Las inmigraciones internacionales a República Dominicana
Si bien las inmigraciones a la Isla y las emigraciones de la parte Este al exterior fueron durante siglos el componente decisivo de la dinámica demográfica -situación que continua luego de proclamada la República Dominicana-, es en la segunda mitad de los años 60 del siglo XX cuando se inicia un proceso de cambios en la movilidad internacional de los dominicanos y en la entrada de inmigrantes haitianos a RD, intensificándose y complejizándose los flujos migratorios al exterior. En el decenio siguiente de los años 70 RD empieza a convertirse en un país principalmente emisor de población y con una elevada circulación de extranjeros por corta estadía con fines turísticos.
En relación con los flujos de personas a la República Dominicana, una de las paradojas del desarrollo dominicano es la existencia por más de un siglo de un sistema migratorio insular de trabajadores procedentes de Haití articulado con la economía dominicana, el principal flujo de inmigrantes al país y el de mayor magnitud y antigüedad en el Caribe insular, el cual comenzó en la industria azucarera en la primera década del siglo pasado durante la ocupación militar norteamericana de ambos países de la Isla. Aunque en los últimos decenios las inmigraciones a República Dominicana han seguido procediendo mayoritariamente de Haití, se han diversificado, al igual que las emigraciones, emergiendo en los últimos años nuevas corrientes inmigratorias de otros países de América Latina (Venezuela, Colombia) y de China. De acuerdo con la ENI-2017, en el país residían 73,107 inmigrantes de otros países, de los cuales el 35% (25,872) son venezolanos, y 24,687 son descendientes de esos inmigrantes.
Respecto de las magnitudes y características de las inmigraciones internacionales, su conocimiento ha estuvo limitado históricamente hasta años recientes por la carencia de informaciones confiables y las deficiencias -sobre todo de cobertura y/o representatividad- de los registros oficiales, la indocumentación y en muchos casos la ilegalidad en la penetración y/o salida del territorio de los haitianos, lo que ha dificultado enormemente las posibilidades de contar hasta años recientes con estimaciones objetivas y razonables de los montos de inmigrantes. Este escenario de incertidumbre estadística ha sido históricamente el talón de Aquiles que ha dado pie a las apreciaciones estimativas más variopintas acerca del total de inmigrantes haitianos en el país, algunas de ellos sin el más mínimo respaldo estadístico, otros sin la suficiencia consistencia técnica que lo avalen científicamente.
Sin embargo, ese incierto panorama estadístico-demográfico sobre la inmigración haitiana ha cambiado notoriamente desde principios de la década pasada. En el año 2002, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) realizó, con el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la Encuesta de Inmigrantes Haitianos (EIH), la que estimó en 315,000 el total de inmigrantes haitianos y en 195,000 el de descendientes de haitianos, por lo que la población total de origen haitiana sería en ese año de 510,000 personas.
Más recientemente, otras tres fuentes de datos adicionales, las dos versiones de la Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI-2012 y ENI-2017) y el último Censo Nacional de Población y Vivienda de 2010, revelan por primera vez, cifras de residentes extranjeros que podrían estar relativamente cercanas a la magnitud real de la población de origen extranjero residente en el país. La ENI-2017 arrojó un total de 847,979 personas de origen extranjero, apenas el 8.3% de la población total: 570,933 inmigrantes residentes en la RD -87% haitianos- y 277,046 descendientes de inmigrantes. De acuerdo con el Censo de 2010 eran casi 400,000 los inmigrantes (395,791) en ese año, de los cuales 311,919 procedían de Haití.
Los datos actualmente disponibles en el país, con sus aciertos y limitaciones, han permitido conocer no solo los órdenes de magnitud sino también los cambios en los perfiles socio demográfico y laboral de la inmigración de las últimas cuatro décadas, los que han sido bien documentados en varios estudios.
En relación con los flujos estacionales de trabajadores haitianos a la agricultura dominicana, la crisis de la industria azucarera de los 80, la transición de la economía dominicana de predominante agropecuaria a una de servicios, las persistentes migraciones del campo a la ciudad y las fuertes oleadas de emigrantes al exterior, las crisis políticas y económicas posteriores al derrocamiento de Jean Claude Duvalier en Haití, y más reciente -a fines de los años 90-, el fracaso del proyecto de privatización de los ingenios estatales, produjeron el colapso del sistema interestatal de reclutamiento y contratación de braceros haitianos que data de los años 50 del siglo XX, complejizando el mercado insular de oferta y demanda de fuerza laboral, favoreciendo la inserción de mano de obra inmigrante haitiana en otros circuitos de cultivos no azucarero y en sectores que han sido motores fundamentales del crecimiento económico de las últimas dos décadas, como son la construcción y el comercio. Es lo que se ha denominado como la nueva inmigración haitiana.
Todos estos factores, de orden interno y de alcance insular, han provocado un debilitamiento de las capacidades del estado dominicano y del haitiano para control y regular los flujos migratorios a la República Dominicana. El resultado ha sido un incremento significativo de dichos flujos y de la población de origen haitiano residente en las últimas tres décadas, que al salir de los contornos del batey y de otras áreas rural-agrícola, dirigiéndose a las ciudades e insertándose en actividades urbana (construcción, ventas informales, servicios vigilancia, etc.) se ha hecho más visible, derivando en una de los temáticas más debatidas en la sociedad dominicana en las últimas dos, hasta convertirse en un objetivo importante de política del Estado, ocupando la política migratoria el centro del debate en torno a la intervención estatal en la regulación y control de dichos flujos, la regularización de trabajadores indocumentados y el estatus legal (nacionalidad) de hijos de padres haitianos nacidos en la República Dominicana.
Desde los años 80, los flujos de personas de Haití a RD son muy variados en términos de la finalidad u objetivo (laboral, por estudios, turismo, negocios, etc.), su forma de penetrar al territorio (aérea, terrestre, marítima), su autorización legal o no (con visado, sin documentación por la frontera), según la estadía en RD (de residencia habitual en RD, temporal, circular, transfronterizo). Anualmente entran a territorio dominicano por la frontera de manera no autorizada legalmente un número no bien cuantificado de haitianos, pero también miles de ciudadanos haitianos entran cada año con visa de turista otorgada por los consulados de RD en Haití, muchos de los cuales se radican en el país.
Si bien es cierto que la irrupción de la nueva migración haitiana en la agenda nacional se cimenta en parte en una percepción de factura ideológica neo nacionalista conservadora y de una visión hispano céntrica de grupos y élites de poder que sobredimensionan la magnitud e impactos de dicha inmigración, los hechos estilizados que se pueden construir a partir de los datos actualmente disponibles permiten verificar que efectivamente, en forma similar a lo ocurrido con los flujos de salidas al exterior de dominicanos, los movimientos de personas hacia la República Dominicana y que se radican y/o laboran en ella se han intensificado y diversificado de manera significativa en las últimas tres décadas.
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