"Juventud divino tesoro, te vas para no volver", así decía el bardo nicaragüense, pero ahora también lo dice la encuesta "Barómetro de las Américas", que cubrió 29 países y que fue apoyada en el nuestro por INTEC y Rosario Espinal, como respuesta a la pregunta: "¿Tiene usted intenciones de irse a vivir o a trabajar a otro país en los próximos tres años?". Un 42.1% de los dominicanos respondió afirmativamente pero entre los que tienen entre 18 y 25 años esa proporción subió a un sorprendente 60.5%, más de la mitad de los jóvenes. Entre los más ricos, presumiblemente los mejor educados, esa proporción también es mayor que el promedio. Para colmo, esa intención de hacer las maletas ha aumentado entre nosotros en los últimos seis años. Además, ya está ocurriendo el traslado, dentro del país, de muchos jóvenes bien educados y de clase media a la zona de Punta Cana, donde hay empleos, no hay tapones, ni alta criminalidad, ni corrupción, pues hay pocas oficinas públicas, militares y policías.
Si nuestra economía crece con estabilidad, es una de las más vigorosas del continente y la educación está mejorando, ¿por qué se quieren ir los jóvenes? ¿Será por le malaise a que nos referimos en un artículo anterior?
La encuesta ofrece indicaciones sobre el "progreso" de ese malestar. Para el 41.3% de los encuestados más de la mitad de nuestros políticos son corruptos y un 23% han sido víctimas de esa corrupción; menos de la mitad de los encuestados tiene confianza en que nuestro sistema judicial castigará a los culpables y solo Venezuela nos supera en cuanto a la percepción de inseguridad en nuestros barrios, percepción que ha estado aumentando cada año. El 45% piensa que el problema más grave del país es la delincuencia y el crimen. La proporción de los que han sido víctimas de delincuentes ha aumentado desde el 2010 llegando a un 26%.
Como consecuencia de todo esto el nivel de apoyo a la democracia entre nosotros se ha reducido de un alto 81.6% en el 2006 a apenas 61.8% hace un año. El modelo Chávez cuenta, pues, con simpatizantes en el país. Existe, además, poco entusiasmo a favor "del buey que más jala", de los "a paso de vencedores" o a "servir al partido para servir al pueblo", ya que un 58.5% de los votantes no pertenece ya, ni simpatiza, con un partido político y la confianza en las elecciones se ha reducido de un 46.3% hace cuatro años a tan solo un 34.8%; equivalente a una tercera parte de la población. La confianza en los partidos políticos es de apenas 20.4%, pero, entre los mejor educados esa percepción se reduce a apenas 12.1%. Solo una tercera parte de la población confía en nuestra policía, la peor proporción después de México y Venezuela. Solo un 58.2% confía en las fuerzas armadas, la peor proporción después de Colombia y Venezuela.
En cuanto a ideología, más de la mitad de los dominicanos se describe como derechista y el PLD, el partido del gobierno, e irónicamente el de los discípulos del revolucionario Juan Bosch, es percibido como el partido más derechista, mientras los independientes, o sea los no miembros o simpatizantes de un partido, son los más liberales.
Ese malestar no se debe a la economía, pues esta se ha desempeñado bien, ni a las actuaciones del presidente Danilo Medina, quien en esta misma encuesta saca la mejor puntuación en cuanto a confianza en el Poder Ejecutivo entre todos los presidentes de América Latina y el Caribe, con un 62.4%. Se debe a algo mucho más profundo y complicado. Y mientras el pueblo dominicano piensa así, nuestros principales líderes políticos, en vez de sugerir o prometer cómo lograr cambiar esa percepción, lo que hacen es discutir cómo ganar la candidatura presidencial de su partido, que si con padrones cerrados o abiertos, que si con o sin la reelección.