Lógico es suponer que la designación de un ministro o director de una dependencia del Estado obedece al propósito de garantizar el cumplimiento de los planes que tiene el Gobierno en cada ámbito de su responsabilidad.

Esa es la teoría, lo lógico.

En la práctica, regularmente no ocurre así; la ración al boa político clientelar, el pago de favores, o las recompensas por la “lucha y la lealtad” son, también, motivos para decretos.

En esos casos la razón técnica, y hasta ética, se va de gira, y pueblo y periodistas alaban esas “merecidas” designaciones.

La “revolución educativa”, por ejemplo, no se logrará con la designación de un par de ministros bienintencionados. Una transformación de gran calado de nuestro sistema educativo requiere de un plan, un liderazgo y un equipo de especialistas competentes, bien dirigidos y supervisados.

Un presidente comprometido con esos propósitos, aparte designar ministros y facilitar recursos, deberá interesarse personalmente en la conformación del equipo estratégico que se encargará de la gerencia y supervisión del proceso. A los dominicanos les gustaría ver al presidente, una o dos veces al año, en sesiones de trabajo con su gabinete educativo.

Por otro lado, la preocupación por medioambiente que simula el grueso de los líderes políticos dominicanos queda al desnudo por las designaciones que hacen al frente del ministerio correspondiente.

No hemos comprendido que el medioambiental es uno de los problemas estratégicos más relevantes para el presente y el futuro de la nación. Un problema que crece y se agrava conforme se expande la población, se infla la inmigración haitiana y se multiplica el turismo, la industria y la agropecuaria. Entonces, a quien le preocupe la sostenibilidad ecológica y socioeconómica del país, designaría equipos elites en la gerencia y regulación medioambiental. Hasta la fecha, ese ministerio ha sido utilizado como refugio de funcionarios defenestrados, una especie de Siberia en el trópico.

Lo mismo podría decirse del sector energético: combustibles y electricidad. Si al presidente le preocupa el tema energía, entonces deberá fortalecer su gerencia y regulación  hasta convertirlo en un “dream team” técnico, lo menos politizado posible.

En resumen, en Salud, Medioambiente, Energía y Educación no debería tener cabida el clientelismo político; son áreas estratégicas, políticamente sensibles, pero cuya gestión eficiente se basa en conocimientos técnicos. 

En sociedades con fortaleza institucional y estabilidad laboral en el servicio público, las dependencias del Estado son como maquinarias autónomas, cuyo rendimiento es casi independiente de quien sea el ministro. Ese no es el caso dominicano…para nada.