La explosión demográfica en el pasado siglo XX
Los cambios demográficos ocurridos en República Dominicana durante el pasado siglo XX, sobre todo a partir de la segunda mitad, configuran una verdadera revolución demográfica, como bien lo denomina el historiador Frank Moya Pons. Si bien a partir desde el último cuarto del siglo XIX, luego de las catástrofes y estancamiento demográfico en los siglos XVI y XVII, la población de la Isla había logrado una importante recuperación, es en el siglo XX que por primera vez, desde la época colonial de principios del siglo XVI, la dinámica de la población dominicana deja de estar determinada sobre todo por los llamados frenos positivos malthusianos, es decir, por la alta mortalidad producida por epidemias y eventos catastróficos naturales y por las emigraciones motivadas por guerra, inestabilidad política o crisis económica.
Es en el siglo XX, principalmente en la segunda mitad, cuando la República Dominicana pasa deja de ser un país escasamente poblado, con una muy baja densidad demográfica, predominantemente rural, de elevado crecimiento demográfico, con una población muy joven y una baja movilidad interna e internacional; y se convierte en un país con un territorio intensamente poblado, mayoritariamente urbano, de fecundidad y mortalidad relativamente bajas y por tanto bajo crecimiento natural, de intensos flujos de migrantes al interior de su territorio y a escala internacional, y con una población predominantemente de adultos jóvenes (20-49) y en un proceso de envejecimiento de su población.
De acuerdo con los censos nacionales de población, el tamaño de la población de República Dominicana más que se duplicó por primera vez en los 30 años de 1920 a 1950, al pasar de menos de un millón (894,665) a más de 2 millones (2,135,872) diez millones de habitantes. Sin embargo, es a mediados del siglo cuando se inicia el llamado boom demográfico, el descomunal crecimiento de la población. En tan sólo 20 años casi vuelve a duplicarse la población, al alcanzar los 4 millones en 1970, y a partir de esa década inicia un descenso del ritmo de crecimiento, necesitando unos 30 años de nuevo para duplicarse. En las últimas tres décadas la población se ha multiplicado por 1.7, superando actualmente los 10 millones (10,358,320), de acuerdo a las Estimaciones y proyecciones nacionales de población 1950-2100.
Estos acelerados aumentos de la población se produjeron por el elevado crecimiento demográfico natural (saldo entre nacimientos y muertes) de los años 50 y 60 como resultado de significativos descensos de la mortalidad desde los años 50 y la persistencia durante más de dos décadas de una alta natalidad, que comenzó a declinar en la segunda mitad de la siguiente década de los años 60. Son los años en que el crecimiento demográfico comienza a ser percibido por primera vez como muy elevado y un obstáculo o freno al desarrollo.
En términos relativos, el crecimiento demográfico total (incluida la migración internacional) se mantuvo muy elevado – en torno a un valor superior o muy cercano al 3% anual- hasta la primera mitad del decenio de 1970, y comienza a declinar a fines de esa década, al colocarse por debajo del 3%. Aunque el crecimiento ha mantenido su tendencia al descenso, alcanzando apenas el 1.2% en el último período inter censal 2002-2010, la población de RD está muy lejos de entrar en la etapa de disminución o de crecimiento demográfico negativo, como sí ha ocurrido en varios países de la región.
Con el descenso de la mortalidad se inicia en nuestro país en el siglo pasado el proceso de transición demográfica. De una muy corta duración (esperanza) de vida, de apenas 46 años a principios de los años 50 -en plena dictadura trujillista aun-, se llega a una vida mucho más prolongada de 60 años a principios de los años 70, una ganancia de 14 años en dos decenios, equivalente a 0.7 años adicionales anualmente. Posteriormente, con un desfase de cerca de un decenio, a mediados de los años 60 comienza a descender la fecundidad. De un promedio de hijos por mujer de alrededor de 7.5, desciende a algo más de 3 hijos por mujer en los años 90 (3.2) y a 2.5 alrededor del año 2013, una reducción de 5 hijos en tan sólo cinco décadas.
