Los dominicanos merecemos vivir en una sociedad decente. La decencia exigida a todos, asumida por todos, bien pudiera resultar como un efectivo antídoto contra los grandes males sociales que están enfermando y deteriorando la comunidad nacional.
El término “sociedad decente” fue acuñado por Avishai Margalit, profesor de Filosofía de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Destaca esencialmente la importancia que se debe dar en el pensamiento político a los conceptos de honor y humillación. . Y esto clama por la decencia de los liderazgos y por la decencia del poder.
La idea de una sociedad decente es un concepto macroético vinculado a la organización social en su conjunto. La sociedad decente es aquella que no viola los derechos de los que la conforman.
Una sociedad decente es una sociedad no humillante. Es aquella que otorga a cada persona el honor que se merece. Sólo una sociedad que hace suyo el concepto de derecho puede asimilar el concepto de respeto hacia sí misma y de humillación que la sociedad decente necesita. La decencia está al servicio de la dignidad humana.
Las instituciones públicas y privadas que no cumplen con la obligación del debido respeto a los derechos los ciudadanos actúan de manera humillante. Y siendo ellas mismas indecentes, impiden que la sociedad a la que pertenecen pueda considerarse entre las sociedades decentes.
La sociedad humillante es también la que somete a chantaje a sus miembros y alimenta, por acción u omisión, las acciones despreciables que al hacerse visibles extienden la falta de decencia “más del solar”, poniendo al país en la fila de las sociedades indecentes, indecorosas y de mala fama.
No hay democracia sin decencia. No hay justicia sin decencia. Y el hecho de que en nuestro país el número de humillados sea tan grande es una muestra de la perdida de la decencia nacional. Dentro y fuera. Y también de la afrenta y la pérdida de respeto como país. Dentro y fuera.
El país vive en estos momentos una profunda crisis de decencia que anula la posibilidad de construir un futuro decente para todos los dominicanos. La actitud que tomen individual y colectivamente los dominicanos frente a los privilegios injustos y amañados, frente a la corrupción –grande y pequeña- frente a la impunidad, nos coloca en “el lado de los decentes o de los indecentes”.
Y también del lado de los crueles o de los civilizados. La humillación es crueldad mental, es crueldad social. Una sociedad decente no sólo debe asumir el compromiso de erradicar de sus instituciones la crueldad física, sino también la crueldad mental y la crueldad social de sus instituciones. No hacerlo puede llevar al pueblo a la desesperanza y a la locura colectiva.
Si una sociedad decente es una sociedad que no humilla, quiere esto decir que también es una sociedad que no avergüenza. La indecencia entendida como humillación es también violación de derechos ciudadanos, insulto e incitación a la violencia.
Estamos en el momento del llamado a la “decencia nacional”. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Rompamos el silencio para luchar contra el descaro de los “hacedores de una sociedad dominicana indecente”. Digamos en voz alta de qué lado estamos. ¡Todavía la decencia es posible y hay que defenderla!