Lamentablemente en nuestras latitudes están dadas las condiciones para que discursos demagógicos y polarizadores, que erróneamente promueven que todo lo que haga el Estado será bueno y que por el contrario todo lo que haga el sector privado se presuma malo, se multipliquen como la hierba mala.
Lo que llama la atención es que a pesar del reciente estrepitoso fracaso de las fallidas recetas económicas promovidas por regímenes con un sesgo anti sector privado, todavía muchos continúen pensando que la solución a los problemas nacionales es desaparecer al sector privado y hacer omnipresente al Estado.
Emprender un negocio no es fácil y, como lo avalan la mayoría de las encuestas internacionales, en nuestro país es particularmente difícil. Sin embargo en vez de fomentar que cada vez haya más emprendedores, muchos prefieren culparlos de todos los males.
Si nuestra población escuchara que el salario que recibe no es solamente la contraprestación en dinero, sino también todos los demás beneficios como el seguro de salud para el y su núcleo familiar, el seguro de riesgos laborales y de vejez, discapacidad y sobrevivencia; apreciaría más el hecho de tener un empleo formal que le permita gozar de protección social. Si al mismo tiempo tuviera vivos ejemplos de que la educación es la clave para el ascenso social y no el activismo político, otros resultados tendríamos.
Si por el contrario el mensaje que se le transmite es que en la informalidad le puede ir mejor, sin pagar impuestos y sin horarios ni evaluaciones, sin advertirlos de que lo que se pueda haber ganado en meses se puede ir en días, por un evento de salud o un accidente; estaremos promoviendo que haya más pobreza, menos ingresos fiscales para el Estado y al mismo tiempo más gastos.
Los salarios al igual que los precios en toda economía tienen que ver con la oferta y la demanda. La única manera de tener cada vez mejores salarios es teniendo mayores inversiones privadas que creen las oportunidades de puestos de trabajo, recursos humanos más educados que puedan satisfacerlas y que todos operemos bajo las mismas reglas, pues mientras sea fácil tener mano de obra ilegal o no, que esté desprotegida, será imposible impedir que la misma sea utilizada.
No podemos hablar de salarios sin referirnos a su valor adquisitivo, lo que en nuestro país debería ser parte central de la discusión pues somos extraordinariamente caros, a consecuencia de la corrupción que provoca sobreprecios, la excesiva burocracia, la duplicidad de costos, los márgenes de intermediación altos y los problemas no resueltos como el sempiterno déficit del sector eléctrico y el ilegal monopolio del transporte. Tampoco sin abordar el tema tabú de la alegada sobrevaluación de nuestra moneda y de las formas de cálculo del PIB, de la productividad y otras mediciones.
Si queremos que el país avance debemos ser capaces de discutir estos temas despojados de prejuicios, porque los que crean que los gobiernos ganan desapareciendo al sector privado o promoviendo la informalidad están equivocados, aquí y en cualquier parte la única forma de hacerlo es creando las condiciones necesarias para que el sector privado crezca y haga crecer la economía formal. Por eso el gobierno debería pedir, no me defiendas, compay.