Los cambios en la mortalidad y la fecundidad –y en menor medida en las migraciones internacionales- han producido a su vez alteraciones significativas en la estructura por edad de la población dominicana, las más impactantes de las cuales son la creciente concentración de la población en las edades activas o productivas (15 a 64 años), la reducción de los menores de15 años y el acelerado incremento de la población en edad envejeciente (65 años y más). En el año 1935 los niños y adolescentes (menores de 15 años) eran el 46.4% de la población total y en el 2002 pasaron a ser el 34%; en tanto que la población de 15 a 64 años aumentó de 51.0% a 60.4%, y los de 65 años y más pasaron de 2.7% a 5.6% en igual período. Se estima que en la actualidad la población en edad activa es de 64.4%, los menores de 15 años, el 28.3%, y los de 65 y años y más son el 7.3%. La edad mediana de la población ha aumentado de 17.1 a 24 .8 años entre 1950 y 2010, y actualmente es de 27.8
Respecto de la composición por sexo, a largo de casi un siglo (1920-2010) ésta se ha mantenida casi inalterada, en una situación de "equilibrio demográfico" entre el número de hombres y mujeres, toda vez que el índice de masculinidad se ha mantenido muy cercano a 100, es decir cien hombres por cada cien mujeres. Esta situación de equilibrio contrasta con las desventajas socioeconómicas y políticas que siguen presentando las mujeres dominicanas.
Si bien en los inicios de la transición fueron las personas de estratos medios y más educados los pioneros en la reducción de la fecundidad y la mortalidad, desde la segunda mitad de los años 70 del siglo pasado se opera un proceso de homogenización o convergencia en los niveles de mortalidad y fecundidad, reduciéndose significativamente las brechas entre estratos socioeconómicos y territoriales. No obstante, segmentos de la población de bajos ingresos y nivel educativo aún mantienen cierto rezago en su transición demográfica, con niveles de mortalidad y fecundidad relativamente elevados.
A la par con el proceso de declinación de la fecundidad y la mortalidad, a partir de los años 60, luego de caída de la tiranía trujillista, se intensifica de manera significativa en nuestro país la movilidad territorial de la población –sobre todo los flujos migratorios internos rurales-urbanos-, y se inician las masivas salidas de dominicanos hacia EEUU y Puerto Rico. Se estima que entre 1950 y 1981 un 25% se desplazó de una provincia a otra; durante los años 1970-1981 se desplazaron del campo a las ciudades unas 700,000 personas, y no menos de 900,000 dominicanos habían abandonado el país al año 1991. En el año 2002, 2.3 millones de personas vivían en una provincia distinta a la que nacieron, y en el año 2010 unos 2.6 millones (27.5% de la población total del país) residía en un municipio diferente al de su nacimiento.
Los desplazamientos poblacionales internos han contribuido de manera determinante a la redistribución territorial de la población, cuyo rasgo principal es el creciente proceso de urbanización y de alta concentración de la población en unas pocas localidades y la emergencia de ciudades intermedias dentro de la red nacional de ciudades. El país ha vivido la transición de un modelo de distribución espacial de la población de gran concentración en un número reducido de ciudades y su dispersión rural en miles de localidades pequeñas, hacia otro más equilibrado en el que las ciudades intermedias juegan un rol cada vez más importante y las corrientes migratorias se han transformado de un flujo predominantemente rural-urbano hacia otro urbano-urbano.
En relación con las migraciones internacionales desde y hacia República Dominicana, ha sido desde hace cinco siglos y sigue siendo en la actualidad una problemática sociodemográfica fundamental del desarrollo económico y social del país desde la llegada de los ilegales invasores españoles en 1492. Ahora bien, la alta intensidad y diversidad de los flujos de personas hacia la República Dominicana y de salidas desde acá hacia otros países data de años más recientes, sobre todo a partir de los años 60 del pasado siglo XX.
Desde mediados de los años 60 del siglo XX el país pasó a ser emisor de importantes flujos de personas al exterior, al mismo tiempo que se mantuvo la entrada de trabajadores braceros haitianos y otros trabajadores agrícolas, el retorno de exiliados políticos y la movilidad circular de personas de corta estadía (visitantes o turistas, personas traficadas en tránsito a otros países, movimientos pendulares transfronterizos, refugiados políticos, etc.).
