Hace poco más de siete años, luego de mi divorcio, que decidí mudarme sola con mis hijos y montar tienda aparte de mis viejos, tal como corresponde cuando uno forma familia y se hace adulto. Armé mi hogar paso a paso, en la medida que la situación y el bolsillo me lo permiten y todavía, más de siete años después, mi casa siempre tiene alguna mejora pendiente, algo que puede verse más lindo o algún detalle para hacerla más cómoda y acogedora.

Volví mi espacio una prioridad. No importa que vivo lejos, que aquí recibo pocas visitas o que cuando suena el teléfono de mi casa, ya sé, por costumbre, que es mi mamá o el papá de los muchachos. Acomodé mi casa para sentirme bien y disfrutarla con los míos.

He procurado que mi espacio sea el lugar donde quiero estar y que la mejor parte de salir, sea siempre regresar a casa. Con esmero he tratado de hacer del hogar un espacio acogedor, familiar, que muchos de los objetos que tengo aquí guarden una historia o me recuerden un lugar. Una careta de lechón de Montecristi, un ojo turco que me regaló mi mamá, tazones de un viaje a Pekín o una tetera heredada de mi hermana. Y así, cada vez que veo algo a buen precio, que me identifique o que lo sueñe adornando mi casa, lo llevo conmigo.

Convertí mi casa en el lugar donde quiero estar. Tanto así, que disfruto sin dificultad quedarme en casa todo un fin de semana sin salir a parte. Por años me he mantenido procurando que cada rincón me guste y sin saberlo, me preparé para la gran prueba de fuego que ha sido este encierro que ya lleva seis meses y puedo decir que todavía, aquí en casa, vamos bien.

Por supuesto, hablo desde el humilde privilegio con el que no todos pueden contar. Sin embargo, el hecho no es medir quien tiene más o quien tiene menos. Porque a fin de cuentas, nada como su casa, así sea una pieza pequeñita, si usted se siente bien, será su hogar. El hecho es el esmero, el empeño y el cariño que uno pone en estar bien y disfrutar su espacio. Que la casa sea donde usted encuentre paz.

Mis líneas de hoy poco tienen que ver con las restricciones de horario o la extensión del toque de queda en nuestro país. Hoy me mueve el interés de compartir la felicidad plena y la paz que da usted hacerse de su espacio y disfrutarlo. Sea cual sea la dimensión de su casa y los recursos que disponga.

Más allá del encierro, de la comodidad o los lujos, se trata de definir prioridades y que su felicidad esté muy por encima de lo material. Un equilibrio perfecto entre lo bien que usted se proyecta en la calle y lo cómodo que duerme en su habitación todas las noches.

El bienestar empieza por casa.