El bono o dividendo demográfico 

Desde principios de la década de los años 70 del siglo pasado la transición demográfica de la población de RD entró en una fase de declinación de la relación de dependencia demográfica, o sea, la relación cuantitativa entre la población en edad no activa (menores de 15 y mayores de 65 años) y la población en edad productiva (15-64 años), un proxy de la relación entre la población netamente consumidora y la población netamente productora. Son los inicios del llamado bono o dividendo demográfico.

La relación de dependencia en los inicios de la transición demográfica era de 106.5, o sea, 106 personas en edad dependiente por cada 100 en edad activa. Esta relación se reduce a 101.7 en 1970, a 66.8 treinta años después, y en la actualidad es de apenas la mitad (53.4). De acuerdo con las Estimaciones y proyecciones nacionales de población, en la próxima década de los años 30 la evolución de la relación de dependencia entrará en un periodo de inflexión, alcanzado su nivel mínimo de 52.3 en el 2035 e iniciando su ascenso en el decenio siguiente, cuando finaliza el bono demográfico. En total el dividendo habrá durado unos 70 años.

Combinado con la reducción en la proporción de menores en edad escolar de la enseñanza básica y media secundaria, el bono demográfico ha creado en el país las condiciones favorables para el aprovechamiento del recurso de trabajo y la reorientación del gasto social que se presenta durante esta etapa de la transición demográfica.

Ahora bien, el bono demográfico constituye sólo una oportunidad para elevar las tasas de crecimiento económico per cápita y los niveles de bienestar de la población; no es un cheque o efectivo monetario que se recibe. También implica retos y desafíos. Su aprovechamiento, el convertir esa oportunidad en realidad, va a depender de la eficacia de las políticas activas del mercado laboral que propicien el acceso de los jóvenes y adultos a empleos decentes.

Por el lado de la dinámica de la oferta laboral, el acelerado crecimiento de la población potencialmente activa ha contribuido a la creación de una abundante mano de obra, debido al proceso de transición demográfica y a la dinámica de las inmigraciones laborales haitianas y las emigraciones de dominicanos al exterior, lo que contribuye a la producción de una reserva de fuerza laboral de bajo capital humano -no calificada y de baja calificación- y, por tanto, de bajo salario de reserva, que se traduce en un altísimo desempleo desalentado, un elevado porcentaje de jóvenes sin trabajar y sin estudiar y una alta informalidad laboral, en particular la conformada por autoempleos precarios de subsistencia.  Estas últimas dos modalidades de generación de empleos y los bajos niveles de ingresos de la fuerza laboral estarían determinadas sobre todo por la presión que ejerce la sobre oferta de fuerza laboral en el mercado de trabajo más que por los factores propios de la demanda de trabajo.

Si bien se ha estimado que el bono demográfico en RD habría contribuido potencialmente a incrementar el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita en cerca de 0.5% anual entre 2000-2015 y se proyecta que entre 2015-2030 sería de cerca de 0.2% (CELADE, 2017), no se sabe con certeza en qué medida República Dominicana ha aprovechado realmente o ha desperdiciado esta ventana de oportunidad para desarrollar el capital humano y potenciar el crecimiento. La respuesta a esta pregunta es crucial para poder prever o prepararse para el impuesto demográfico, es decir, la creciente proporción de personas en edad adulta mayor, que implicará un importante reto al sistema de salud, protección social y cuidados, y se hará cada vez más visible e impactante en unas décadas cuando culmine o se agote el bono demográfico.

Aun cuando el crecimiento económico ha tenido un impacto importante en el crecimiento del empleo, logrando incluso reducir en los últimos años la tasa de desempleo ampliado en unos 5 puntos porcentuales y en unos 4 puntos el desempleo abierto, no se han generado los suficientes empleos al ritmo de la expansión de la oferta laboral.

Los resultados del mercado de trabajo dominicano están indicando que la economía dominicana dista mucho de utilizar plenamente la abundante fuerza laboral potencial que se ha producido por la dinámica demográfica. El mercado de trabajo dominicano acusa un agudo desajuste entre oferta y demanda de fuerza laboral, con resultados marcadamente deficientes: baja participación de la población en edad de trabajar en la actividad económica y en el empleo -sobre todo de mujeres y jóvenes-, insuficiente generación de empleos de calidad y alta incidencia de empleos precarios (informalidad o autoempleo de subsistencia), lo que constituye un círculo vicioso que se traduce en una muy desigual distribución funcional de los ingresos nacionales generados en el mercado laboral, con una muy baja participación de las remuneraciones de los trabajadores en la distribución del producto.

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