Por un lado, desde los años 70 se intensifica la inmigración haitiana, tanto la tipo laboral estacional ordenada (braceros, otros trabajadores agrícolas y urbanos de la construcción) como la de penetración ilegal al territorio. De acuerdo a los datos más recientes de la segunda Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI-2017), la población de origen extranjero es de 847,979 personas, apenas el 8.3% de la población total: 570,933 son inmigrantes residentes en la RD -87% haitianos- y 277,046 son descendientes de inmigrantes. No obstante este dato robusto, sectores de las élites políticas e intelectuales siguen a apreciando en cifras de millones la magnitud de los inmigrantes haitianos en el país y a percibir la inmigración como una “invasión pacífica” que amenaza la soberanía, la seguridad nacional, el mercado laboral y la identidad nacional, magnificando, sin ninguna evidencia fáctica, las cifras de inmigración haitiana y el supuesto impacto negativo.
En cuanto a la salida de dominicanos para residir en el exterior, si bien es cierto que el dramático descenso de la fecundidad ha sido factor fundamental para la significativa declinación del crecimiento demográfico, no es menos cierto que a partir de los años 70 del siglo XX los flujos internacionales de dominicanos hacia el exterior también han sido clave en la ralentización del crecimiento poblacional que se ha producido en las últimas décadas. El crecimiento demográfico natural ha mantenido su tendencia al descenso, alcanzando el 1.65% en el último período inter censal 2002-2010. Sin embargo, la tasa de crecimiento demográfico total es de apenas 1.2%. Esta diferencia entre ambas tasas (-0.45%) es debido a que el saldo migratorio o la migración neta en RD es negativa, o sea, que el stock como los flujos de emigrantes dominicanos al exterior que se inició en los años 60 -luego de la caída de la dictadura trujillista- supera con creces los montos de inmigrantes que residen en RD y que entran al país con intenciones de radicarse.
El inicio del descenso de la fecundidad y la trayectoria de los cambios en las prácticas reproductivas -precedidos de las reducciones en la mortalidad- sitúa en la actualidad el proceso de transición demográfica que experimenta la población dominicana en un estadio cercano a la fase de transición avanzada, que se caracteriza fundamentalmente por un ritmo de crecimiento demográfico natural moderado (cercano al 1%), debido a la baja mortalidad y fecundidad (cercana al nivel de reemplazo y reducción del número de nacimientos anuales) y la aún alta concentración de población en edades jóvenes y en las edades de mayor fertilidad de las mujeres; y tasa de crecimiento natural cercana al 1%.
Si bien la RD ha logrado importantes avances en la transición demográfica, en el contexto de América Latina y el Caribe el país aún presenta significativos rezagos en fecundidad adolescente, mortalidad neonatal y en la niñez y esperanza de vida al nacer. Persisten aún temas y problemáticas demográficos de larga data, como son la mortalidad neonatal, la dispersión de la población rural, la fragmentación territorial de la población, la mortalidad infantil y la demanda insatisfecha de anticonceptivos entre mujeres de estratos pobres y de bajos niveles educativos, las inequidades demográficas.
En relación con los temas demográficos presentes en la agenda nacional del desarrollo, los problemas del alto crecimiento demográfico, del uso de anticonceptivos o la “planificación familiar” y de las migraciones rurales-urbanas como impulsora de asentamientos urbanos precarios, que predominaron hasta los años 80 del siglo pasado, han sido desplazadas por nuevas problemáticas demográficas, como son el bono demográfico, la salud sexual y reproductiva, la fecundidad adolescente, la mortalidad materna, el envejecimiento de la población, la equidad de género, las inmigraciones haitianas, las emigraciones internacionales de dominicanos, las remesas, las diásporas y comunidades transnacionales, los problemas ambientales provocados por las aglomeraciones urbanas, los asentamientos precarios.
Tanto estos temas emergentes como los propios de la primera fase de la transición demográfica plantean grandes retos y desafíos en términos de las políticas que debe implementar el Estado dominicano -a corto, mediano y largo plazo- para integrar la dinámica demográfica en la planificación del desarrollo a escala nacional, regional y local, lo cual abordaremos en próximas entregas de este artículo.