Doña Sina tiene más de 20 años trabajando en casa de una familia. Los años le han concedido el título de ama de llaves y la confianza de los señores de la casa que la asumieron y le dispensan un trato merecidísimo como un miembro de la familia. Pocas veces ha faltado a su empleo, pocas veces ha pedido permisos y si es necesario sacrificar un fin de semana para quedarse ayudando, para ella nunca ha sido un disgusto.

Mujer de iglesia, carga con su biblia al hombro y se entrega a la voluntad del Señor cada vez que pone un pie fuera de la cama. La señora pone en práctica la palabra de Dios como un soldado obediente, no conoce eso de cuestionar la vida y mucho menos quejarse ante cualquier desgracia. Desgracia como la que le tocó sortear con una de sus hijas, que con apenas 13 años fue golpeada, violada por un hombre y dejada por muerta en un matorral. Y como si no fuera poco el trauma de una niña a quien un maldito le roba su candidez, Doña Sina y su hija tuvieron que lidiar con un embarazo fruto de aquel amargo episodio y con todo lo que implicó la voluntad del Señor.

Dios lo quiso así y El tiempo de Dios es perfecto son de las frases que se le escucha a Sina decir a modo de justificar y aceptar la desgracia, como sumida en un pantano inerte de conformismo. Muda ante la vida, sin voz para tomar decisiones por cuenta propia.

Ese es el caso de Sina, pero el infortunio abunda. La semana pasada, un caso estremeció a la comunidad de Villa Tapia, provincia Hermanas Mirabal. Siete hombres amordazaron a una familia, robaron todas sus pertenencias y cinco de ellos abusaron sexualmente de una joven estudiante de 26 años. Una tragedia por donde sea que usted le meta el diente a un suceso así. Y ni pensar en las altísimas probabilidades de que la joven quedara embarazada si no se tomaron medidas preventivas de inmediato.

Ahora imagine por apenas unos segundos si el fatídico caso se diera en el seno de su familia. Que una tragedia de esta magnitud tocara su puerta. Resulta difícil ponerse en los zapatos de los demás cuando se trata de desgracias e infortunios. Cualquiera no quiere ni pensar en ello, porque no es fácil.

A los legisladores aquí parece que se les acabó la familia, la imaginación o les sobra la doble moral. Al menos así parece con la actitud medieval que han asumido ante las observaciones al Código Penal sobre la interrupción del aborto en sus tres causales. Les falta sentido de humanismo para ponerse en el puesto de los demás o han olvidado que tienen madre, esposa, novia, amantes o hijas; porque negarse a darles voz a las mujeres pobres para que decidan sobre su cuerpo y su propia vida, más que un acto de moral o religión me resulta un genocidio.

Inmoral e inhumano me resulta dejar morir mujeres ante la vista ausente de quienes hacen las leyes aquí. Una falta grave a la iglesia sí lo es echar la culpa a las propias mujeres de ser quienes provoquen a los violadores, eso sí me resulta un irrespeto a la palabra de Dios. Me parece patético por parte de los honorables elegir entre una biblia y una vida y sin remordimientos mandar a las mujeres a parirles a violadores. Una bajeza escudarse en una excusa religiosa para que más mujeres sigan muriendo y estoy segura que a un Dios de amor no le puede hacer feliz.

En todo caso, si se tratara de un asunto netamente religioso en el que se decide respetar la voluntad de Dios por encima de la vida de miles de mujeres, debe existir un fallo en la señal para que a diario lleguen tantas niñas embarazadas a los hospitales públicos, tantas niñas dando a luz, tantas mujeres muriendo por abortos negligentes, tantas mujeres asesinadas por hombres y tanta miseria humana que parece como arroparnos sin remedio por ahora.

Ojalá la voluntad de Dios les ilumine la razón, porque apelar al corazón de hombres y mujeres incapaces de ser movidos por la tragedia humana, sería la batalla terrenal entre David y Goliath. Que la paz de su Dios esté con ustedes y el raciocinio también.