urbanos, se creó la Ley 163-1 del 2001 para dividirla política, territorial  y administrativamente. A tal efecto, se creó la provincia Santo Domingo con cuatro ayuntamientos municipales  y posteriormente creándole otros cuatro. El ADN se mantuvo con nuevos límites y competencias. En los nuevos municipios los servicios mejoraron y también, relativamente, el sentido de pertenencia de la población. Pero, sus ayuntamientos no han podido crearles centros urbanos con una imagen física propia para no ser vistos como mera periferia del DN.

En general, un municipio se constituye cuando un núcleo urbano  ha crecido lo suficiente en términos espacial, de población y complejidades que lo convierten en una ciudad con su ayuntamiento. El caso que nos ocupa no ha sido así, lo cual no los invalida como tal, pero es una circunstancia que les crea un relativo hándicap. De igual modo, las ciudades no se crean por decreto, estas son frutos de un entramado de relaciones económicas, políticas y sociales que, al decir de algunos, crean una especie de “estado de ánimo”, que determinan el sentido de pertenencia e identidad (o de rechazo) de su población con su hábitat, natural y construido.

Sin embargo, a pesar de los nuevos municipios nacieron de una decisión básicamente administrativa, es posible orientar un proceso de construcción de una imagen física y de su entramado de relaciones socio-económicas que contribuya a crear una sólida identidad de la población con el lugar. Esa posibilidad se ha materializado en otras ciudades de similares características metropolitanas del Gran Santo Domingo, como el caso de Medellín y sus 10 municipios mancomunados  que conforman su entorno: el Valle de Aburrá; una experiencia que conocí en el marco de la investigación comparativa intencional de 23 ciudades, entre ellas Santo Domingo, liderada por la prestigiosa Fundación Metrópoli, en la cual participé.

Por consiguiente, dentro de sus planes de desarrollo urbano, los municipios del Gran Santo Domingo podrían diseñar proyectos orientados hacia la creación de una imagen-marca, como sello de su identidad urbana y territorial. Por consiguiente, en los casos concretos de Santo Domingo Este y en gran medida de Santo Domingo Norte, podrían aprovechar los márgenes del Ozama mediante diversas propuestas urbanísticas inclusivas, al tiempo de recuperar y potenciar para toda la ciudad los atributos de ese río, que impactaría significativamente a amplias zonas del Distrito Nacional, resultando imprescindible la articulación de esos ayuntamientos.

En ese tenor, los otros ayuntamientos deberán identificar proyectos para aprovechar los espacios cuyas características o atributos permitan orientar intervenciones urbanas y  políticas culturales  que refuercen sus identidades y mejoren las condiciones de vida de su población. Esto obliga que los alcaldes y autoridades municipales del Santo Domingo metropolitano orienten sus planes de desarrollo urbano y territorial desde una perspectiva integral/articulada, que reoriente su curso de ciudad región con nueve municipios y una sola ciudad.

Con nueve municipios, todos entaponados por tránsito y transporte caóticos, sin cohesión social ni espacial, con zonas hiper degradadas, cotidianidad incontrolable, hervidero humano de día y tierra de nadie de noche y que deben tener mayor participación en plusvalía que generan las grandes redes viales públicas a complejos industriales y centros comerciales de grandes superficies. Que requieren planes y mayor inclusión  social. Ello implica el inicio de una experiencia que requiere una visión institucional en la gestión municipal de una región metropolitana que, a pesar de las propuestas, seminarios e incontables actividades realizadas para ese fin, adolece de importantes déficits en términos empíricos y conceptuales sobre el tema.

Se impone que, con objetividad y sobre todo humildad, se reconozca que sólo una conjunción de saberes de diversas disciplinas, de instituciones del Estado y del sector privado que, articuladas, pueden enfrentar tan importante como ciclópea tarea. Enfrentar los retos de reorientar el Gran Santo Domingo, que sobrepasa los límites de la provincia y del mismo nombre y del DN, extendiéndose hasta San Cristóbal, no puede  hacerse sólo con regulaciones puntuales o acciones y sobre los ríos y cañadas que las circundan, sino con políticas globales en las que se relacionen de manera efectiva los ayuntamientos municipales en sus diversas formas asociativas y las instituciones del gobierno central con competencias en materia municipal.